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Política industrial común
Por José Natanson
Es casi un lugar común de la política argentina decir, ante cada crisis bilateral, que los problemas del Mercosur se solucionan con más Mercosur. En Argentina y Brasil. La gran oportunidad (Biblos), el politólogo Marcelo Gullo traza la historia de los desencuentros entre las dos naciones, rastrea los orígenes de la articulación regional y concluye que la única manera de consolidar la integración es través de una unión industrial que convierta al Mercosur en un “sistema de asistencia recíproca para el desarrollo”.
Gullo dedica la primera parte de su libro a describir las tres olas de la globalización (el descubrimiento de América, la revolución industrial y la revolución tecnológica) y afirma que en los próximos años los países podrán dividirse en tres clases. “Las naciones de la primera ola proporcionarán los recursos agrícolas y mineros, las naciones de la segunda ola suministrarán mano de obra barata y se encargarán de las industrias contaminantes que las naciones centrales no quieran tener. Las naciones de la tercera ola venderán toda clase de tecnología.”
¿Cuál es el lugar de Argentina y Brasil en este “mundo trisecado”? ¿Qué pueden hacer para subirse a la tercera ola?, se pregunta Gullo. Su tesis es que la única forma de no perder el tren es profundizar la integración regional a través de una política industrial común, basada en una “planificación industrial indicativa” como la que encaró Europa en la posguerra, con el germen de Unión Europea que fue la Comunidad del Carbón y el Acero. Esta política se debería implementar a través del “neoproteccionismo”, que Gullo defiende como un “proteccionismo a plazo extremadamente corto y de forma extremadamente selectiva”, que incluya acuerdos sobre qué industrias deben progresar de un lado u otro de la frontera.
Escrito en un tono ágil, el libro tiene tramos atractivos, como el análisis de Estados Unidos a través de citas de dos iconos de su pensamiento conservador, Samuel Huntington y Paul Johnson, o el repaso de la lista de descubrimientos e innovaciones técnicas generadas por la competencia aeroespacial rusa-norteamericana.
Sin embargo, el texto pierde interés cuando deja de lado el enfoque analítico y asume un enfoque valorativo. “La América anglosajona es el reino del hombre ligth, del hombre ‘descartable’, la cuna de la ideología del consumo que ha vaciado de contenido la existencia humana, la que ha hecho que se perdiera el sentido de la vida”, escribe Gullo, que evidentemente detesta a los Estados Unidos tanto como a los McDonald’s y los reality shows, a los que califica de “pornografía televisiva”.
En el mismo sentido, está más que claro el énfasis del autor en el aspecto político del Mercosur –de hecho un capítulo se titula “La base de la integración no es económica”–, pero eso debería impedir justificar con datos y cifras algunas afirmaciones: “Podría pensarse en la instalación de un complejo siderúrgico en la región boliviana de Matún”, recomienda Gullo, lo cual estaría muy bien, por supuesto, si no fuera porque construir complejo siderúrgico de la nada es una tarea compleja, difícil y cara.
Concebido en el contexto teórico del antimperialismo clásico, con variadas apelaciones a la teoría de la dependencia, críticas al ALCA y numerosas citas de intelectuales como Helio Jaguaribe y Theotonio Dos Santos, Argentina y Brasil. La gran oportunidad incluye una tesis interesante y algunos tramos e ideas originales, que pierden su atractivo cuando Gullo abandona la perspectiva analítica y se deja llevar por un tono normativo y cercano al panfleto de izquierda.