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Peronismo, una mirada áspera
Por José Natanson
“A treinta años de la muerte del general Perón, el debate en torno a la impronta dejada por el hombre y el movimiento que lideró sigue estando en el centro de las discusiones acerca de la historia argentina del siglo XX”, dicen Raanan Rein y Rosalie Sitman. Y agregan que la irrupción del peronismo dividió a la sociedad argentina de un modo tan tajante que esa fractura se trasladó a la historiografía, a menudo marcada por el cuadro maniqueo elaborado por cada bando. Aunque la hipótesis es discutible, sirve como punto de partida para El primer peronismo. De regreso a los comienzos (Lumière), un libro cuyo interés radica en su aparente modestia: los artículos que lo integran no intentan una nueva aproximación teórica, sino que se limitan a investigar algunos aspectos específicos para matizar y complejizar el fenómeno.
Un ejemplo de la intención general del libro, compilado por estos dos peronólogos de la Universidad de Tel Aviv, es el análisis de Silvana Givrtz sobre la politización de los contenidos escolares y la respuesta de los docentes primarios. Como parte de una mirada que busca analizar la educación en un marco que exceda el estudio de las políticas educativas, Givrtz repasa 127 cuadernos escolares de la época para calibrar el impacto la “peronización” educativa: nuevos libros de texto de lectura obligatoria (Justicialismo, Privilegiados, Pueblo Feliz), el reemplazo del clásico “Yo amo a mi mamá” por “Yo amo a Evita”, y la repetición de la figura de la mujer del líder bajo la forma de un hada o una virgen, con ilustraciones en las que su cabeza aparece coronada por una estrella o una aureola dorada.
El artículo revela la resistencia silenciosa de muchos docentes que se oponían a la politización de los contenidos escolares pero no se animaban a manifestarlo en voz alta. La autora comprueba que muchas veces se soslayaba el contenido político de los libros peronistas, que eran utilizados como material para hacer dictados, y que en otros casos se los eludía enseñando historia sólo hasta 1942, o apelando a contrafiguras como el general San Martín.
El resto de los artículos tiene un espíritu similar. Mónica Rein analiza los espacios de resistencia que se generaron en las universidades para evitar el copamiento y defender las conquistas de la reforma de 1918. Raanan Rein, Oscar Aelo y Graciela Mateo rastrean los orígenes del peronismo en la provincia de Buenos Aires y ponen de relieve los diversos proyectos, a veces contradictorios, que convivían dentro del mismo movimiento. Hay otros ensayos: Flavia Fiorucci compara el rol de los intelectuales con Vargas y Perón, Marcela Sebastiani investiga la crisis sufrida por el Partido Socialista a partir del ascenso del peronismo y Ezequiel Abásolo analiza la colonización de la Corte Suprema de Justicia.
En general, los artículos cumplen adecuadamente con el proclamado objetivo de profundizar temas puntuales. El problema es que, aunque en la introducción los compiladores destacan algunos avances generados por el peronismo, casi todos los ensayos se basan en los aspectos más criticados del gobierno de Perón. Y, aunque esto no es necesariamente malo, la sensación es que falta un costado: así como el libro matiza la idea de politización de los contenidos educativos destacando la resistencia silenciosa de los maestros, o complejiza el diagnóstico de un Perón omnipotente subrayando los diferentes proyectos en pugna dentro del movimiento, o señala que la Corte Suprema votó a favor del régimen, pero por motivos diferentes a los que Perón pensaba; así como identifica los aspectos negativos y luego los complejiza, también hubiera sido interesante el ejercicio inverso: señalar los costados positivos del primer peronismo (conquistas sociales, redistribución del ingreso, voto femenino) para introducir allí los matices y los grises, de modo de pintar un cuadro un poco más completo.