EL PAíS
› LA CGT FESTEJO EL 17 DE OCTUBRE CON DUHALDE A LA CABEZA
Si se retiró lo disimula bien
El sindicalismo realizó su acto del 17 en Atlanta. La figura central fue el ex presidente, que alabó a Kirchner. Los discursos. El dudoso gusto de Moyano.
› Por Diego Schurman
Ni retirado de la política ni jubilado del poder. Eduardo Duhalde retornó ayer con todas la ínfulas a un acto de pura cepa peronista. La tribuna se la ofreció la CGT en el marco de la conmemoración de un nuevo 17 de octubre. Y el ex presidente no dudó en cerrar los discursos con una estentórea defensa del PJ y, sobre todo, de Néstor Kirchner. “Al Presidente le sobra coraje, firmeza y dignidad para enfrentar a los grupos económicos”, arengó.
Duhalde puso nuevamente la cara al sol en el estadio de Atlanta, después de meses sin exposición pública, flanqueado por sindicalistas, legisladores, ministros nacionales y provinciales y hasta el vicepresidente Daniel Scioli, un reconocido mimado de la familia bonaerense.
El gesto de retornar a escena, y encima acompañado por su mujer Chiche Duhalde, resultó lo suficientemente impactante como para alterar el ánimo partidario. Amén de su prédica componedora, el armado del encuentro del Día de la Lealtad resultó una excelente muestra de lo que es una pelea de cartel.
La Casa Rosada había enviado tres delegados para que el ex presidente no acaparara toda la atención. Pero los ministros kirchneristas Aníbal Fernández, Ginés González García y Carlos Tomada resultaron simples testigos presenciales frente a un verborrágico Duhalde, privilegiado orador de cierre.
Ni siquiera Scioli, que lo precedió en los discursos, pudo eclipsarlo. Se supone que el vice fue en representación de Kirchner. Pero en la geografía peronista, tras aquellos retos del Presidente, suele ubicárselo más cercano al duhaldismo.
Todos los presentes leyeron que en el estrado no estaba el silenciado embajador del Mercosur sino el estratega del PJ bonaerense. El hombre que acaba de digitar las nuevas autoridades partidarias de la provincia –con él a la cabeza, claro– y quien se debe un par de citas con Kirchner para ver cómo resolver el entuerto de las listas nacionales para los comicios del próximo año.
Precavido, Duhalde no dudó entonces en compensar semejante protagonismo con elogios a Kirch-
ner, en especial por su manera de plantarse frente a los representantes de los “intereses internacionales”. Se despegó de la convocatoria del acto agradeciendo a los sindicalistas por la invitación.
Y, para evaporar cualquier especulación sobre la interna partidaria, se desvivió hablando de la hermandad entre los justicialistas. “Nos une la memoria y la convicción ideológica... un corredor de sangre”, atizó.
Curiosamente, el ex mandatario habló ante tribunas semivacías y un campo con ostensibles blancos. La concurrencia –ni por asomo los 30 mil que anunciaron los organizadores– ya había iniciado su tímida pero sistemática retirada, probablemente cansada por las dos horas de demora en iniciarse el acto. Era evidente, además, que el aparato sindical, de coloridas gorras y banderas, no contó con la colaboración de los intendentes bonaerenses, con la excepción de algunos estandartes del histórico Manuel Quindimil.
No era un predicador, pero Duhalde logró algunos milagros con tantas alusiones a la unidad. Uno de ellos fue el beso que se estamparon Chiche y Aníbal Fernández. Para los desmemoriados: el ministro de Interior y aspirante a gobernador bonaerense consideró una vez que las quejas que profiere la ex primera dama hacia Cristina Kirchner son producto de charlas de “alta peluquería”. Y la diputada le devolvió el cachetazo calificándolo, palabra más palabra menos, como un bocón.
Lo que no logró el ex presidente es la presencia de Luis Barrionuevo. El sindicalista puso tropa. Pero su pasado menemista le impidió estar en un estrado junto a funcionarios kirchneristas. A no ser que la razón del faltazo en Atlanta haya sido su cargo como directivo de Chacarita, el eterno rival futbolero.
Sea como fuere, esta vez, en los discursos, el contrincante fue la oposición. “Ahora que se les ha pasado el miedo comienzan a criticar”, chicaneó el ex presidente. Aludió así a la titular del ARI, Elisa Carrió, a quien en algún momento, no mucho tiempo atrás, saludaba como una gran demócrata.
Involuntariamente, la ex legisladora fue figura estelar de una jornada con toda la impronta justicialista. “Una ex gordita suele decir que el peronismo está muerto. Le deben estar haciendo mal las pastillas que toma para adelgazar”, la atacó en un momento el co-secretario de la CGT, Hugo Moyano, con una prosa de dudoso gusto.
Había antecedido la frase con un festejado parangón, muy cercano al autobombo: “Cuando el ateo está al borde de la muerte exclama ¡Dios mío, sálvame! Cuando la sociedad, en el 2001, estaba al borde del caos, hasta los gorilas dijeron ¡Ay peronismo sálvanos!”.
La frase rompió el frío del campo y las tribunas. Y también despertó aplausos en el estrado. Hasta Duhalde dejó de acariciar las manos de su mujer –estuvieron la hora del acto a puro arrumacos– para vivar con entusiasmo al dirigente camionero. En rigor, el reparto de flores entre el ex mandatario y los sindicalistas fue permanente.
Gerónimo Venegas, con un discurso precario pero sentido, lo alabó por haber sacado al país de la crisis. “Puso huevos”, dijo sin medias tintas el titular de la 62 Organizaciones, como se conoce al “brazo político” de la CGT. Con modos más diplomáticos, y palabras de libro de texto, prácticamente lo mismo dijo el locutor oficial al anunciar, minutos después, el turno del ex presidente.
Acaso agradecían la buena recepción que tuvo siempre con la CGT. Acaso, los cinco lugares que acababa de cederles en el consejo partidario bonaerense. No quedó demasiado claro. Pero poco importaba. Conmemoraron el Día de la Lealtad. Mostraron su orgullo peronista, se rindieron en loas a Evita y Perón. Y se fueron todos contentos, cantando la marcha, la peronista, la de Hugo del Carril.
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