Sáb 12.02.2005

EL PAíS  › OPINION

Dudas

› Por Raúl Kollmann

La historia oficial y el saldo del motín de Córdoba no les cierran a ninguno de los especialistas en temas penitenciarios consultados por este diario. El razonamiento de quienes conocen el mundo de la cárcel es que resulta poco creíble –o en todo caso un milagro– que con el penal dominado durante 24 horas por los presos no se haya desatado una interna feroz, con pases de factura mortíferos entre las distintas bandas que conviven allí y que, en complicidad con el Servicio Penitenciario, manejan todo tipo de comercio, desde las drogas hasta las pastillas, el alcohol y el sexo.
La respuesta de las autoridades cordobesas es ambigua. “Los únicos muertos son los ocho que se anunciaron oficialmente”, reiteraron una y otra vez.
–¿No hay fugados o desaparecidos? –preguntó anoche Página/12 a uno de los altísimos oficiales que entró al penal.
–Mire, no me hable de desaparecidos, en todo caso estarán fugados.
–¿Ustedes ya hicieron el conteo de los presos? –insistió este diario.
–No. Esta gente hace 24 horas que no come, de manera que primero les vamos a dar la cena y luego haremos el conteo.
–¿Quiere decir que todavía no saben si están todos?
–No, no lo sabemos. Pero recorrí todo el penal y le aseguro que adentro no hay muertos.
En el famoso motín de Sierra Chica de 1996, siete presos fueron asesinados en el marco de una pelea entre bandas. Siempre existió la sospecha de que los propios penitenciarios alentaron el enfrentamiento porque se querían sacar de encima a uno de los grupos. Los cuerpos de los siete asesinados terminaron incinerados en el horno de la panadería del penal, pero eso recién se supo varios días después. La historia oficial de aquella vez se parece a la actual de Córdoba: “Los internos depusieron la actitud”.
“Mire, acá no hay hornos como los de Sierra Chica”, le dijo anoche el funcionario cordobés a este diario. Sin embargo, los penitenciarios de experiencia afirman que en todos los penales hay hornos de panadería y aunque el final no haya sido tan macabro, son pocos los que creen que en la cárcel de San Martín no pasó nada.
La otra historia que no cierra es la del arreglo, casi fácil, que se logró con los presos. El hacinamiento increíble, las condiciones infrahumanas que anoche percibieron las cámaras de televisión, el maltrato a los familiares, las mafias manejadas por el Servicio Penitenciario fueron indudablemente temas que formaron parte de la negociación. Es seguro que se trató también la cuestión de los traslados: hubo dos guardiacárceles muertos –un hecho inédito en un motín–, por lo que hay sed de revancha de los penitenciarios y, si los cabecillas no son cambiados de prisión, tarde o temprano aparecerán apuñalados o colgados.
Tal vez la historia oficial sea cierta, pero los expertos no creen en ella. Al menos por ahora. El saldo del motín y la verdadera negociación se conocerán recién en los próximos días. Lo único que está claro es lo que afirma el siempre ocurrente intendente cordobés Luis Juez: “Comparado con el penal de San Martín, lo que se vio en la serie Tumberos era algo así como el shopping Alto Palermo”.

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