EL PAíS
› UN PECULIAR DIALOGO DE CAVALLO CON CARO FIGUEROA
“¿No querés una embajada?”
En un privadísimo almuerzo en el Hyatt, el ex ministro mostró que todavía le queda poder.
Por Roberto Navarro
El jueves al mediodía, mientras el nuevo equipo económico se devanaba los sesos tratando de desactivar la bomba de tiempo en que convirtió Domingo Cavallo a la economía nacional, el ex ministro hacía su primera salida en público. Desde que perdió sus superpoderes, Supermingo no se había animado a salir a la calle. Luego de dos semanas de encierro, eligió el restaurante del hotel Hyatt para almorzar con el ex jefe de la AFIP, Caro Figueroa. “Acá podemos hablar tranquilos”, le aseguró a su ex empleado. Se confió demasiado. Página/12 pudo reconstruir parte de la charla en la que el hombre que llevó a la quiebra a la Argentina demostró que aún es poderoso. “Con Duhalde está todo bien”, se jactó, y fue más lejos ante el hombre al que le llegó a confiar hasta la titularidad de su partido, Acción por la República: “Si querés una embajada, yo te la consigo”.
A pesar de que en 1996, cuando Carlos Menem lo echó del gobierno, estaba peleado con gran parte de la dirigencia peronista, Cavallo supo reconciliarse con casi todos los miembros de un partido que, él bien lo sabe, siempre vuelve al poder. Gracias a su pragmatismo, la noche del 19 de diciembre, cuando tuvo que abandonar su casa, temeroso por su seguridad y la de su familia, recibió varios llamados de peronistas que le ofrecieron sus casas en countries para esconderse. En el almuerzo, el ex ministro relató los sucesos de la noche del primer cacerolazo: “Para despistar a la gente y al periodismo, hice salir primero una camioneta con vidrios polarizados y después nos escapamos en mi auto. Estuvimos en la casa de Miguel Angel Toma. Hoy es la primera vez que salgo”.
Cavallo está gordo. Muy gordo. Los botones de la camisa azul a cuadros apenas resistían la presión de su abdomen. El ex ministro comió entrada y plato principal, y arrasó con la mesa de dulces. Pero el café lo tomó con sacarina. A pesar de su angustia oral, Cavallo tiene un optimismo que da envidia. “Volveré a mi antiguo trabajo: me voy a dedicar a dar conferencias en el exterior”, aseguró sin ponerse colorado el hombre que en ocho meses elevó el riesgo país de 800 a 5500 puntos, quebró el sistema financiero, llevó al default al país y a cientos de empresas privadas y, antes de irse, inventó el corralito.
–Y vos ¿qué pensás hacer? –le preguntó el ex ministro a su amigo Caro Figueroa.
–Yo quiero una embajada, me la merezco –respondió el ex recaudador, para no ser menos.
En ese momento, Cavallo demostró por qué se mantiene en el poder desde 1982 y cómo funciona la corporación política argentina.
–¿Querés que te lo arregle?
–Bueno, si podés.
–Yo te consigo una embajada.
Convenido el asunto principal que motivó el encuentro, la charla discurrió por asuntos personales. Según contó el ex ministro, su familia quedó muy golpeada luego de su segundo despido consecutivo del Ministerio de Economía. Principalmente su mujer, Sonia. Cavallo relató que la noche en que, cacerolazo mediante, De la Rúa decidió echarlo del gobierno, su mujer, desconsolada, se quejó: “Nos quedamos sin prestigio, sin trabajo y sin futuro”. Sonó a reproche.
Cavallo eligió el restaurante del Hyatt para su primera salida porque no suele haber argentinos en el hotel y menos de clase media, a la que el ex ministro teme. Mientras almorzaba, sólo había otras dos mesas ocupadas. En una hablaban en árabe y en la otra en inglés. Ahora comprobará que aún en los sitios menos pensados tiene gente que no lo quiere y que se alegra de poder colaborar para que se sepa que el ex ministro sigue operando en las sombras sólo dos semanas después de haber quebrado al país. Por cierto, ¿conseguirá la embajada Caro Figueroa?