EL PAíS
› OPINION
La mejor defensa
› Por Alfredo Zaiat
Se suele decir que la mejor defensa es atacar. Estrategia que puede ser exitosa cuando el equipo se destaca por su virtuosismo. Otros, conociendo sus propias debilidades, prefieren postular que la mejor defensa es defender. Con la profunda crisis que atravesó el país, el segundo camino se presenta como el oportuno para evitar sacudones. El baluarte para consolidar la recuperación no es otro que las reservas de dólares que vaya acumulando el Banco Central. Ese fortín se construye de una sola forma: comprando billetes en cantidad. De esa forma se hace más fácil la instrumentación de medidas de política económica que la ortodoxia cuestionaría. Permite, a la vez, negociar con más autoridad ante burócratas del Fondo Monetario. Y ofrece la dosis mínima de la medicina para disuadir a aquellos que a veces juegan a los golpes de mercado. En pocas palabras, los dólares en manos del Gobierno son un seguro contra incendios. La pregunta es ¿cuántos son suficientes?
Como se sabe, un seguro tiene un costo, más o menos elevado, según el riesgo que se quiera dar a la cobertura. Hoy ese costo se mide por la tasa de interés que está pagando el Banco Central para retirar del mercado los pesos que emite en la compra de dólares. Y esa tasa es creciente, con lo que la inversión de recursos públicos cada vez es mayor. Es discutible esa estrategia de subir la tasa por miedo a la inflación por efectos monetarios. Pero se trata de otro partido del mismo campeonato.
Hay otro costo de ese seguro que se está afrontando que es el valor que se paga por cada dólar, que la dupla Kirchner-Lavagna lo defiende en un piso de 2,90. Esos mismos billetes verdes que brindan tanta tranquilidad los podrían adquirir a un precio más bajo, si dejaran que el mercado fijara libremente su cotización. Ese costo adicional tiene que ver con la raíz de la política industrial del Gobierno –asentada en un dólar alto– más que con la estrategia de sumar reservas a las arcas del Banco Central. Esta cuestión también es otro juego de ese mismo torneo.
Una forma de reducir el costo de acumular reservas es fijar restricciones al ingreso de capitales especulativos. De esa forma los dólares que se van acopiando no son divisas golondrinas. Si algo dejó como enseñanza la experiencia de los ’90 es que la estabilidad se empieza a ganar con reservas abundantes en el Banco Central, definiendo límites al movimiento de capitales financieros y con un tipo de cambio competitivo. Pese a ese aprendizaje no resulta fácil determinar cuántas reservas son necesarias en poder del Banco Central. Pero con tantos frentes abiertos y con una pesada deuda externa, todo indica que se requerirá seguir sumando dólares por un largo período.