EL PAíS
› LAS NUEVAS FORMAS DE ORGANIZACION DESPUES DE LOS CACEROLAZOS
Política desde la base
Se conocieron con la cacerola en la mano, protestando, marchando. Decidieron “hacer algo” con más permanencia. Detestan los partidos, tienen todas las ideologías y buscan nuevos modelos de acción en todos los barrios.
› Por Laura Vales
El grupo es decididamente infrecuente, por no decir raro. Reunidos en la misma aula hay un sacerdote, varias amas de casa, dos militantes del PC, uno del PO, el dueño de un bar, media docena de desocupados. Está el puntero del PJ que vive “en la misma cuadra hace 20 años”, varios psicólogos sociales, estudiantes universitarios y un grupo de trabajadores del hospital cercano. Es una de las primeras veces que todos están cara a cara y la conversación es anárquica y falta de rumbo.
“Hagamos un censo de todos los desocupados del barrio”, propone uno.
“Ajustemos la seguridad, porque en el último cacerolazo había unos tipos desconocidos”, advierten desde el fondo.
“Vayamos a la marcha en memoria de los mártires de la Semana Trágica”, plantea otro.
“Avancemos creando comisiones de trabajo.”
“Llamemos a un nuevo cacerolazo contra el aumento de precios.”
Son vecinos de San Cristóbal. En las últimas semanas, resume uno entre la euforia y el susto, “hicimos cosas que nunca habíamos pensado y todavía no sabemos qué otras vamos a tener que hacer”. Coincidieron en la esquina de La Rioja y San Juan en las protestas contra De la Rúa, marcharon al Congreso, se juntaron al día siguiente en la calle para repudiar la represión, protestaron contra el nombramiento de Carlos Grosso, hicieron otro cacerolazo cuando la Asamblea Legislativa designó a Duhalde. El domingo, los de la iglesia volantearon una invitación a reunirse en la plaza Martín Fierro a la que respondieron más de 150 personas, que armaron una asamblea improvisada y, cuando empezó a oscurecer, decidieron que volverían a reunirse al día siguiente. Ahora intentan organizarse de manera más estable, “por afuera de los partidos”. Están de acuerdo en dos o tres principios básicos: aunque rechazan lo partidario, reivindican “la necesidad de hacer política”; casi todos marcan que “lo que hay afuera no nos representa” y coinciden en que “lo importante es mantener la movilización en la calle”.
Al igual que en San Cristóbal, los porteños de la esquina de Corrientes y Angel Gallardo están haciendo asambleas todos los miércoles. Los de Villa Crespo armaron una cadena telefónica y esperan “ver qué pasa con las nuevas medidas y los precios”. En La Boca las organizaciones sociales más activas, como el Comedor Los Pibes, estan recibiendo un número inusual de personas. “Hay un involucramiento muy fuerte, una predisposición a ver de qué manera se pueden enganchar”, dicen allí. En Floresta, tras el asesinato de los tres chicos, también se mantienen asambleas semanales con lazos hacia otros barrios de la ciudad. El planteo en todos los casos es organizarse de manera territorial, “como vecinos”, ya sea para “controlar” (haciendo más cacerolazos) como para “proponer”.
Villa Crespo
“Lo que no se dan cuenta es que nosotros tenemos el verdadero poder, porque el día que dejemos de consumir ellos se funden”, dice Tatín. El hombre es plomero, fue militante del PJ durante más de una década pero ahora, jura, “no creo en nadie”. Todos le dan asco, no está con Ruckauf ni con Duhalde y el único que le cae bien es Luis Zamora “aunque sea zurdo” porque “lo vi vendiendo libros en la calle como cualquiera”. A Tatín esta semana le cortaron el celular porque no pudo pagar la factura y el tema para él es una verdadera tragedia, porque sin teléfono pierde clientes. “Nosotros armamos una cadena telefónica. Estamos en contacto no sólo con los de acá sino también con otros de Paternal, de Warnes y de Palermo. Ahora esperamos las medidas económicas y la cuestión de los precios.”
Una de las ideas en danza es fijar un día para boicotear a los supermercados y empresas privatizadas, desconectando los servicios o no comprando. ¿Tienen puntos de acuerdo con los otros barrios? “Todos queremos que terminen con el corralito y que renuncie la Corte Suprema”, asegura Eduardo Peyrou, otro de los vecinos y dueño de un pequeño comercio. Tatín y Peyrou quieren que “de entre los que estamos haciendo los cacerolazos se elijan los verdaderos consejeros vecinales”. En los últimos días hicieron volantes que invitan a “defender el voto” y “terminar con el abuso de poder de nuestros gobernantes”. Lo único que les molesta es “cuando en los cacerolazos que hicimos aparecen los turros de izquierda con sus banderas para aparecer en el noticiero”.
