Lun 10.01.2005

EL PAíS

“El tema es pasar de la fuerza social a la política”

El politólogo brasileño Emir Sader habla del presidente Lula da Silva, Kirchner, el Frente Amplio y de las tareas de construir una nueva izquierda en Latinoamérica.

› Por José Natanson

Politólogo y filósofo, Emir Sader es una de las figuras más prestigiosas del pensamiento de izquierda brasileño. Ex presidente de la Asociación Latinoamericana de Sociología (ALAS), Sader es profesor de la Universidad de San Pablo y de la Universidad del Estado de Río de Janeiro, donde coordina el Laboratorio de Políticas Públicas (ver recuadro). Suena amable cuando atiende el teléfono en su casa de Río para un largo diálogo con Página/12 sobre las alternativas de la izquierda en Latinoamérica, los caminos del Mercosur y las políticas del gobierno de Lula, de quien Sader se alejó definitivamente a raíz de lo que considera “una conversión política gravísima” al neoliberalismo.
–¿Qué posibilidades hay para construir una nueva izquierda en Latinoamérica?
–Existen muchas fuerzas sociales, muy movilizadas y en muchos países. La dificultad más grande es cómo pasar de la fuerza social a la fuerza política. Hay modelos como el de Brasil, donde se ha dado una especie de delegación de las fuerzas sociales a la dirección política. No podría decir si pasará lo mismo en Uruguay, pero la perspectiva es parecida. Hay casos como el de México, donde el movimiento social se regionalizó, se replegó a las reivindicaciones más sectoriales y no se plantea como alternativa general. Habría que ver qué va a pasar con el PRD, pero hoy por hoy el movimiento social evidentemente no se tradujo en una fuerza política nacional en México. El ejemplo más dramático es el de Ecuador, donde los movimientos sociales llegaron dos veces a la puerta del Palacio y delegaron en las fuerzas políticas.
–¿La idea es que posible una izquierda potente desde el punto de vista social y cultural, pero no desde el punto de vista político?
–Condiciones para una izquierda política hay. Actualmente se observa una retracción del prestigio norteamericano en la región, un agotamiento del modelo neoliberal y la instalación de algunas fuerzas nuevas en el gobierno. Nunca hubo un momento tan bueno. El problema es que las trampas del mercado han envuelto a esas fuerzas políticas, empezando por Brasil y por Argentina, impidiendo que esas movilizaciones sociales tan importantes se transformen en fuerzas políticas. En este sentido, la conversión política del PT es gravísima por lo que representó como alternativa partidaria de izquierda para la región.
–¿Qué es ser de izquierda hoy?
–Es ser antineoliberal. Y estratégicamente es ser anticapitalista.
–¿El neoliberalismo sigue vivo?
–Sí. Como ideología, como sistema político, sigue vigente. Es el blanco fundamental para reconstruir el tejido de la izquierda en América latina. Esto implica imprimirle a la lucha antineoliberal una dinámica que vaya más allá de la crítica al libre mercado, que implique una crítica a la mercancía y al sistema.
–¿Es un planteo igualitario?
–No necesariamente, pero sí redistributivo, que avance en combatir la desigualdad y sobre todo en la universalización de derechos, con el Estado cumpliendo un papel fundamental.
–Los gobiernos que están en el poder en el Cono Sur, Lula en Brasil, Néstor Kirchner en la Argentina y el socialismo en Chile, ¿están a medio camino entre el neoliberalismo y un nuevo tipo de izquierda? ¿Implican una ruptura? ¿Son neoliberales?
–Chile está profundamente integrada al neoliberalismo. Uno de los aspectos más dramáticos de este año que termina es la firma del acuerdo bilateral entre Chile y Estados Unidos, algo vergonzoso que compromete de manera terrible el futuro de ese país. Es una adhesión doctrinaria, ideológica, al libre comercio.
–¿Y Lula?
–Está buscando la cuadratura del círculo: humanizar el neoliberalismo, darle prioridad a lo social. Su viaje de hace dos años a Davos se confirma ahora. Anuncia que va a ir a Davos y ni siquiera va a ir a Porto Alegre. No se puede contar con su voluntad para el cambio. En cuanto a la Argentina, yo no podría hablar con tanta seguridad sobre Kirchner, aunque sí diría que se ve una distancia entre las intenciones y los gestos, que van en diferentes direcciones. El lugar de América latina en que los derechos sociales avanzan es Venezuela. Por supuesto, esto es posible por un factor muy específico, que es el petróleo en alza. Pero hay una voluntad política de darle prioridad a lo social.
