EL PAíS
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Camisetas puestas y levantadas, consignas, debates
Secuestro. Cuatro jóvenes y un hombre que se identificó como “licenciado Eduardo Cattáneo” intentaron ingresar en la escuela Normal el domingo a la tarde, cuando se aproximaba el cierre de los talleres. En el primer piso se debatía sobre anticoncepción y aborto, literalmente, a los gritos. “Quiero rescatar a mi esposa, que está ahí adentro y no la dejan salir”, decía el único adulto del grupo. Las mujeres intentaron explicarle, primero en buenos términos, luego a los gritos, que allí no podían entrar hombres, porque era un espacio para el debate entre mujeres. Al rato apareció también un abogado que utilizó el argumento del “secuestro”, para decir que había algunas atrapadas, a las que no dejaban salir. Una integrante de la comisión organizadora subió y les dijo a aquellas que estuvieran a disgusto, que se fueran, pero sólo dos aceptaron el consejo. Las mujeres gritaron sus consignas contra los que intentaban entrar, identificándolos con la Iglesia, pero ellos eludieron definir a qué grupo pertenecían.
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Final accidentado. Los talleres de anticoncepción y aborto fueron, como todos los años, el eje de los debates entre las mujeres de distintas ONG, organizaciones sociales y participantes de los Encuentros y las que llegaron organizadas por la jerarquía católica. Sobre el final, la puja por la redacción de las conclusiones terminó a los gritos en varios salones, pero apenas se saldaba, tanto unas como otras se cambiaban a “hacer número” en otra comisión. Una de las mujeres de la Iglesia que no temieron el choque llegó y se subió a un banco, desde donde escuchó que le decían “andá a tener vos los hijos”. Muy suelta de cuerpo, se levantó la remera y mostró una panza toda estriada. “Tengo cinco, me gusta coger y me encantan los niños”, se ufanó.
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Travesti. Durante la asamblea feminista que se hizo en la tarde del sábado en el tercer piso de la escuela Normal, una de las asistentes comentó con horror: “Ahora me tengo que bancar que venga a los talleres de sexualidad del Encuentro de Mujeres un travesti que se declare lesbiana”. Su frase ofensiva obtuvo una réplica enseguida, porque Lohana Berkins se encontraba en la asamblea. Sin muchos pelos en la lengua, defendió su derecho a participar del Encuentro y a ser respetada. Fue ovacionada.
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Hombres y más. Durante los dos días del Encuentro, los militantes de partidos políticos de izquierda y de organizaciones sociales estuvieron merodeando las escuelas y haciendo propaganda en la plaza Independencia. La inusitada presencia masculina se multiplicó el domingo por la tarde. Sobre la calle Rivadavia, grupos de hombres en actitud hostil se pararon frente a la escuela Normal. Cuando les preguntaron, aseguraron que estaban esperando a sus hermanas o novias, con agresividad. Eran dos o tres grupitos, algunos de adolescentes con remeras del colegio de los Hermanos Maristas, que miraban a la puerta de la escuela como si allí habitara el demonio.
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Corralito. Las remeras blancas eran sencillas y en la parte delantera llevaban la inscripción: “La zona roja es el corralito de los pobres”. Atrás decían “No al código contravencional”. Las hicieron en la carrera de Educación Popular de la Universidad de las Madres, y las llevaban las chicas de Ammar Capital, que también levantaban sus consignas por la libertad de Carmen y Marcela, detenidas después de los incidentes de julio frente a la Legislatura de Buenos Aires.
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Discusión obturada. La presencia de militantes de algunos partidos de izquierda, como el Polo Obrero y el Partido Comunista Revolucionario, que entienden como una conquista política impregnar las conclusiones con sus consignas, se detectó en distintos talleres, pero no sólo aquellos en los que se trataban los temas específicos, sino también en otros como sexualidad, donde las activistas llevaban la propuesta de no hablar del tema hasta que no se resuelva la dependencia del FMI. Cortaban así testimonios de mujeres que querían compartir sus experiencias con la propuesta de suspender esos temas hasta que se obtengan reivindicaciones más urgentes, como la “libertad de los presos por luchar”.
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Trolas del desierto. “Menos flauta, miñón y felipe, todas las variedades de torta”, dice uno de los tantos volantes que imprimieron las integrantes de “Fugitivas del desierto”, una organización de lesbianas de Neuquén. “Por una correspondencia mutua, OCA (organización de clítoris activos)” fue otro de los textos, al que sumaron: “Menos la norma, son todas bienvenidas” y “La heterosexualidad no es destino”, con una foto de dos símbolos femeninos sobre una lengua. Muchas de las participantes de los talleres de lesbianismo los llevaron como escarapelas.
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