Jue 12.05.2005

EL PAíS  › OPINION

Una estrategia mediática

› Por Luis Bruschtein

La libertad bajo palabra de María Julia Alsogaray no tiene nada que ver con los sobresueldos ni con una declaración de inocencia en la causa por enriquecimiento ilícito. Los sobresueldos son ilegales y ni siquiera alcanzaron para justificar su fortuna.
Su puesta en libertad es la culminación de una cronología cuyos tiempos manejó muy bien la misma inculpada. Con una carta en La Nación y dos entrevistas en la revista Noticias y en el diario Clarín, previas a esta decisión de liberarla, logró que cambiara la impresión en parte de la opinión pública sobre el significado que tuvo esta decisión de los jueces. “Triunfó la Constitución”, “triunfó la Justicia”, declararon sus allegados, aunque no haya todavía ningún fallo contrario a la condena por enriquecimiento ilícito ni a los procesamientos que la aquejan.
Tras su pequeña campaña mediática, la sociedad se lanzó de lleno a discutir el tema de los sobresueldos de la era menemista, lo que abría las puertas al intento de justificar fortunas injustificables. Y al mismo tiempo la ex funcionaria vio la oportunidad de presentarse como la víctima expiatoria de la corrupción menemista. La única presa, justamente, no era justicialista.
En la época de Menem se argumentaba que ningún técnico de nivel, ejecutivos de empresa o de organismos financieros, aceptaría un puesto en la administración pública con los salarios normales de ministros y secretarios o directivos de bancos públicos. Se planteaba como normal pagarles lo mismo que cobraría un alto ejecutivo de una transnacional. “Si queremos los mejores, ésos están muy bien colocados y si queremos traerlos, tenemos que pagarles mejor.” El mismo Ricardo López Murphy lo ha dicho en el marco de la polémica que se abrió por las denuncias de María Julia.
El ex ministro Domingo Cavallo advirtió que para los altos funcionarios solamente había permitido gastos de viáticos y representación que en algunos casos duplicaban los sueldos nominales, lo que se aproximaba a una cifra de quince mil dólares mensuales. María Julia habla de sobresueldos de 40 mil y cien mil dólares mensuales, cifras que sobrepasan incluso lo que cobran altos funcionarios de Europa y Estados Unidos.
La mención de estas cifras no exculpan sino que inculpan. Confirman la idea de botín de guerra en el que se convirtió el Estado durante la administración menemista. Y según los jueces, tampoco alcanzan para justificar la fortuna de la ex funcionaria.
En la audiencia de ayer, María Julia pidió que se revise su sentencia, por considerar que se le aplicó como “paradigma de una etapa de corrupción construida mediáticamente”. En la frase no se entiende si la construcción mediática fue de ella como paradigma o de la etapa de corrupción. Los sobresueldos de cien mil dólares en la Argentina, que ella misma denunció a los medios, son una forma de corrupción planificada, sistémica. Quien haya participado y consentido fue parte de un sistema de corrupción. Si después es tomada como paradigma de ese sistema por los medios, no hace al problema de fondo, que es la corrupción.

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