EL PAíS
“Yo no creo en las casualidades”, asegura el ministro del Interior
Aníbal Fernández admitió que el gobierno nacional tiene fuertes sospechas sobre el allanamiento en la casa de la abuela de Demonty. En la Casa Rosada también creen que no puede ser casualidad que la orden haya venido de un juez con el que acaban de polemizar.
› Por Raúl Kollmann
“Yo no creo en las casualidades.” Con estas enigmáticas palabras, el ministro del Interior, Aníbal Fernández, dejó en claro ayer que el Gobierno tiene fuertes sospechas sobre lo ocurrido en el allanamiento a la casa de la abuela de Ezequiel Demonty, Juana Cerdá, de 72 años. Por de pronto, en la Casa Rosada interpretan que no puede ser casualidad que semejante hecho, con barbarie incluida, se haya producido a días de conocerse la sentencia condenatoria de los policías federales que obligaron a Ezequiel a meterse en el Riachuelo. También consideran que no puede ser casualidad que la orden de allanamiento se haya expedido un mes después de una fuerte polémica entre el juez Arnaldo Corazza, por un lado, y el jefe de la Federal, Néstor Valle- cca, y el ministro Fernández por el otro. El magistrado pedía que el represor Miguel Etchecolatz fuera alojado en una celda de la Policía Montada, pero esa solicitud fue rechazada, lo que generó el disgusto del juez. Más allá de estos elementos, lo concreto es que el presidente Kirchner escuchó temprano el relato de la abuela y de inmediato ordenó el desplazamiento de los policías implicados y le pidió al ministro que visite a Juana Cerdá en Ciudad Oculta.
En el Gobierno admiten que los policías federales que actuaron en el allanamiento se excedieron. La orden de Corazza era allanar el domicilio a las once de la noche en simultáneo con otros cuatro allanamientos, pero los uniformados –dicen en la Rosada– actuaron con brutalidad innecesaria. Por ejemplo, le pegaron dos golpes a la abuela de Ezequiel, y el segundo golpe le produjo la expulsión y rotura de la dentadura. Además le hicieron un tajo en la mano, producto de la punta filosa de un fusil. Es cierto que la mujer se interpuso en el momento en que los policías, con singular brutalidad, reducían a uno de sus hijos y le ponían las esposas. En el Gobierno entienden que doña Juana actuó visiblemente alterada porque ya hombres de la misma fuerza le había matado un nieto y no iba a permitir que a otro le pasara lo mismo. “Se trata de una persona de 72 años, que no tiene capacidad de enfrentarse a la gente del Grupo Especial de Operaciones de la Federal (GEOF), que además irrumpieron con las máscaras puestas, visores ultravioletas y armamento pesado. No se justifican los golpes a la señora. Tiene que haber sanciones”, resumían anoche en la Casa Rosada.
Fernández se sentó con doña Juana en su casa de Ciudad Oculta y entre mate y mate no sólo le pidió disculpas, sino que se comprometió a que, ayer mismo, se le arreglaría la dentadura. A la salida, el ministro sostuvo que “quienes hayan tenido actitudes reñidas con la ley deberán pagar con las máximas sanciones”. Por de pronto, la orden presidencial fue apartar del servicio a los efectivos que intervinieron hasta que se concluya una investigación sobre lo ocurrido.
En forma tácita, el ministro sugirió que una de las casualidades que no se cree es que el allanamiento y los golpes se hayan producido a dos días de la condena de los policías federales a reclusión y prisión perpetua por el asesinato de Ezequiel.
Por otra parte, también trascendió que Fernández y el jefe de la fuerza, comisario Vallecca, mantuvieron un entredicho con el juez Corazza hace un mes. El magistrado buscaba algún lugar en el que alojar al represor Etchecolatz, actualmente detenido en La Plata. Por ello le pidió a Fernández y Vallecca una celda en la cómoda alcaidía que existe en la Policía Montada. El ministro y el comisario se negaron, lo que produjo –según cuentan en la Rosada– un fuerte entredicho. Lo que sucede es que también hay desconfianza en la orden de allanamiento, por cuanto de entrada se mencionó que el motivo fue un secuestro y después la versión oficial fue que entraron a lo de doña Juana en la búsqueda de droga, que no encontraron. Las explicaciones que se le dieron al Ejecutivo no terminaban anoche de cerrar y por ello las sospechas también arreciaban respecto de Corazza. No está claro si investigadores policiales le hicieron una cama, dibujándole evidencias para que firmara la orden de allanamiento o si le dio el visto bueno a la irrupción sin saber siquiera que se trataba de la casa de la abuela de Ezequiel. Más allá del origen de la orden, ahora se investiga por qué integrantes de un cuerpo de elite de la Federal, con físicos cercanos a los 90 kilos, entrenados y con armamento de envergadura, terminaron a los golpes con una señora de 50 kilos y 72 años, dolida porque le mataron a su nieto en el Riachuelo.
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