EL PAíS
› LA TRISTE PARABOLA DE UNA “TESTIGO CLAVE” DEL CASO AMIA
De terrorista internacional a internada en el Moyano
Por R. K.
La iraní Nasrim Mokhtari está internada en el Hospital Fernández y hay orden judicial de trasladarla al neuropsiquiátrico Braulio Moyano. Delira, grita, está en un notorio estado de locura, después de vagar por las calles sin casa y trabajando como prostituta cuando pudo, a veces por un café con leche. Mokhtari fue prácticamente capturada en Francia, traída a la Argentina con engaños en una operación que, según se reveló en algún momento, le costó a la SIDE más de medio millón de dólares. Se consideraba que era terrorista, que conocía los detalles de los atentados contra la Embajada de Israel y la AMIA, porque supuestamente integraba el núcleo de iraníes que le dio respaldo al grupo de la organización libanesa que vino a concretar los últimos pasos de esos ataques. Fue sobreseída: ni la Corte Suprema ni el juez Juan José Galeano ni otros magistrados a quienes les cayeron causas conexas encontraron méritos para acusarla de nada. Pese a los esfuerzos de la Defensoría Pública el Estado no le dio mano alguna: ahora está sola, indigente, enferma y en la puerta de entrada al neuropsiquiátrico.
Quien metió a Mokhtari en la causa AMIA fue el brasileño Wilson Dos Santos, un hombre que, se supone, estaba ligado a la Policía Federal de su país y que se dedicaba a conseguir documentos y visas truchas, además de participar en algunas operaciones de contrabando en la Triple Frontera. Dos Santos se presentó en los consulados en Milán de la Argentina, Brasil e Israel y, supuestamente, adelantó que se venía el atentado contra la AMIA. Después, dijo que tenía ese dato porque había intimado con Mokhtari que, a su vez, integraba un grupo de iraníes que le dio apoyo a los dos ataques de Buenos Aires. Mucho tiempo después, Dos Santos fue detenido con ocho pasaportes en su poder, lo que de alguna manera confirmaba su cercanía con una fuerza de seguridad brasileña.
La investigación demostró que Mokhtari era en verdad una prostituta que alternaba, entre otros, con legisladores y empleados del Congreso, a través de los que consiguió la residencia en la Argentina. Vivió en el país cuando ocurrió el ataque contra la Embajada de Israel, pero se había ido a Europa antes del atentado contra la AMIA. Tiene una personalidad explosiva, verborrágica, siempre desequilibrada, características que ya a primera vista, convirtieron en improbable su pertenencia a una organización terrorista. Lo cierto es que en el ‘98 era casi la testigoimputada más buscada por los casos Embajada y AMIA, aunque lo cierto es que la reclamaba más la Corte Suprema que el juez Galeano.
Vino entonces la sofisticada operación para traerla a la Argentina. Ella trabajaba en cabarets de Francia y Suiza, y en éste último país la contactaron agentes de la SIDE que le hicieron creer que eran empresarios de la carne y que necesitaban una traductora para exportar a Irán. La mujer se dejó engañar, viajó por Air France a Montevideo, el vuelo hizo escala en Buenos Aires y en Ezeiza la bajaron del avión y la detuvieron. Para conseguir todo esto se pagaron agentes, informantes y gastos en Chipre, Francia, Bélgica y Suiza.
Desde la guardia del Hospital Fernández, a través de un teléfono, en la Defensoría Pública escucharon el jueves la voz de Nasrim pidiendo ayuda en su particular castellano: “Me detuvieron, me pegaron cabeza, me rompí muñeca, duelo mucho. Pusieron inyecciones, doblando el brazo, duele mucho. Otra inyección me va a matar. Por favor... por favor...”, lloriqueó antes de cortar.
En la comisaría 17ª confirmaron todo: “Sí, la detuvimos por orden del juzgado civil 76 a cargo de la juez María Cecilia Albores, que nos había indicado que procediéramos así la encontráramos vagando o durmiendo a la intemperie. La jueza ordenó, que en ese caso, la lleváramos al hospital más cercano. Así fue. La encontramos durmiendo en el suelo en la puerta deun edificio, con sus bolsas llenas de cosas y papeles”. Según se supo, en el Hospital Fernández se negó a que le saquen sangre y le hagan los estudios del caso. Sin embargo, comprobaron serios trastornos, problemas psicomotrices y un serio estado de desequilibrio psiquiátrico. Los psiquiatras del Fernández diagnosticaron que es peligrosa para sí y para terceros, por lo que la jueza ordenó un examen forense para resolver su internación en el Moyano. Ese análisis de los forenses todavía no se hizo, pero es un hecho que la internarán en el Moyano.
Según los hombres de la Defensoría Pública, que la asistieron en su defensa, hace más de cuatro años que la Corte Suprema accedió a los reclamos de los defensores oficiales, por lo que el máximo tribunal la sobreseyó, ordenó su libertad y la autorizó a salir del país. Pero ella nunca quiso irse: la vida y las relaciones que tenía en París ya no existen, a Irán no puede volver porque el régimen de los ayatolas considera que les provocó serios problemas internacionales y en Buenos Aires fue sobreviviendo como prostituta y mendiga durante todo este tiempo. De vez en cuando, algunos defensores oficiales o abogados le dieron unos pesos para que pudiera comer algo, pero su personalidad ya inestable se fue desequilibrando cada vez más. Ella aduce, además, que los policías la golpearon siempre, tanto cuando fue prostituta antes de los atentados como cuando la trajeron de Europa. Y agrega que más de una vez fue violada. Desde hace años, el Estado argentino que la trajo se desentendió, y la Justicia hizo lo propio.
Seguramente esta semana aterrizará en el Moyano, nadie la irá a visitar y se terminará de consumar su metamorfosis de terrorista internacional buscada en todo el mundo a loca en estado vegetativo. “Esto se parece mucho, mucho, a la película Expreso de Medianoche. Pero es acá y sucede desde hace años”, se lamentó anoche un hombre de la Defensoría.