Corrientes
Lucila es el típico caso de quien nunca militó en ningún partido pero ahora siente la necesidad de hacer política. “Nos pusimos de acuerdo en juntarnos, exista un motivo o no, todos los miércoles a las 10 de la noche en la esquina de Corrientes y Angel Gallardo”, cuenta. “Estamos tratando de hacer una lista de cosas de emergencia.” ¿De qué hablaron en la última asamblea? “Estuvimos viendo qué hacer con los que no tienen dinero y tienen que pagar servicios. La intención es hacer un escrito y elevarlo a alguna parte, todavía no sabemos dónde, porque si no esto se dispersa en tambores y fogatas y no tenemos ningún resultado.” Uno de los puntos que acordaron el miércoles pasado es recurrir a los medios de comunicación. “Porque si no vamos a llevar nuestro escrito al Congreso, por ejemplo, para que ellos lo reciban como si fuera un papelito más.” Lucila dice que a las asambleas “viene todo tipo de gente, incluso algunos que apoyan a (Domingo) Cavallo. Estamos tratando de cumplir con una consigna básica de escucharnos y respetarnos”.
El Oeste
En Floresta, cuenta Jorge Góngora, “ya habíamos empezado a reunirnos para progresar en la organización cuando la policía mató a los tres chicos, entonces todos nos centramos en la cuestión de la seguridad y la Justicia”. La gente del barrio se está encargando de proteger a los testigos de los asesinatos y sus asambleas son tan numerosas que hay que usar un megáfono para que todos escuchen. Se está sumando gente de otros barrios, un poco como delegados que después cuentan en el suyo qué pasó: en la última reunión hubo gente de Mataderos, Liniers, Paternal, Villa del Parque y Flores. Nelly es una de ellos. Viene de Mataderos, donde milita en el PC y pertenece a un centro cultural, El Mangrullo. De la última asamblea le quedó una imagen grabada: “uno de los participantes pidió el megáfono para hablar y se dirigió a los demás con la palabra ‘compañeros’ en lugar de llamarlos ‘vecinos’. De inmediato hubo quejas y pedidos para que lo hicieran callar. No fue el reclamo de la mayoría, pero sí el de los más jóvenes”.
Si en Villa Crespo, Caballito o Palermo el enemigo es el corralito, en el sur hay otro perfil de reclamo, más ligado a la irrupción de los nuevos pobres. Para contarlo en pocas palabras: “Cada vez más desocupados, chicos que no van a la escuela, gente que duerme en la calle o en casas tomadas”, enumera Guillermo Volkind. En los barrios del sur armaron una amplia multisectorial que empezó a convocar a las reuniones con una frase ideada en la Primera Escuela de Psicología Social: “Vecino, vecina... a mí me pasa lo mismo que a usted”. Hicieron volantes, los repartieron, acordaron con otras organizaciones del barrio y crearon un espacio de discusión todos los miércoles, en el edificio de la escuela. Allí están la escuela, la parroquia Santa Cruz, los Vecinos contra la Impunidad, la Lista Naranja del Hospital Ramos Mejía, la Escuela Normal 8, el Centro de Estudiantes de Psicología, el Foro de Comerciantes y un grupo variado de vecinos. En el barrio hay un clima de entusiasmo y preparan para el 12 una nueva asamblea, en el edificio de 24 de Noviembre y Carlos Calvo. Ya formaron varias comisiones pero el principal trabajo es “ponernos de acuerdo en los objetivos en común”. A Lito Borello, del Comedor Los Pibes (en La Boca) le toca hacer una suerte de balance. “Nosotros vemos una irrupción, una búsqueda que se expresa de diferentes maneras”, dice. “Hoy son los cacerolazos y mañana veremos qué surge, porque así como hay un sujeto nuevo, que no es el militante tradicional, hay también un proceso en marcha. Nosotros estamos haciendo una reunión semanal en el Comedor y lo que vemos es que se acerca más gente. Pero lo promisorio es que la mayoría pregunta qué pueden hacer, cómo involucrarse, de qué manera se pueden enganchar. Eso, hasta hace muy poco, no pasaba.”
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