Dom 28.11.2004

EL PAíS  › REPORTAJE AL COMISARIO BRITANICO QUE CONTROLA A 140 MIL POLICIAS

“Lo peor ante una protesta es usar armas”

De visita en Buenos Aires por invitación conjunta de la embajada británica y el CELS, Keith Povey, el jefe del departamento que controla a todos los policías del Reino Unido, explicó a Página/12 por qué los delitos con armas son menos del 2 por ciento y cuál es la clave para evitar una fuerza policial corrupta.

› Por Martín Granovsky

El cargo suena con alguna pompa: inspector jefe de la policía de Su Majestad. De 61 años, Keith Povey ostenta, además, el título de Sir. Pero su trabajo es terrenal, porque inspecciona las 44 fuerzas policiales del Reino Unido, un país donde los crímenes con armas son raros porque la tenencia está prohibida y la policía no las usa.
–¿Cuál es el símbolo que usted y la gente prefieren? ¿El bobby, el vigilante de la esquina o el comando de Los profesionales?
–La percepción popular no dudaría: el bobby. Y la patrulla sin armas.
–¿Tampoco usan armas en las manifestaciones?
–No. Usan escudos. Tienen entrenamiento. Forman un cuerpo especial.
–¿Por qué no usan armas?
–Porque es lo peor que uno puede hacer ante una protesta. Las manifestaciones son momentos de tensión, y la posibilidad de abrir fuego agrega más tensión a un clima ya de por sí complicado.
–¿En qué consiste su trabajo diario?
–Soy jefe de un ente que es responsable de inspeccionar a 44 fuerzas policiales en Inglaterra, Gales e Irlanda del Norte.
–Pero usted ya no es policía.
–No, me retiré como oficial jefe (equivalente de comisario general) en 1997 y fui designado en el departamento de inspección. Reportamos al secretario del Interior.
–¿Por qué eligió ser policía?
–Eso fue hace 42 años.
–Pero obviamente lo recuerda.
–La policía en Inglaterra y Gales es una vocación. Uno elige serlo porque decide contribuir a una tarea común.
–¿Por qué policía y no diplomático?
–Tengo que ser cuidadoso porque delante nuestro hay uno. El policía hace una contribución más pragmática.
–Bien. Usted no es un diplomático.
–No. Fui policía durante 35 años.
–Cuando dejó la policía, ¿cuál era su evaluación de las fuerzas y sus problemas?
–Pasé a retiro para buscar este trabajo. Ya había pasado por todos los grados y tenía una idea bastante buena de qué cosas funcionan y qué cosas no. Este trabajo es exactamente inspeccionar las fuerzas para ver qué cosas andan. Cuando no andan, uno recomienda políticas.
–¿Qué cosa no funcionaba cuando usted dejó el servicio activo?
–El delito estaba creciendo rápidamente. En ese momento llegó el nuevo gobierno y puso el ojo en el tema. En los últimos siete años el delito bajó un 3 por ciento.
–¿Bajó por la economía o por la policía?
–Hay muchas razones. Una fue la preocupación, asumida por el gobierno, sobre tres áreas: el robo en la calle, el robo violentando casas y el robo de vehículos. Se le dieron más recursos a la policía y se reforzó la acción de otros ministerios: los que tenían que ver con políticas sociales, educación... Muchas cosas sucedieron al mismo tiempo.
–¿Y en porcentajes?
–Lo que usted pregunta, de hecho, es la causa del delito, y frente a las causas del delito siento que no puedo ser justo si señalo un factor. Uno dirá que es el desempleo. Otro hablará de la estigmatización de gente candidata a un trabajo. O pobreza. ¿Quién puede sacar una conclusión única?
–Cuando usted se refería a cosas que funcionaban y cosas que no funcionaban, ¿a qué se refería?
–Le aclaro antes una cosa: el delito es sólo el 20 por ciento del trabajo policial.
–¿En qué se va el otro 80 por ciento?
