Sáb 09.04.2005

EL PAíS  › UN GRUPO ULTRACATOLICO HIZO
UN VIA CRUCIS EN APOYO A BASEOTTO

“En defensa de los derechos de Dios”

En el acto, en una plazoleta de Recoleta, se pidió por “la Iglesia perseguida”. Y se habló de “presiones de las sinagogas”.

El bello atardecer de una soleada plaza pública de la ciudad de Buenos Aires fue el escenario de uno de los actos más rancios de la ultraderecha católica laica. Ocurrió el jueves pasado, durante el “Vía Crucis por la Iglesia perseguida en la Argentina” y en “defensa” del ordinario castrense, Antonio Baseotto, y “sus oportunas, afortunadas y prudentes” sugerencias de tirar a un ministro al mar. Durante el acto apoyado por unas cien personas, un esvástico orador explicitó claramente que fue “por las presiones de las sinagogas” que la educación cristiana dejó de ser dictada en algunos colegios; calificó de “inmundas” a las marchas por el orgullo gay; trató de “perros mudos” a la cúpula episcopal y sentenció que a la Argentina “la presiden criminales de guerra, la que hace 30 años declaró el comunismo” y a los cuales “más les valiera no haber nacido, más les valiera que les colgaran una rueda de molino al cuello y los arrojaran al mar”.
El acto filonazi disfrazado de celebración religiosa fue organizado por Custodia, la agrupación liderada por editores de publicaciones que reivindican el accionar de bandas militares durante la década del 70, cuyos miembros destruyeron cuatro obras del artista plástico León Ferrari en “defensa de los derechos de Dios”. Cada movimiento del Vía Crucis estuvo organizado por los inefables mellizos Jorge y Marcelo Gristelli, cruzados que comandaron provocaciones contra agrupaciones de derechos humanos, en 2001 propiciaron una disertación del genocida Miguel Etchecolatz en la Feria del Libro y protestaron contra la muestra de Ferrari.
Con un tono entrecruzado por estilos de locutor de la década del 40, militar mesiánico y tanguero lamentón, Antonio Caponnetto fue el encargado de leer cada una de las reflexiones que ensordeció un sector de la Recoleta, barrio que aportó una platea de fieles que asentía cada concepto del entonado locutor según el cual “quienes (hoy) desfiguran a Jesús escriben en los grandes diarios, deambulan por las radios y canales televisivos. Ayer fueron sicarios de la guerrilla apátrida y atea y ahora son asesores presidenciales, cancilleres, funcionarios, secretarios de derechos humanos, miembros de la Corte”.
El acto tuvo lugar el jueves pasado, en la plazoleta del Monumento a Juan Pablo II, en la parte posterior de la Biblioteca Nacional. Sobre la balaustrada de la explanada de ese edificio se improvisó un balcón desde el que se arengó a la feligresía, ubicada metros debajo de la pendiente, y sobre el cual se colgó una bandera argentina con la inscripción: “Por Dios y por la Patria”.
Alrededor del monumento al Pontífice fallecido se ubicaron las catorce estaciones del Vía Crucis, identificadas con carteles sostenidos por firmes y prolijos miembros de Custodia que se cuadraron durante los tres cuartos de hora que duró el acto pseudo-religioso. Durante el rezo de cada estación, Caponnetto despachó sus diatribas consentidas por el centenar de señoras que, vela en mano, mojaron con lágrimas la capa de maquillaje de su rostro, muchachos rapados y hombres engominados cubiertos con gabanes.
El director de la revista Cabildo afirmaba a quien le preguntaba que uno de los propósitos del Vía Crucis fue “manifestar nuestro dolor como católicos por la Iglesia perseguida por este gobierno infame”. Desde su parodia de balcón, con el índice de la mano derecha bien firme y la voz encolerizada, Caponnetto hizo las siguientes reflexiones:
- “Desde enajenados discursos oficiales, hombres sencillos y cuarteleros ven cómo se los priva de su capellán, cómo una provincia entera puede ser dejada sin educación cristiana por las presiones de las sinagogas.”
- “Se le ha quitado a la mujer la reverencia y el misterio, el recato y la majestad, el orgullo de ser madre.” - “Símbolo trágico de este Estado ateo que tiraniza es el retiro de la imagen de la Virgen del Palacio de los Tribunales. Donde la ley impera, esa imagen debe estar.”
- “Jesús es despojado de sus vestiduras cada vez que se calumnia a un sacerdote, que se lo vuelve sospechoso de abusos, los mismos vicios que se reivindican como hazañas cuando los comete un seglar y por cuyas convalidaciones se hacen ‘marchas del orgullo’; marchas oprobiosas e inmundas.”
- “Qué lejos los días de San Martín y Belgrano, en los que se castigaba la blasfemia con el hierro candente.”
El mesianismo estuvo a la orden del día en sus plegarias: “Señor, danos las voces de mando que acallen los insultos de los deicidas”; “permítenos ofrecernos en batalla por esta Patria cautiva que fue tuya en tiempos de los héroes”; “levántate, haz de la Argentina un pabellón soberano”.
Cada vez que Caponnetto hizo referencia al Gobierno y a los organismos de derechos humanos los calificó como “deicidas”, “miembros del comunismo” o “marxistas”.
El acto terminó con una enardecida advertencia: “Porque no tenemos miedo es que hemos venido a decirle a aquellos que tristemente conducen a la Patria lo que no quieren escuchar: más les valiera no haber nacido, más les valiera que les colgaran una rueda de molino al cuello y los arrojaran al mar”. Y exclamó: “¡Viva Cristo rey!”, y la multitud le respondió “¡Viva!”. “Viva la Patria”, insistió. “¡Viva!” contestaron y aplaudieron coquetos matrimonios, con jóvenes hijos detrás de ellos y bebés en cochecitos. Y el bello atardecer se eclipsó.

Informe: Adrián Figueroa Díaz.

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