–Pero la política de Venezuela no fue de ruptura: no cortó el vínculo con los organismos internacionales y sigue vendiendo su petróleo a Estados Unidos.
–Bueno, seguir vendiendo el petróleo a Estados Unidos es un elemento de fuerza, no de debilidad. Es cierto que no hay una ruptura, pero sí acciones importantes tendientes recomponer el tejido social. Hay una promoción de los derechos sociales como nunca hubo en ese país. Lo que pasa es que la miseria, a pesar de la riqueza del petróleo, es enorme. Hay que tener décadas de políticas sociales para conseguir avances significativos. Es un camino largo, que requiere la continuidad de las políticas.
–A pesar de lo que usted dice, algunos de estos países lograron buenas performances macroeconómicas. Brasil, por ejemplo, va a cerrar el año con un crecimiento cercano al 5 por ciento.
–Sí. Pero la característica es que el crecimiento se hace reafirmando el reciclaje de las economías latinoamericanas a modelos de tipo primarioexportador. La soja es la gran estrella, hasta en Uruguay. Esta es una de las razones por las que el crecimiento no se traduce en expansión social. Brasil creció luego de dos años de estancamiento, aunque todavía no alcanzó los niveles de hace tres años. Pero creció con un salario brutalmente bajo, no hubo una redistribución, ni un aumento de las rentas en dirección al consumo popular. En Chile pasa lo mismo: más de la mitad del PBI está vinculado al comercio exterior. Entonces, si bien hay crecimiento, está desvinculado de la promoción social interna.
–¿Cree que Lula va a conseguir la reelección?
–Es el favorito. No por la situación económica, sino porque la oposición no logra unificarse detrás de un líder.
–Usted dijo que el envío de tropas a Haití iba a terminar mal. ¿Cree que fue un error?
–Sí. Argentina y Brasil supusieron que habría ayuda económica, pero no está llegando. Entraron a una trampa y ahora tienen una bomba en sus manos. Veo una crisis abierta de la intervención. No llegan más tropas y no llegan recursos. No se puede seguir como se está hasta ahora. El efecto de la llegada de las tropas norteamericanas y francesas se agotó y ahora se enfrenta la realidad dura y cruda de un país en descomposición, un gobierno norteamericano que no le da importancia a América latina y menos todavía a Haití. Lo mismo con Francia. Va a haber una elección, que puede ser tan falluta como la de Afganistán.
–¿La solución es que las tropas argentinas y brasileñas se vayan del país?
–Salir sin una alternativa es dejar el país librado a la descomposición, o permitir que vuelva la intervención norteamericana. Eso no puede ser razón para seguir haciendo el papel de tropas de invasión. La alternativa tiene que ser retirar a las tropas con orientación a una asamblea constituyente que posibilite una salida democrática, un camino que no ha existido hasta ahora.
–¿Qué rol puede cumplir el Mercosur en la construcción de un consenso posneoliberal en Latinoamérica?
–Este año fue desastroso para el Mercosur, por lo que no se hizo. Era un año de reflujo de la presión norteamericana. Estados Unidos vivió un año electoral, la ofensiva del ALCA se atrasó y se pasó para 2005. Pero nuestros gobiernos, en lugar de avanzar en el Mercosur, quedaron presos delos intereses corporativos, de las grandes empresas y sus asociaciones, que frenaron este proceso de profundización. Fue una pelea de intereses sectoriales, una disputa por un poco más de mercado para uno u otro lado. Ellos no quieren la integración. Buscan mercados, con un criterio economicista estrecho, basado en las ganancias y la rentabilidad de las grandes corporaciones, que son las que han comandado el proceso de integración hasta ahora.
–¿El proceso tendría que guiarse con un planteo político?
–Sí.
–¿Cómo?
–Con la construcción de un Parlamento, una moneda del Mercosur, con la integración cultural e institucional. Pero de eso se habla poco. Hay muchas reuniones y pocos avances. La perspectiva es preocupante. El Mercosur no aprovechó la circunstancia histórica de 2004 para profundizar la integración y ahora tiene que enfrentar una ofensiva fuerte del ALCA. La política norteamericana es doble. Por un lado, la expansión imperial para conquistar espacios y territorios. Por otro, el desarrollo de su libre comercio. Eso, en América latina, implica avanzar en acuerdos bilaterales con países. Ahora, con un nuevo mandato y la legitimidad interna renovada, el gobierno de Estados Unidos puede retomar la ofensiva por el ALCA. El riesgo es que el Mercosur no esté lo suficientemente consolidado como para enfrentar ese desafío.

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