EL PAíS
› ASUMIO AYER EL NUEVO SECRETARIO DE CULTURA, JOSE “PEPE” NUN
Una asunción plena de sonrisas
El flamante funcionario juró en la Casa de Gobierno, ante el presidente Kirchner, ministros y secretarios de Estado. Como muestra de apoyo, concurrieron también numerosas figuras del ambiente cultural. “Hay que favorecer el acceso a la cultura de la mayor cantidad de gente posible”, señaló Nun.
› Por Karina Micheletto
Tiene razón León Gieco: la cultura es la sonrisa. Al menos, eso es lo que demostraban las caras de todos los que concurrieron ayer a la asunción del nuevo secretario de Cultura, el politólogo José “Pepe” Nun, en la Casa de Gobierno. Sonrisas en las caras del presidente Néstor Kirchner, del vicepresidente Daniel Scioli, del jefe de Gabinete Alberto Fernández, de los ministros Roberto Lavagna, Carlos Tomada, Ginés González García, Horacio Rosatti, del titular de la SIDE Héctor Icazuriaga, del secretario general de la Presidencia, Oscar Parrilli. Sonrisas en las caras de los personajes de la cultura que fueron invitados –o consiguieron ser invitados– al evento. Sonrisa, finalmente, en Nun, quizás un tanto intimidado por tanto despliegue, a un costado de la fila de funcionarios. Torcuato Di Tella se fue y nadie pareció llorarlo. Ni siquiera su subsecretaria, Magdalena Faillace, la más sonriente de todas, espléndida en su tailleur naranja en primera fila.
Cuarenta y cinco minutos después de lo anunciado, las puertas del Salón Blanco de la Casa de Gobierno se abrieron para dar paso a la hilera de funcionarios y al escribano que certificaría el acto. En la sala, las figuras de la cultura se amontonaban: Eliseo Subiela, Caloi, José Pablo Feinmann, Rep, Eduardo Jozami, Juan José Camero, Omar Mollo, Pablo Alabarces, Juan Manuel Abal Medina, Horacio González. Algunos de los que llegaron más tarde quedaron parados. Otros lograron acomodarse en primera fila, junto al secretario de Medios, José Albistur, y el secretario de Cultura de la ciudad, Gustavo López. Así quedó una delantera formada por Nacha Guevara, Marta Minujin (que tuvo que pasar con la alarma del sensor de la entrada de Casa de Gobierno activada por la gran cantidad de chucherías que colgaban de su humanidad, además de su cartera-teléfono), Teresa Parodi, Alejandro Dolina y Cecilia Rossetto, que logró gestionar su ubicación tras advertir a los medios que escribieran su apellido “con doble s y doble t”. A la izquierda, la guardia tanguera acomodó a Mariano Mores, Amelita Baltar y Leopoldo Federico. Además de las salutaciones de todos los que lograron acercársele tras el acto, Nun recibió una carta con la adhesión de la totalidad de los secretarios de Cultura provinciales.
Esta vez no hubo discursos. Con formalidad protocolar, el escribano leyó el decreto 1634, que ordena el nombramiento. José Nun juró desempeñar su cargo con lealtad y patriotismo, cumplir y hacer cumplir con la Constitución. Firmas, abrazo entre Kirchner y el flamante secretario, más sonrisas. Después –sólo después de que el Presidente se hubiera retirado–, apertura del corralito que separa a la prensa y un consejo del personal de Prensa de Casa de Gobierno al atribulado Nun: “Hágase un tiempo para ir a un costadito y responder a las preguntas. Si no, va a empezar mal”. Nun accede y repite que cuenta con el compromiso y la palabra del Presidente y del jefe de Gabinete para dar prioridad al área de Cultura, recuerda que su asunción se produce al año y medio exacto de la de Kirchner y enumera sus metas: “Favorecer el acceso a la cultura de la mayor cantidad de gente posible”; “dar empuje a las industrias culturales, con la certeza de que la cultura también puede ser una fuente de ingresos”, entre otras. Para explicar su concepción sobre la relación entre pobreza y cultura –relación que resultó fatal una vez explicitada para Di Tella– recurre a una anécdota que involucra al Banco Mundial y a los campesinos pobres de un remoto país subdesarrollado. “El Banco Mundial les envió dinero pensando que lo invertirían en sembrar arroz. Pero ellos lo usaron para remodelar el templo. Cuando les preguntaron por qué habían hecho eso, ellos explicaron: ‘Si los dioses no nos protegen, es inútil que cultivemos arroz’”. El notero ingenioso de CQC, mientras tanto, descubre que la corbata de Alberto Fernández está estampada con... pingüinitos. Como en toda caída anunciada, muchos de los presentes traen levantado el dedo indignado sobre el árbol caído. No es el caso de Nun, quien prefiere recordar a Di Tella como “alguien que aportó su granito de arena a la cultura”.
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