Lun 28.03.2005

EL PAíS  › ROBERTO FELETTI, FUNCIONARIO PORTEÑO

“El Gobierno está surcado por líneas antiperonistas”

En esta entrevista el secretario de Infraestructura de la ciudad critica la “burocracia” que rodea a Aníbal Ibarra por, asegura, cerrar los canales de participación. La tragedia de Cromañón y los posibles cambios en el gabinete porteño.

› Por Santiago Rodríguez

La charla no se prolonga mucho más de media hora, pero resulta suficiente. Roberto Feletti hilvana una frase tras otra y dice lo que piensa sin mayores rodeos, a pesar de que el grabador está encendido. Por ejemplo, que es necesario hacer un cambio en el gabinete porteño y trabajar en la construcción de una coalición sólida de gobernabilidad con el kirchnerismo porque el gobierno de la ciudad casi no tiene hoy otro sustento que “la relación de Aníbal Ibarra con la sociedad”. Advierte, incluso, que eso debería haberse hecho hace tiempo, pero que la administración ibarrista “está surcada en buena parte de las líneas de decisión por tendencias que son definidamente antiperonistas”, y que tampoco se abrieron canales de participación porque existe “una burocracia que no quiere verse afectada”. Así, va sumando definiciones y sólo se detiene de a ratos a tomar el té que pidió que le sirvieran antes de empezar la entrevista. Entre sorbo y sorbo, vuelve a acomodarse en uno de los sillones de su despacho de la Secretaría de Infraestructura porteña y reanuda su diálogo con Página/12.
–¿La tragedia de Cromañón es el fin del sueño progresista en la ciudad?
–Lo de Cromañón sincera algunos límites de nuestra gestión que estaban presentes antes y que tienen que ver con reforma del Estado, armado de una coalición política que reflejara una relación más definida con el gobierno nacional, la construcción de un bloque legislativo liderado por un proyecto político que hiciera converger el peronismo que aparece con Kirchner y el centroizquierda con capacidad de gobierno. En 2000-2003 tuvimos que poner en valor todo lo que era la inversión social y la sociedad nos facturó la falta de infraestructura. En 2004 pusimos en marcha una agenda de infraestructura, pero sigue estando pendiente una profunda reforma del Estado, que abarca procedimientos administrativos, ley de comunas para reconstruir el sistema político desde la legitimidad que supone tener jefes comunales votados y una relación distinta con las corporaciones sindicales y empresarias que tienen cooptado al Estado.
–¿Si hace más de cuatro años que están en el gobierno de la ciudad, por qué no hicieron las cosas que usted dice?
–No hay que olvidar que, además de la crisis, se nos cayó encima el gobierno que nos instala y que nuestra referencia pública, que era Chacho Alvarez, perdió peso político. Coincido en que buena parte de estas cosas se pudieron haber encarado, pero convengamos en que la urgencia de sostener el gobierno hacía retrotraer una serie de cosas. Hay un conjunto de temas que se podrían haber llevado adelante. La reforma del Estado no se puede hacer cuando hay dificultades para pagar los sueldos, pero en un contexto en el que hay un enorme superávit es ineludible llevarlo adelante.
–¿Cómo explica que manejando nada menos que el gobierno de la ciudad de Buenos Aires no hayan podido armar una fuerza política sólida?
–Pareciera que hay algunos, y me comprenden las generales de la ley, que estamos dedicados a hacer gestión, como si las políticas públicas no fueran políticas, y hay otros que no se sabe quiénes son que hacen “la política” y entonces esa política circula por una superestructura y después se busca un producto electoral que junte los votos. Eso habría que haberlo cambiado; las políticas públicas son las que legitiman. Me parece que no se quiso abrir fuerte esos canales de participación porque también gobernar durante cinco años genera una burocracia que no quiere verse afectada. Con holgura fiscal, resuelto el tema de infraestructura y habiéndonos legitimado en una nueva elección era momento de haber hecho irrumpir la sociedad en el Estado y nos demoramos un año en hacerlo.
–Usted habla de la necesidad de generar una coalición más sólida, ¿cuál es la coalición que sustenta hoy al gobierno de Ibarra?
–El sustento hoy es fundamentalmente la relación de Ibarra con la sociedad, que se mantiene inalterable y es su gran mérito, pero por fuera de eso no estamos agregando ningún valor.
–¿Lo que existe con el kirchnerismo no es una coalición?
–Hay una definición del gobierno nacional de respaldarnos, pero una coalición articulada supone varias cosas. Ingresamos a la Legislatura con un bloque de 21 diputados, no puede ser que ahora nos queden dos. En una crisis política, lo que normalmente ocurre es que el Poder Legislativo conforma una coalición de gobernabilidad que se expresa también en un gabinete, y eso no pasó. Otro punto es que hay que establecer un vínculo más definido en la discusión que está teniendo el gobierno nacional en cuestiones que siempre sostuvimos, como la deuda, los equilibrios macroeconómicos, un modelo de acumulación vinculado con la renta productiva.
