EL PAíS
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¿Hay ganado de sobra?
Por Héctor Timerman
Mientras los familiares comienzan el luto por tanta muerte injusta, como lo es la muerte de todo joven, es necesario preguntarse si el dolor se convertirá en esa bronca y militancia que produce un cambio en la sociedad o si todo seguirá igual.
Luego de la dictadura, y con más de 20 años de democracia, sería otro gran fracaso que todo termine en un escándalo mediático o una pelea política de baja estofa.
“La negligencia de los dueños con relación a la seguridad de sus empleados es absolutamente criminal. Uno de ellos a quien le recomendé instalar sistemas contra incendio en su fábrica me contesto: Que se quemen. Hay ganado de sobra.”
Así recuerda el dirigente sindical norteamericano Samuel Gompertz el incendio de la Triangle Factory ubicada en el Greenwich Village de Nueva York que el 25 de marzo de 1911 terminó con la vida de 146 jóvenes inmigrantes que trabajaban en condiciones inhumanas. También ahí, como en Buenos Aires, las puertas de emergencia estaban cerradas. Para que no se escapen antes de hora y ser revisadas por los guardias. Que paguen con su vida, pero que no se roben una camisa en Nueva York o una entrada en Buenos Aires. Porque eso es lo que según el tarifario valen ciertas vidas.
Aquellas jóvenes obreras, inmigrantes que apenas hablaban el idioma, no son muy diferentes de los jóvenes argentinos desclasados y excluidos víctimas de las políticas de los ’90.
Largas marchas de protesta fueron organizadas en homenaje a las obreras de Nueva York y en un testimonio dejado por una compañera se lee: “Nunca vi una marcha tan impresionante: y no es únicamente por las 146 obreras muertas en el incendio. La marcha es porque cada año más de 50.000 trabajadores son asesinados, 136 cada día; casi tantos como los que murieron hace unos días; y porque lentamente, muy lentamente se está despertando la conciencia que ciertas cosas deben cambiar”.
¿Cuántos mueren en la Argentina cada día en situaciones que deben cambiar?
Van a la muerte en colectivos destartalados manejados por choferes obligados a trabajar a destajo. Trabajan, los que tienen un empleo, en negro, sin derechos sociales, por un salario que no alcanza para nada. Se mueren en hospitales que carecen de medicamentos básicos que sobran en cualquier farmacia si uno tiene el dinero para pagarlos.
Los chicos ofrendados en el altar de Cromañón son la tragedia de la cual habla el gran rabino de Inglaterra Jeffrey Sacks, cuando predica que, a menos que hagamos algo, en una sociedad de consumo el poder lo detentan quienes tienen capacidad de consumir.
A los chicos de Cromañón y a las obreras neoyorquinas su poder de consumo no les alcanzó para vivir.
La comisión sindical que investigó la tragedia del Triangle Factory dice en un párrafo: “No importa la sanción de nuevas leyes, ni los presupuestos de las agencias encargadas de supervisar, tampoco importa que se nombren cientos de inspectores, las condiciones en las fábricas y talleres siempre serán peligrosos hasta que los propios trabajadores tomen conciencia de los problemas que los atañen y los conviertan en demandas fundamentales dentro de sus plataformas económicas y políticas”.
Los compañeros de las jóvenes obreras se apoyaron en la desgracia para dar impulso a uno de los movimientos de trabajadores más poderosos de la historia.
¿Cuál será la conclusión del informe del incendio en Ecuador y Bartolomé Mitre?
¿También nosotros diremos que sobra el ganado en la Argentina? O tal vez finalmente entendamos que más que inspectores, para poder vivir la respuesta pasa por la política. Como siempre.