–En contribuir a la cohesión social, en proveer un servicio de 24 horas de cercanía con los ciudadanos, en que el policía sea la primera persona a la que los miembros de la comunidad recurren ante cualquier emergencia. El policía apoya a la comunidad. La comunidad se apoya en el policía. Y eso funciona. Mi papel como inspector no es dictar un estilo de ejercer la función policial en todo el país. Es fijarme qué pasa en un área determinada teniendo en cuenta las prioridades establecidas con anterioridad. Obviamente, el respeto a los derechos humanos da un marco general a toda la actividad.
–¿Hay grandes diferencias entre un área u otra?
–No, pero puede haber escalas y políticas diferentes. En un lugar puede tenderse a que la comunidad sepa los nombres del policía y tenga su número de teléfono celular. En otro sitio puede usarse la técnica de la patrulla permanente. No hay un modelo perfecto. Hay una amalgama.
–¿Tienen un índice alto de corrupción en la policía?
–No.
–¿Por qué no?
–Nunca fue un problema. Hubo casos, como en cualquier país, pero no es tema estructural, sistémico, sino individual. Y esa característica se ve subrayada por la seguridad de que el que cometa un delito será acusado por sus propios colegas.
–¿Usted tiene un papel específico en esas investigaciones?
–No. No soy el jefe de Asuntos Internos. Mi trabajo es asegurar que Asuntos Internos trabaje bien.
–Usted es Asuntos Internos de Asuntos Internos.
–Algo así.
–Bien. La corrupción no es un problema. ¿El respeto a los derechos humanos es un tema?
–No en el sentido en que lo es en la Argentina. Hay muchos mecanismos de control. Hay una comisión ante la que cualquiera puede quejarse. Si usted se queja de que un oficial lo asaltó, esto será investigado por un cuerpo secreto. Irá a la comisaría, observará el lugar de cerca, practicará interrogatorios y buscará la forma de restablecer la disciplina.
–¿Es parte de la policía?
–No. Es un cuerpo independiente. El jefe es sugerido por el secretario del Interior, pero ni siquiera él puede entrometerse.
–¿Está formado por abogados o policías?
–Hay algunos retirados, pero no la mayoría. Es gente con habilidad para investigar y para auditar. Otra cosa que tenemos, de la que ustedes carecen en la argentina, es lo que llamamos Autoridad Policial. Es un cargo electo al que debe rendir informes el jefe de policía de cada lugar. También hay representantes de la comunidad, voluntarios, que tienen el derecho de ir a cualquier comisaría en cualquier rincón, hablar con los arrestados, preguntarles cómo fueron tratados. Hay tantos mecanismos de control que resulta difícil comportarse sin honorabilidad.
–¿Cuántos policías hay en Inglaterra y Gales?
–Unos 140 mil.
–¿Son suficientes?
–Son más de los que hubo nunca. Y sí, son suficientes.
–La droga, el lavado de dinero y el crimen organizado, ¿son un problema dentro de las fuerzas policiales o para las fuerzas policiales?
–Para. No dentro.
–O sea: usted no tiene trabajo.
–Tengo, pero otro. Mi problema es la eficacia.
–¿Cómo la mide?
–Cada fuerza tiene objetivos mensurables y tiempo fijado para cumplir con esos objetivos. Y siempre la eficacia debe darse dentro de un marco dehonestidad. De todos modos, no diré que Inglaterra y Gales es el reino de Utopía. Simplemente, no sufrimos el problema de la corrupción en el modo estructural en que usted parece plantearlo.
–Tampoco hay relaciones con mafias o bandas.
–No.
–¿Cuál es la clave de la buena relación entre la policía y los miembros de cada comunidad?
–Respeto mutuo. La gente nos cree. Según las encuestas, la satisfacción respecto de nosotros llega al 80 por ciento. Somos un reaseguro. Eso significa ver el uniforme de un oficial cuando patrulla.
–¿Qué es lo más importante? ¿Patrullar, investigar, estar?
–No hay respuesta única. Sin duda hace falta tener una presencia visible. Pero no alcanza la visibilidad si el policía no es accesible cuando alguien quiere hablar con él o pedirle cierta información.
