La audaz jugada del Gobierno con las privatizadas eléctricas y con la encargada del servicio de agua potable y cloacas tiene dos motivos:

1. El mediático: responder al hastío de los usuarios por los reiterados cortes en el suministro.

2. El político: reaccionar a las fuertes presiones que ejercen las empresas, vía el FMI, G-7 y los propios gobiernos de las casas matrices, en la negociación por los nuevos contratos.

Respecto de la primera cuestión, las privatizadas encargadas de servicios esenciales para la población tienen reacciones propias en cada una de las estaciones del año. Llega el invierno y no hay gas. Llega el verano y no hay luz ni agua. Los argumentos son conocidos: pico de demanda, ola de calor/frío inédita, nunca hubo tantos días de temperaturas tan elevadas/bajas, hay muchos más aire acondicionados/estufas funcionando. Otra forma de ver las cosas podría ser: no hubo suficientes inversiones ni se realizó el mantenimiento adecuado para previsibles situaciones estacionales críticas.
En relación al aspecto político, un protagonista de este conflicto resumió la estrategia de las multas: “Es cantar truco en la primera mano en la mesa de negociación”. Con Aguas Argentinas, un sector del Gobierno está fastidiado por las asfixiantes presiones de Francia a favor de la empresas, así como también por las desopilantes exigencias de la compañía para firmar un nuevo contrato. En tanto, con Edesur (española) y Edenor (francesa), el Gobierno quiere que firmen un acta-acuerdo similar al definido con Edelap (estadounidense), aspiración que esas dos empresas no tienen la menor intención.
La carta de las multas & afines tiene un tono entre intrépido e insolente ante el inminente encuentro de Néstor Kirchner con Jacques Chirac (el miércoles próximo) y con José Luis Rodríguez Zapatero (el martes 25 de este mes). Habrá que esperar, entonces, cuál será la baraja que descubrirá el contrincante.