EL PAíS
Diputados aprobó las convenciones antiterroristas que quería Bush
Por amplia mayoría, los diputados dieron rango constitucional a dos convenciones antiterroristas aprobadas por la ONU. Una de ellas impide a quienes sean reclamados como terroristas pedir asilo político. La otra se ocupa de la financiación de esos grupos.
› Por Eduardo Tagliaferro
Dos años atrás, a través del ahora ex secretario de Estado Colin Powell, Estados Unidos le había reclamado a las Naciones Unidas la aprobación de dos convenciones contra el terrorismo. Luego de que éstas fueron aprobadas, la ONU reclamó la ratificación a los países miembros. En esa dirección, tiempo después, el Gobierno le pidió al Congreso esa ratificación. Ayer, con la holgura que le da la mayoría propia, el PJ le dio rango constitucional a estas dos convenciones. Una de ellas modifica la figura del refugiado político, la del asilo y la del delito político, que no podrán ser utilizadas por aquellas personas que sean reclamadas como terroristas. La otra establece pautas para atacar la financiación de las personas u organizaciones que se encuadren en esa figura.
Sin debate –y apenas con la intervención de Luis Zamora, para presentar una cuestión de privilegio contra manifestaciones que se habían formulado en la anterior sesión en la que se habían discutido estos proyectos, y otra de Miguel Bonasso, para insertar su discurso en el Diario de Sesiones–, el oficialismo, con el acompañamiento del radicalismo, de los bloques de centroderecha y los encuadrados con los denominados partidos provinciales, dieron su respaldo a las normas antiterroristas.
Apurado por la presencia del jefe de Gabinete en la antesala del recinto, el titular del cuerpo, Eduardo Camaño, pidió la pronta votación de los dos proyectos. El debate de las dos convenciones se había dado con anticipación. Hace más de dos semanas, en la última sesión de la Cámara, los diputados habían llevado adelante la discusión en particular. Camaño tuvo que frenarse cuando Zamora le pidió la palabra. Fue para responderle al correntino Hugo Perié, quien en la anterior ocasión se había sentido ofendido por el discurso de Zamora y se preguntó “de qué lado había estado” durante la dictadura el diputado de Autodeterminación y Libertad. Cuando Zamora dijo que “estaba indignado” por esa opinión, la risa más ostensible fue la de Carlos Ruckauf. El contraste no pudo ser mayor. Mientras Zamora recordó que “en esos años defendía presos políticos en el originario CELS”, el bonaerense fue uno de los firmantes, durante el gobierno de Isabel Martínez, del decreto de “aniquilación de la subversión”, argumento con el que la dictadura justificó su genocidio.
“Si va a votar en contra, menos le doy la palabra”, le dijo a Bonasso el titular del cuerpo cuando el porteño, que había faltado a la sesión del debate de las normas, pidió permiso para ofrecer sus puntos de vista. Así, sin mayor resistencia, las dos votaciones de ayer fueron amplias. 156 diputados ratificaron la primera convención contra 23 que la rechazaron. La segunda convención contó con 158 apoyos y 22 negativas.
El paso que sigue a la aprobación de estas dos convenciones es el de adecuar el Código Penal a sus disposiciones. La Convención de Brigetton Barbados señala entre otros puntos que “no se les reconozca la condición de refugiados” a quienes son calificados de terroristas. Algo parecido sostiene para la figura del asilo político. Este fue parte del tema central que se planteó en el debate de la anterior sesión. En aquella ocasión el miembro informante de la mayoría, Jorge Argüello, había defendido las iniciativas diciendo que “eran un avance concreto contra el terrorismo”. Se paseó por los cambios del escenario internacional que siguió al atentado de las Torres Gemelas y también en los ataques contra la embajada de Israel en Buenos Aires y la AMIA.
En ese debate fue Zamora el que intentó avanzar sobre los temas de fondo. Era bien entrada la madrugada, tan sólo había 55 diputados en el recinto y el oficialismo lo había dejado explayarse intentado conseguir el quórum que a esa altura se había perdido.
“No hay una definición de terrorismo. Este es el primer convenio del ámbito penal que no define el tipo penal que combate; no define la figura que combate. Sí habla del sabotaje en aviones o en aeropuertos, de los atentados con bombas, etcétera”, señaló el diputado de AyL. Paso seguido puso un ejemplo concreto: el de un general que atentó contra Adolf Hitler. “Después de veinte años, este general fue galardonado en Alemania, porque fue el que cometió el atentado contra Hitler. Fue galardonado por los mismos que suscriben estos convenios.” La conclusión de Zamora era contundente: “No hay neutralidad frente a estas acciones”, o sea, dependen de quién y para qué las hace.
En todas las presentaciones, incluso las del oficialismo, sobrevoló un fantasma imperial. Nadie desconoció que los Estados Unidos reclamaron la norma. Para la oposición no quedaron dudas de que esto era una contradicción. Tomando las palabras del lingüista norteamericano Noam Chomsky, la mayoría de ellos subrayó que en la actualidad “Estados Unidos es el principal Estado terrorista de la tierra”. A la hora de los hechos, la mayoría levantó sus manos y no justamente para tomar distancia de las convenciones reclamadas por la administración de George W. Bush.