–¿Por qué la gente cree en un 80 por ciento?
–Habría que remontarse al siglo XVI o a la policía moderna fundada en 1821. Se trata de una larga historia de trabajo con las comunidades y de una creciente posibilidad de ser controlados. Incluso los oficiales que están a cargo del patrullaje mantienen reuniones y escuchan los reclamos y los pedidos de la gente.
–¿Cuánto gana un agente de policía con tres o cuatro años de antigüedad?
–Dos mil libras por mes. Más o menos como un docente. Más que una enfermera. Menos que un médico.
–¿Hay quejas?
–Por supuesto. ¿Quién no quiere ganar más? Pero son salarios razonables.
–¿Es un punto importante?
–Sí. Hace atractivo el trabajo. Da seguridad. Y a los 30 años uno gana una jubilación interesante.
–¿Cuáles son los requerimientos básicos para ser policía?
–Hablar, caminar y respirar al mismo tiempo. Hay un examen de ingreso intelectual y físico. Obviamente hace falta carecer de antecedentes criminales. Después uno entra en un período de entrenamiento y prueba al mismo tiempo que dura dos años, con exámenes y cursos permanentes. Uno de los criterios a los que apuntamos como requisito últimamente es lo que llamamos “diversidad”. Se trata de la capacidad de relacionarse con gente distinta. Si no la demuestra, queda fuera de la policía.
–¿Es por los inmigrantes?
–En parte. Muchos inmigrantes se integran permanentemente, y debo decir que los musulmanes, por ejemplo, hicieron un gran aporte a nuestro país, y aportaron sus valores. Pero no hablo solamente de inmigrantes. También por los gays, o por cualquier minoría. Hay diferentes agendas y diferentes minorías, pero la base es respetar al que está delante tuyo. Si uno quiere ser verdaderamente serio y garantizar que lo respeten, ese comportamiento tiene que ser recíproco.
–¿Inglaterra es más o menos violenta hoy?
–A ver: la violencia es un problema, cuando paradójicamente los índices de delincuencia están bajando.
–¿La violencia incluye el homicidio?
–No. Básicamente es la pelea callejera. Lo que pasa a veces cuando la gente joven se junta a beber y se pone violenta.
–¿Por qué el homicidio no es un problema?
–Porque las leyes sobre armas son durísimas. Nadie puede tener un arma de puño. El delito con armas no llega al 2 por ciento.
–¿Por qué?
–Es parte de la cultura. Inglaterra es el único país de Europa en el que la policía patrulla sin armas. Los contrabandistas intentan introducir armas, pero sin éxito. Vienen de Europa occidental y de Europa oriental.
–¿Cuántos homicidios hay por año?
–Unos mil al año para una población de 60 millones. Si estuviera aquí el jefe de la policía de Londres, que representa un cuarto de la fuerza policial de todo el país, le diría con orgullo que resuelve el 92 por ciento de los homicidios. Ayudan la capacidad científica, la realización de exámenes de ADN y la existencia en Londres de miles de cámaras de TV que captura todo lo que sucede. Además, como el delito con armas no es común, hasta los delincuentes dan información sobre quién actúa armado.
–¿Por qué lo hacen?
–Porque ése no es el modo de cometer un delito.
–Cuidan su negocio.
–En parte sí. Y en parte porque cada vez que se comete un homicidio el nivel de recursos puestos en la calle por la policía es monstruoso. Los delincuentes no armados seguramente temen tamaño despliegue.
–¿El servicio de inteligencia criminal es fuerte?
–Muy fuerte. Hay una dirección nacional. Y ahora se está formando un cuerpo nacional de cinco mil agentes para combatir el crimen organizado, con cierto parecido al FBI, que empezará en el 2006. El cuerpo es nuevo, pero en rigor sumará a cuerpos ya existentes actualmente, dedicados específicamente a impedir el tráfico ilegal de personas o el contrabando.

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