Dom 13.02.2005

EL PAíS  › LUCES Y SOMBRAS DEL MOTIN DEL QUE NO SE SABE NI CUANTOS MUERTOS PRODUJO

Seis claves de lo que pasó en Córdoba

Hay una historia oficial que resulta poco creíble, mucho menos que la idea de que hubo una guerra entre bandas aprobada por los guardiacárceles. Las penitenciarías, violentas y superpobladas, ya son ingobernables. El misterio del conteo final de muertos y del arreglo con los amotinados.

› Por Raúl Kollmann

1 La historia oficial: el motín fue la cubierta de un plan de fuga.
En un diálogo con Página/12 el subjefe de la policía cordobesa, comisario Iván Altamirano, hizo público lo que en el gobierno mediterráneo es la teoría oficial: “El motín estaba planeado desde hace tiempo, eso es lo que explica que con perfecta sincronización tomaron todo el penal en muy pocos minutos y la idea era que no bien cayera la noche intentar una salida masiva detrás del camión Iveco Eurocargo que sacaron por un portón de la prisión. Imagínese que detrás del camión venían unos 300 presos. Cuando les tiramos con armas pesadas, como ellos nos tiraron a nosotros, se frustró el plan y al rato nomás se dieron cuenta de que no tenían posibilidad. Había tres anillos: el primero de gente del Servicio Penitenciario, el segundo, nuestro, de la policía cordobesa, y el tercero de la Gendarmería. Era imposible que pasaran semejantes cercos, y se entregaron”. En ese intento de fuga se produjeron la mayoría de las muertes, los dos agentes penitenciarios, Andrés Abregú y Pablo Ferreira, un policía, Roberto Cogote, y tres o cuatro de los cinco presos fallecidos, Walter Romero, Juan Gabriel Rivarola, Miguel Angel Acuña, Víctor Bazán y David Alvarez.
Esta versión oficial de los hechos tiene la ventaja, para penitenciarios y policías, de que ellos actuaron en una especie de defensa propia y el peso de lo ocurrido recae en los presos.
La historia es poco creíble: el intento de fuga existió, pero –según coinciden los expertos en temas penitenciarios– todos los planes de escape en los que se utiliza como cubierta un motín consisten en intentar la fuga en los primeros minutos de la toma de la prisión. “Nadie cree que detrás de un camión se puedan escapar 300 presos –le dijo a este diario Pedro, un viejo penitenciario– y todo indica que hubo un intento de fuga, pero surgido después, bastantes horas después de que tenían el penal en su poder. Todo preso quiere fugarse, pero nunca organizan una cosa tan ostentosa, tan notoria, y mucho menos con bastantes horas de demora, cuando ya saben que la prisión está rodeada. Lo que se trata de ocultar es que el motín tiene que ver con la interna del penal, no con otra cosa.”

2 Una pelea entre presos auspiciada por el
Servicio Penitenciario
En el penal de San Martín, como en todas las del país, las bandas de matones dominan la escena. Con la protección de los penitenciarios, esas bandas manejan el negocio más rentable, el de las pastillas, y además la droga, la prostitución de presos, las salidas, los traslados, la comida y demás cosas que tienen que traer los familiares de los internos, monopolizan los teléfonos y por lo tanto los secuestros virtuales y hasta tienen poder sobre los certificados de buena conducta. Todo se paga y se les paga a los porongas. Los penitenciarios los protegen porque hacen una verdadera fortuna con los presos y, además, los matones mantienen el orden dentro de los pabellones.
Sin embargo, muchas veces dentro de los penales no hay una sino dos o tres bandas de pesados y las tensiones van creciendo. Es más, si alguna de las bandas se les empieza a hacer ingobernable a los penitenciarios, alientan a que otra banda los “ponga en caja”. Esto ocurrió en el famoso motín de Sierra Chica, cuyo origen fue la pelea entre la banda conocida después como la de Los Doce Apóstoles y la de Agapito Lencinas. Esta última perdió la batalla, y con la cabeza de Agapito jugaron al fútbol en el patio del penal y el resto del cuerpo fue a parar, junto a otros siete integrantes de su banda, al horno de la panadería. Por los datos que le aportaron a este diario familiares de presos, el motín del jueves empezó justamente por una pelea entre los presos de los pabellones cinco y seis, algo que admiten a desgano las autoridades penitenciarias. Justamente el pabellón ingobernable era el cinco, donde en los últimos años se fueronconcentrando los presos de pésima conducta. Según coinciden quienes han revistado como guardiacárceles, semejante batahola es imposible sin un visto bueno de los penitenciarios, por lo cual los expertos suponen que hubo lo que se conoce como “operación limpieza” de una banda contra otra. Los enfrentamientos seguían ayer, pero según el balance oficial del Servicio Penitenciario el resultado de la pelea interna fue de dos muertos –los presos que no murieron en la fuga sino en la batalla con otros internos– y una cifra indeterminada de heridos que están internados en distintos hospitales.

