EL PAíS
› OPINION
Politizar está bien
Por Eduardo Aliverti
Hay algunas cosas que, desde Cromañón, más que políticamente incorrectas parece que son un atentado a criterios progresistas, al dolor de las víctimas y a la macro-comprensión ideológica de lo sucedido. La verdad no siempre es revolucionaria, pero a veces o muchas veces sí. Y frente a lo vivido se impone revolucionar o aunque sea revulsionar conciencias porque de lo contrario, como de hecho sucede, claro (¿claro?), desde antes de Cromañón, seguirá habiendo Cromañones de tipo diferente, pero no distinto. Las 192 muertes por negligencia estatal y social son diferentes a una, diez o veinte muertes por negligencia estatal y social. No distintas. Porque una, diez o veinte muertes sólo estipulan, en tópicos como éstos, una diferencia numérica. No una distinción de género de análisis. En Keyvis, el boliche de Olivos, en 1993, un incendio provocó una veintena de muertos, y hoy no hay un sólo culpable condenado, y la causa judicial está paralizada. ¿Los muertos de Keyvis y los de Cromañón son distintos en qué? ¿Los de la fábrica militar de Río III y los de Cromañón son distintos en qué, si de corrupción asesina se trata? Si es por falta de control y seguridad, ¿los mineros muertos en Río Turbio son distintos en qué respecto de Río III? ¿Y quién se acuerda de esos muertos? Nadie, porque lo que importa es la cifra y el paso del tiempo. No el razonamiento acerca de un sistema, ni la memoria acerca de un sistema. Cromañón durará más que Keyvis, en el recuerdo colectivo, porque fueron alrededor de 200 contra “sólo” casi 20. La AMIA otro tanto, porque fueron casi 90 contra casi “sólo” 30 de la Embajada de Israel. Y así. Eso, sólo eso, ya involucra de lleno a ciertas características populares mucho más trascendentes que el delincuente de Chabán o los patéticos legisladores porteños, entre otros especímenes.
En esa ruta, la invitación es sacarse las etiquetas y los prejuicios o, mejor, usarlos para doblarles la apuesta. Pero no desde el lugar de a ver quién es el que la tiene más larga para provocar la renuncia de un funcionario. Desde otro lugar.
¿Es de derecha decir que da asco escuchar a los unos y a los otros huir despavoridos de la acusación de querer “politizar las muertes”? No: lo que es de derecha es no politizarlas, porque son muertos profundamente políticos. Es profundamente político haberse enganchado en las “molestias” que causan travestis y prostitutas, y no en la falta de inspectores o en los inspectores corruptos que habilitan a la muerte. Es profundamente político que la sociedad titular de Cromañón sea un jubilado con domicilio en Uruguay. Y es profundamente político que sólo se considere político al conjunto de maniobras de oficialismo y oposición.
¿Es de derecha decir que están locos los pibes de las tribus rockeras que tiran bengalas en locales hacinados? No: lo que es de derecha es mirarlos contemplativamente, porque como víctimas de un sistema que los excluye, que no les da trabajo digno, que mira para el costado ante los embarazos adolescentes y después no deja abortar, que no les ofrece destino, no hay más que dejarlos hacer y comprenderlos. Para que terminen a la Cromañón.
¿Es de derecha decir que el rock, si es que alguna vez fue contestatario de algo, es hoy un formidable negocio de Chabanes donde la identidad consiste es ser una suerte de autómatas funcionales al sistema? No: lo que es de derecha es no denunciar ese negocio, capaz de alcanzar el estadío de que se multiplicaran las ventas de los discos y el merchandising de Callejeros, como ya se había multiplicado el apetito de borderó de ese grupo, que es bien consciente de haber tolerado alrededor de cuatro mil personas donde entraban mil, como se tolera ahora que un grueso de los grupos rockeros mantenga silencio frente a lo sucedido. Eso sí que es ser de derecha.¿Es de derecha decir que, en su dolor inconmensurable, los familiares de las víctimas, víctimas ellos mismos, son víctimas otra vez, pero ahora de quienes quieren usarlos? No: lo que es de derecha es no advertir que una cosa es lo que despierta la subjetividad del desgarro irreparable, y otra la objetividad del manejo de los buitres. Demagogizar con la tragedia que viven los familiares y elevarlos a la categoría de políticamente intocables, eso sí que es de derecha.
¿Es de derecha criticar lo que hizo la izquierda, plegándose a los macristas, votando el cuarto intermedio, habiendo arremetido con el pedido de interpelación para después no formular una sola pregunta seria, o ni siquiera preguntas? No: lo que es de derecha es quedar preso del ideologismo barato y anular el pensamiento crítico, eso sí que es de derecha.
¿Es de derecha apuntar que esta sociedad es un paraíso de truchos y coimeros, y que moralmente es intolerable la pregunta angelical de cómo a las autoridades se les escapó Cromañón? No: lo que es de derecha es hacerle el juego a la derecha al tener una visión romántica de los comportamientos populares, porque eso es una irresponsabilidad ideológica que confunde, conscientemente, los deseos con la realidad.
Hágase un esfuerzo para poner las cosas en su lugar, porque da la impresión de que están corridas.