EL PAíS
› ESCRITO & LEÍDO
Desarrollo sin receta
Por José Natanson
“La economía argentina constituye uno de los casos más contradictorios de la experiencia económica contemporánea. Pese a contar con todas las condiciones que se consideran necesarias para un desarrollo acelerado y autosuficiente, el aumento de la producción a partir de 1948, apenas ha alcanzado para compensar el incremento de la población y las condiciones de vida de amplias capas sociales no han experimentado ningún avance o, más aún, se han deteriorado”. Aldo Ferrer escribía esto en 1962, en el prefacio de la primera edición de La economía argentina, un libro que ha vendido más de 100 mil ejemplares, que ya lleva 30 reimpresiones y cuya edición corregida y actualizada distribuye en estos días siglo XXI.
Siguiendo los célebres trabajos de Celso Furtado sobre la economía brasileña, Ferrer explica que es imposible lograr una comprensión adecuada de las causas del estancamiento sin rastrear sus raíces históricas. Comienza entonces con el análisis de las economías regionales de subsistencia (entre el siglo XVI y fines del siglo XVII), caracterizadas por la coexistencia de diferentes complejos económico-sociales, que producían básicamente para el consumo interno. La segunda etapa, desde fines del siglo XVII hasta 1860, es una transición a la consolidación de una economía primaria exportadora, de 1860 hasta 1930. Allí comienza una cuarta etapa, de “industrialización inconclusa”, hasta que el golpe de 1976 inaugura el ciclo neoliberal. Ferrer sostiene que la crisis del 2001 implicó un quiebre con este esquema y dio comienzo a una nueva etapa.
Escrito en tono ameno, el libro recorre la accidentada historia económica de la Argentina con una idea que cruza todos los capítulos: el desarrollo –afirma el autor– no es una receta que se pueda importar sino el resultado de un proceso de largo plazo asentado en la trayectoria histórica de un país. Sin caer en una mirada excesivamente economicista, ni sobrecargar las explicaciones, con datos innecesarios o saturarlas de tecnicismos incomprensibles, Ferrer busca conexiones, vincula los avatares económicos con los sucesos políticos, trata de insertar los cambios nacionales en los diferentes contextos mundiales y de comparar la situación local con la de los países vecinos.
Su fortaleza es también su debilidad. Podrían haberse precisado algunas definiciones y desarrollado más ciertos períodos, especialmente en el final: si la crisis del 2001 significó, como se afirma, un cambio de una magnitud tal que habilitó una nueva etapa en la historia económica nacional, el relato y el análisis podrían haberse profundizado, agregando más datos y explicaciones. Además, hubiera sido interesante que Ferrer agregara bibliografía al pie de página que orientara al lector que busca ampliar diferentes temas.
Algo similar ocurre con la “densidad nacional”, un concepto acuñado por Ferrer, que tituló así el libro que publicó en la colección “Claves para todos”, que dirige Pepe Nun. La idea es que el desarrollo de un país es consecuencia de la capacidad para dar respuesta a los desafíos y oportunidades de los cambios en la globalización. Y que las naciones que lograron desarrollarse fueron aquellas que avanzaron en una integración de la sociedad, contaron con liderazgos que buscaron acumular poder dentro del espacio nacional, y mantuvieron cierta estabilidad institucional. Aunque interesante, el concepto merece un desarrollo más profundo, con ejemplos que ilustren las hipótesis y algunas aclaraciones.
Al margen de estas cuestiones, el libro constituye un valioso ejemplo de análisis económico, a cargo de un autor que tiene probadas credenciales: ex ministro de Obras Públicas y de Economía de la Nación, ex titular del Banco Provincia, fundador del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, el incansable Ferrer es un académico reconocido, profesor universitario y autor de más de 20 libros. La reedición de La economía argentina, su obra más famosa, es bienvenida en un momento de discusión y de definiciones económicas como éste.