3 ¿Se volvieron más
ingobernables las
cárceles?
La respuesta es sí y el penal de San Martín en Córdoba es un ejemplo. Desde mediados de los noventa en las cárceles aparecieron con inusitada fuerza los movimientos evangélicos. En Córdoba, el agrupamiento más notorio eran Los Guerreros de Cristo, que dominaron todos los pabellones. En algunos casos, los presos más pesados se incorporaban y obligaban a los demás a integrar Los Guerreros. El movimiento de los Guerreros existió en casi todo el país y tenía una ventaja en el mundo penitenciario: garantizaba la paz interna, se decía que con la palabra religiosa, pero en no pocos casos con la presión física de los porongas. ¿Para qué les servía a los presos más pesados integrar los Guerreros? Por un lado, extendían su dominio utilizando la religión, pero además les servía para “hacer buena conducta”. Con ese elemento iban peleando una libertad condicional.
Con la supresión del dos por uno, los movimientos evangélicos fueron perdiendo peso y eso ocurrió también en el penal cordobés. Hace ya tres años que los Guerreros entraron en decadencia. Pero ese proceso se profundizó aún más con las denominadas leyes Blumberg del año pasado, que dificultan enormemente las excarcelaciones, libertades condicionales o salidas transitorias. Los presos más pesados perdieron cualquier incentivo para “hacer buena conducta” y se convirtieron cada vez en más ingobernables. Ahora sólo les interesan los negocios dentro del penal, someter a otros presos, el manejo de alguna banda fuera de la prisión y diseñar planes de fuga. Y todo está agravado por hacinamiento increíble, las condiciones infrahumanas, el robo de la comida por parte de los penitenciarios, la falta de agua y también la exigua cantidad de puestos de trabajo y estudio.
En algunas prisiones, como la de Córdoba, se tomó la decisión de juntar en un pabellón, el cinco, a los más ingobernables, para evitar su influencia en otras zonas del penal, pero esa es un arma de doble filo, porque convierte ese pabellón en muy difícil de manejar. Eso es lo que explica la “operación limpieza”.

4 Una revuelta, permitida por penitenciarios, y
dirigida contra el cambio en el régimen de visitas
El nuevo jefe del penal cordobés, Daniel Corso, ya les había adelantado a los presos que cambiaría el régimen de visitas. No sólo se recortarían las horas de las llamadas visitas privadas –para mantener relaciones con sus parejas–, sino que se cortarían las llamadas visitas generales. Los familiares directos de los detenidos tienen un carnet, pero en las visitas generales puede entrar a ver al preso cualquier persona, obviamente exhibiendo su documento y siendo revisada. Al poder entrar sólo los que tienen carnet, se dificultan los negocios de los matones del penal –que operan en sociedad con los penitenciarios–, ya que a través de las visitas generales, sobre todo de mujeres, se ponen obstáculos al ingreso de pastillas y drogas. Un esquema habitual es que en las visitas generales la banda del preso contrata una prostituta para que lo vaya a ver. Eso le permite mantener una relación sexual, pero en general esas mujeres tambiénson las que ingresan –con la venia de los penitenciarios– la mercadería para vender adentro.
Con la supresión de las visitas generales este último esquema queda averiado. Prácticamente ninguna de esas mujeres u hombres comprados para hacer hace la visita aceptarían hacerse el carnet porque quedarían “fichados”. Eso provocó la explosión de los matones, con permiso tácito de los penitenciarios. La prohibición de las visitas generales se convierte, además, en un drama personal para muchos presos. Hay novias o familiares de los detenidos que no quieren sacar el carnet porque temen que los echen del trabajo o que queden “marcados” de una forma más permanente que exhibiendo su documento cuando van, de vez en cuando, de visita al penal. Según afirman los expertos, el supuesto empujón que un penitenciario le dio a un familiar y que habría desatado el motín fue en verdad un incidente simulado. El objetivo de fondo –según esta hipótesis– fue conseguir que se diera marcha atrás en la prohibición de las visitas generales, esencialmente para que no se dificulten los negocios internos del penal.