–¿Lo que quiere decir es que en la integración del gabinete y las segundas líneas del gobierno no se respetó la coalición que le permitió a Ibarra conseguir su reelección?
–El gabinete de arranque debió haber expresado una relación más clara con un centroizquierda que acuerda con determinadas políticos de un peronismo que gira a la izquierda, como fue el de 2000 que curiosamente con una alianza más explícita con el radicalismo hubo secretarios peronistas como Daniel Filmus o Jorge Telerman.
–¿Por qué no se expresó esa relación? ¿Hubo temor a terminar siendo cooptados por el peronismo?
–El gobierno de la ciudad está surcado en buena parte de las líneas de decisión por tendencias que son definidamente antiperonistas y que visualizan el peronismo como algo que coopta y disuelve. Las ofertas desde el peronismo no eran tampoco las ideales. Hubo mucho temor de expresar una coalición que estuviera muy teñida de peronismo y después terminamos en Juanjo Alvarez; es curioso eso.
–Parece que la designación de Alvarez no lo convence demasiado...
–Si uno quiere resolver una crisis desde el progresismo, hubiera convocado un perfil más progresista. Digo, el gobierno nacional incorpora a (Marcelo) Saín para resolver el problema de Ezeiza. Respeto a Juanjo Alvarez y creo que ha hecho una gran labor, pero su designación nos lleva a un desperfilamiento. Si queremos expresar el progresismo, no podemos resolver la crisis con expresiones que no reflejan eso.
–Fue una forma de conseguir el apoyo de Eduardo Duhalde.
–A nadie le convenía la ingobernabilidad. La sociedad porteña no quiere que Ibarra se vaya y eso no estuvo planteado en ningún momento. Duhalde es una persona suficientemente sensata para entender que la ingobernabilidad no le sirve a nadie y menos en un contexto en el que el gobierno nacional estaba negociando el canje de la deuda y con una aceleración de precios.
–La salida de Ibarra no fue planteada tal vez desde la sociedad, pero sí por el sistema político porteño.
–Hubo actitudes definidamente golpistas desde el macrismo, pero insisto: el problema es que no logramos la ampliación de una coalición política que frente a la crisis tendiera la red necesaria.
–Supongo que considera que Ibarra debe cambiar su gabinete.
–Si uno mira las encuestas, diría que no porque el gobierno tiene 44 por ciento de imagen positiva en la gestión, pero vuelvo a decir que todos dependemos de la figura de Aníbal y su relación con la sociedad.
–Repasando lo que fue Fuerza Porteña, con el ARI no es posible reconstruir la coalición en este momento; quedan el kirchnerismo y el socialismo.
–Lo que hay es un estrato social y político dispuesto a apoyar muy definidamente una coalición centroizquierda-peronista kirchnerista que podría ser el marco de gobernabilidad; sobre eso hay que trabajar.
–¿Y cómo se sentaría a negociar con los kirchneristas, si ellos ya están echando a correr los nombres de sus candidatos para octubre?
–No sólo se eligen diputados, sino también legisladores. Si tomamos las palabras del Presidente de que quiere plebiscitar su gestión, y lo comparto, la lista de diputados va a discutir las políticas nacionales. Si hemos puesto mucho énfasis en la gestión local y no hemos tenido una intervención más definida en las políticas nacionales, debemos buscar un reflejo local.
–Pero en los primeros días de diciembre pasado Ibarra hizo un acto en el teatro Coliseo que fue una suerte de lanzamiento nacional...
–Pero quedó embrionario porque hubo una discusión de crisis política posterior definida por Cromañón.
–Entonces, ¿aquel intento de proyección nacional quedó en la nada?
–No. Las posibilidades están, pero primero hay que resolver la afirmación de lo local.
–¿Qué futuro le ve a Ibarra?
–Mucho, porque terminando el 2007 va a ser un gobierno exitoso en función de las aspiraciones que la gente plantea, que son infraestructura, hospitales, escuelas, manejo sensato de las finanzas. Va a haber una revalorización de este gobierno.
–¿No le parece que Cromañón va a eclipsar todo eso?
–No, en absoluto. Cromañón es el emergente de graves problemas de descomposición de la sociedad asociados con la cultura del rock, con un esquema en el cual hay cierto desprecio por la vida y con un conjunto de empresarios inescrupulosos. Pega en el gobierno por el costado de las reformas del Estado que deberíamos haber hecho y no se hicieron, pero no se le puede imputar la tragedia.
–¿El referendo de revocatoria de mandato finalmente se va a hacer?
–Pocos gobiernos frente a un reclamo sobre su legitimidad, que en este caso es muy parcial, deciden revalidarse a mitad de su mandato, pero el referendo está ahora en manos de los porteños. El gobierno puso a disposición de la sociedad las herramientas que existen para someter a consideración su mandato, pero no puede ser que tenga que hacerse cargo de juntar las firmas. ¿Y si la gente no quiere firmar, qué significa?
–¿Y usted qué significado le daría?
–Que probablemente la gente no considere necesario que Ibarra se relegitime y acepta el tránsito constitucional establecido.

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