EL PAíS
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Ahora, los indultos
- MARTIN SABBATELLA*.
El futuro es la memoria:
Todavía tengo vivas las sensaciones de aquella imponente marcha en contra de los indultos que Carlos Menem les regaló a los dictadores, para las fiestas de 1990. Eramos miles y miles recorriendo la gran avenida que une el Congreso con la Rosada, divididos en muchas columnas pero unidos de punta a punta por un NO ruidoso, contundente, hermético, vital. Era una presencia diversa y a la vez homogénea, contenida en esas dos letras que llenaban todos los huecos entre una y otra consigna, y que sonaban con la fuerza de la indignación y la bronca porque no podíamos concebir otra vez la impunidad para los asesinos. Era la democracia sublevada ante la imposición de la injusticia, ante el abuso evidente de un gobierno que se empeñaba en torcerle el brazo a la ética y a la razón. Quienes argumentaban que consagrar la impunidad con el perdón presidencial permitiría cerrar la llaga abierta sólo enmascaraban con mensajes pacificadores su deseo de premiar a los que diseñaron la persecución y el exterminio por asesinato y por exclusión económica.
Hace casi 15 años de ese día y, más allá de lo mucho que hemos vivido, los indultos fueron y serán la sal en una herida que sólo puede cicatrizar con el juicio y castigo a los responsables del horror. La memoria de lo ocurrido no se mantuvo presente sólo por el empeño de quienes elegimos recordar para poder construir un futuro con dignidad. Tampoco fue una llama alimentada por el rencor o el deseo de venganza. A la par del compromiso de los y las militantes que sostuvieron las banderas de la búsqueda de la verdad y la defensa de los derechos humanos se fue construyendo un sustrato ético y democrático en nuestro pueblo bajo la premisa del “nunca más”. Hoy la enorme mayoría de los argentinos y argentinas llamamos “asesinos” a los asesinos y “represores” a los represores más allá de la decisión indigna de un ex presidente burlador, porque sabemos que la Justicia, la Vida, la Libertad y la Democracia están por encima de cualquier proyecto sectorial; porque ninguna revisión histórica nos hará considerar jamás al robo de bebés, la aplicación de torturas, el lanzamiento de humanos al mar, las desapariciones, los asesinatos o el enterramiento en fosas comunes como “procedimientos necesarios para que reine la paz” en nuestro país o en el mundo.
Por eso hoy, luego de una década y media de impunidad para los responsables del terrorismo estatal y tras la decisión de declarar inconstitucionales a las leyes de punto final y obediencia debida, es imprescindible invalidar los indultos menemistas a los autores de crímenes de lesa humanidad. Porque queremos y merecemos vivir en paz, con libertad y con equidad es hora de que los asesinos vuelvan a la cárcel y empecemos a caminar con dignidad hacia un horizonte mejor. El hoy puede ser una bisagra entre ese ayer doloroso y el mañana que deseamos. No perdamos esta oportunidad; nuestro futuro habita en la memoria.
* Intendente de Morón.
- PATRICIA WALSH*.
Voluntad legislativa:
No se puede indultar crímenes de lesa humanidad. Y no se puede indultar listas de procesados, que estaban siendo juzgados por gravísimas violaciones a los derechos humanos, sin que hubiera sentencia firme. Estos crímenes son imprescriptibles, inamnistiables, inindultables. Al indultar procesados se interrumpió la acción de la Justicia, instalando la impunidad. Al indultar a condenados por aberrantes violaciones a los derechos humanos se consagró la impunidad. Hoy mismo, los mayores genocidas de nuestro país se encuentran bajo el amparo de los indultos que los beneficiaron. Estos indultos son inconstitucionales, y de insalvable nulidad, pero siguen protegiendo y perdonando genocidas.
El Poder Ejecutivo nacional, ejercido entonces por Carlos Saúl Menem, no podía indultar crímenes de lesa humanidad. Al hacerlo, con listas de condenados y también de procesados por estos crímenes, resolvió una amnistía encubierta. Esa facultad, la de amnistiar, es una capacidad legislativa indelegable y le corresponde al Congreso de la Nación.
Y es por ello que el Poder Legislativo nacional puede y debe repararlo, debatiendo y legislando para sentar su decisión en contra de la impunidad que impusieran decretos anticonstitucionales.
Lesa humanidad, según la común definición, es el dolor, lesión o sufrimiento que se le ocasiona a la humanidad. Los actos que constituyen crímenes de lesa humanidad son parte de un ataque sistemático contra una población civil, cometidos por una política de Estado. Más allá de la víctima eventual, toda la humanidad lo es. Desconocer y desmentir la experiencia contra los genocidas nazis puede ser también imperdonable. Los indultos a los genocidas dejan ilesa la inhumanidad de los genocidas. Y no se debe ni se puede perdonar lo imperdonable. Para que haya un supremo corte a tanta impunidad es necesario anular también los indultos a genocidas. El Congreso nacional lo puede hacer. La Cámara de Diputados de la Nación que integro lo puede debatir y aprobar. No es poca cosa el valor simbólico que tiene esta decisión que sí se puede hacer valer. Es el valor de la ley. Si los legisladores nos sentamos en las bancas y nos reconocemos la capacidad de derogar indultos inconstitucionales a genocidas, haremos valer el peso de la voluntad política y de la ley más justa. Contra la impunidad de los crímenes de lesa humanidad.
* Diputada por IU.