5 ¿Cuál es el verdadero saldo?
Uno de los grandes interrogantes es qué saldo de muertes existen entre los presos. Ayer, autoridades penitenciarias hicieron trascender que recién al mediodía se hizo el primer recuento de internos y que “habría dado resultado positivo”, lo que supuestamente significaría que no hay presos fugados o desaparecidos. De todas maneras, ninguna autoridad lo dice con todas las letras, argumentando que todavía nada está claro porque quemaron los registros. En el caso del motín de Sierra Chica, recién una semana más tarde se supo de los siete muertos cremados en el horno de la panadería. En principio dijeron que no había pasado nada, luego que había siete fugados y al final reconocieron las muertes.
Los expertos del Ministerio de Justicia y de los servicios penitenciarios nacional y bonaerense consultados por este diario –todos piden hablar en off the record– diagnostican que “es poco probable que allí adentro estén todos los internos que estaban antes del motín. Seguro que hubo ajustes de cuentas entre ellos, pero es probable que no se quiera dar a conocer esa afirmación porque habría una inmediata reacción de los familiares. Lo más urgente era descomprimir”. Un funcionario del Servicio Penitenciario cordobés le dijo a este diario que “todavía no tenemos un conteo definitivo. Está claro que en las primeras horas hubo enfrentamientos dentro del penal, pero los propios presos sacaron afuera a los dos muertos que se produjeron en esas peleas. No creo que haya más”. La polémica está instalada, con el correr de los días se sabrá la verdad.

6 ¿Cuál fue el verdadero arreglo?
Los términos del acuerdo que llevaron al final del motín también son un misterio. Un punto es que supuestamente no habrá represalias ni traslados. Por de pronto hay ocho muertos oficiales, lo que significa ocho homicidios, entre ellos el de dos penitenciarios. ¿Serán causas que terminarán cajoneadas? En los motines, los presos nunca matan penitenciarios, entre otras cosas porque se conocen mucho y son socios cotidianos. En este caso, los dos guardiacárceles no fueron muertos a sangre fría por los presos, sino que fueron víctimas de los balazos en el enfrentamiento que se produjo en el intento de fuga con el camión. Pero sea como sea, es indudable que habrá venganza, por lo que el acuerdo debe prever que los cabecillas no sean trasladados, ya que al menos en el penal de San Martín cuentan con la protección de sus bandas. Si los trasladan, corren serio riesgo de aparecer “suicidados” o apuñalados en una supuesta pelea de internos. Es cierto que, aun en San Martín, el riesgo que corren no es menor. Pero, además, es absolutamente seguro que debe haber otrascláusulas secretas y no escritas relacionadas con penas, salidas transitorias y, especialmente, ventajas para los matones en todo lo que significan los negocios que hacen dentro del penal. Uno de los mitos que existen en el mundo penitenciario es que los jefes de prisión se hacen más ricos, mucho más ricos, que los comisarios. Tal vez sea sólo un mito. La semana pasada el periodista Horacio Verbitsky enumeraba los casos de cárceles –Sierra Chica, Florencio Varela, Batán– en que las autoridades están acusadas de robar la comida destinada a los presos y que era transportada en camiones celulares para su venta en comercios de la zona. Se trata de fraudes millonarios que requieren matones dentro de la cárcel que impongan el orden a los otros presos y los convenzan, si es necesario por las malas, de soportar los restos de comida que les llegan después del desfalco.

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