EL PAíS
› OPINION
Grupo de Tareas de la ESMA en acción
› Por Luis Bruschtein
Estaban en la iglesia de la Santa Cruz, el hombre joven les dio un beso en la mejilla y de repente irrumpieron hombres armados hasta los dientes. Dijeron que se trataba de un operativo antidroga. “¿Cómo antidroga y se la llevan a la hermana (la monja francesa Alice Domon) que no fuma, ni toma, ni nada?”, preguntó una de las madres entre los tironeos.
Las madres se reunían en la iglesia de los padres pasionarios, en el barrio de San Cristóbal, para ultimar una solicitada que llevarían al diario La Nación. Habían recolectado unas 800 firmas y el dinero que necesitaban. Otros grupos estaban reunidos en casas particulares y en otras iglesias. No recuerdan con exactitud si primero fueron los gritos o los frenos de los Falcon verde en la puerta, las órdenes furiosas de los hombres armados y de civil.
Fueron empujones, tomas de yudo, gritos de las madres y familiares, el ruido metálico de las armas, fusiles, pistolas y ametralladoras amartillándose, que resonaban en el atrio. El grupo detectó a los que debía secuestrar y empezó a arrastrarlos hacia la puerta. Algunos tironeaban de ellos para impedirlo, enfureciendo a los secuestradores que gritaban, enardecidos, y amenazaban con sus armas. Los forcejeos y el griterío continuaron en el exterior, por la vereda de entrada a la iglesia. “Es un operativo antidroga”, gritó el jefe. Y entonces el estampido de las puertas de los Falcon cerrándose, el rugido de los motores y el chirrido de las llantas. Después silencio, algunos llantos.
Fue el 8 de diciembre de 1977. Ayer, en el local de la Unión de Trabajadores de Prensa de Buenos Aires (Utpba), las Madres de Plaza de Mayo María del Rosario Cerruti, Aída Sartí y Nélida de Chidíchimo reconstruyeron el operativo. Entre el 8 y el 10 de diciembre, hubo otros operativos donde fueron secuestrados más familiares de desaparecidos. El 10, cuando se publicó la solicitada que habían preparado, fue secuestrada en la calle, en el Dock Sud, cerca de su domicilio, Azucena Villaflor de Vincenti, la madre que había impulsado la organización de las madres. La nómina de secuestrados durante esos días se completa con Angela Auad, Remo Berardo, Raquel Bulit, Horacio Elbert, Julio Fondovila, Gabriel Horane, Patricia Oviedo y Leonie Duquet, la otra monja francesa.
El hombre joven que señaló a sus víctimas con un beso en la mejilla era Alfredo Astiz, que se había infiltrado en el grupo con el seudónimo de Gustavo Niño. Jorge Acosta era el jefe del grupo de tareas, en el que también participaban Antonio Pernías y Héctor Febres, entre otros oficiales de la Armada, de Prefectura y de la Policía Federal.
Los cuerpos de las madres que fueron identificados por el Equipo Argentino de Antropología Forense mostraban señales de haber fallecido cuando impactaron contra el agua tras ser arrojados con vida desde los aviones. Previamente las habían atontado con una inyección de pentotal.
Es sintomático que Astiz, uno de los principales responsables del operativo, haya sido tomado como paradigma de valentía por un amplio sector de sus camaradas. Incluso hace pocas semanas, la esposa de un militar en actividad defendió estos “actos patrióticos” en una carta a La Nación. Sobrevivientes relataron que cuando el grupo de secuestrados llegó a la ESMA, Astiz era el más preocupado para que “trasladaran” a las madres y las monjas porque temía que lo identificaran si alguna sobrevivía.