EL PAíS
› OPINION
El acusado y los elementos del juicio
› Por Raúl Kollmann
En la Casa Rosada siempre anduvo rondando la siguiente historia:
El gobierno de Carlos Menem se había comprometido a venderle tecnología atómica a Irán en los años 90. Las negociaciones se hicieron a través del hombre que manejaba los hilos en este terreno: Alfredo Karim Yoma. Ayer, el coronel retirado Jean Charles Uranga confirmó en una entrevista con La Nación que el cuñado presidencial manejaba esos negocios en el más absoluto de los secretos y al margen de cualquier control.
Lo cierto es que el envío de material nuclear no sólo se había acordado sino que fue puesto en un buque con destino a Teherán. “Se imagina que Irán, que tiene todo el petróleo del mundo, no andaba necesitando tecnología nuclear para producir energía”, ironizaba ante este diario un habitué de la Rosada. Sin embargo, cuando el barco estaba por partir, llegó una orden del Ministerio de Economía, entonces a cargo de Domingo Cavallo, frenando el envío. Quienes relatan la historia juran y rejuran que la advertencia le llegó a Cavallo desde Washington y frustró el negocio y las coimas que estaban en marcha.
La hipótesis que se cae de madura es que el atentado contra la AMIA fue una represalia por aquella traición, así como hay otras hipótesis que apuntan a una venganza por haber interrumpido el proyecto del misil Cóndor .-que se hacía en sociedad oculta con Siria.- o por los fondos aportados por Libia a la campaña electoral de Carlos Menem.
Sea como fuere, en la jornada de ayer del juicio oral y público por el caso AMIA, esas hipótesis volvieron a sobrevolar la escena. En concreto, en dos puntos bastante imprecisos:
u Carlos Telleldín mencionó un papel que supuestamente se encontró en su casa con el teléfono de la Embajada de Irán. El Enano, como le dicen a Telleldín, sostiene que el juez Juan José Galeano o la SIDE le plantaron ese papel, o sea que se lo colocaron para incriminarlo en una de las hipótesis. Habría que decir aquí que es cierto que la investigación estuvo plagada de maniobras y también parece contra la lógica que si Telleldín fue parte del grupo terrorista, es decir un superconspirador, haya dejado tirado un papel con el teléfono de los iraníes. El papel, por sí mismo, no dice gran cosa, pero queda allí como elemento a tener en cuenta.
u Está también el inexplicable viaje de Telleldín a Misiones, enseguida después del atentado. El dice –y lo repitió ayer– que tomó el primer micro que salía para cualquier lado, una historia difícil de creer. Un hombre avezado como él es poco probable que haga 1200 kilómetros sólo para alejarse de una persecución policial porque doblaba autos. La hipótesis es obvia: quien dice Misiones –aunque sea Posadas– dice la Triple Frontera, células fundamentalistas y la posible zona donde se planificó el atentado. Hay que reconocer que ese viaje, por sí mismo, no dice gran cosa, pero queda allí como elemento a tener en cuenta.
Hay una cuestión de la que ayer no se habló pero que también resulta clave. El 10 de julio de 1994, el día en que se entregó la camioneta supuestamente a los policías, hubo una llamada desde el celular de un personaje llamado Alberto Kanoore Edul a la casa de Telleldín. Ni Kanoore Edul ni Telleldín dieron explicación alguna a esa comunicación y más bien Edul exhibió contradicciones. Lo concreto es que Kanoore Edul era por entonces un personaje de la comunidad siria, más precisamente de los nacidos en Yabrud, como Monzer Al Kassar o los propios Yoma y su padre era un muy buen amigo de Carlos Menem. Esa llamada es un dato importante en la causa judicial, un dato objetivo, y muchos dicen que cuando se llegó a ese punto de la investigación empezaron las presiones para torcer el rumbo. Se buscaron culpables en otro lugar, empezando por un grupo de carapintadas, después otro de libaneses paraguayos y así sucesivamente, en tanto que a Kanoore Edul lo investigaron con cuatro años de atraso.
La comunicación Kanoore Edul-Telleldín no dice nada por sí sola, pero queda allí como elemento a tener en cuenta. La catastrófica investigación del caso AMIA realizada por el menemismo, la SIDE, las fuerzas de seguridad y el juez Galeano nunca consiguió atar los cabos sueltos. De todas maneras, la aparición de Telleldín ante el tribunal oral merece que al menos le hagan unas preguntas sobre esos hechos que parecen aislados, que no dicen nada por sí solos, pero que quedan allí como elementos a tener en cuenta.