EL PAíS
Kirchner festejó la Independencia y evitó aludir a la pelea interna
Participó de un acto en Tucumán. Sólo mencionó que, como había dicho su mujer en el acto del jueves, había que sentirse “fanáticamente argentino”. El arzobispo Héctor Villalba criticó la situación social y la falta de credibilidad de la clase política.
“Les quiero decir lo que decía Cristina hacía algunas horas: que no todo pasa por ser fanático de un partido o de otro, que nos sintamos fanáticamente argentinos”, afirmó ayer el presidente Néstor Kirchner ante una multitud en Tucumán, reunida para festejar el aniversario 189 de la Declaración de la Independencia. En todo su discurso, que también tuvo críticas al FMI, ésa fue la única alusión que hizo a la candidatura de su esposa, Cristina Fernández de Kirchner, que se había llamado a sí misma “fanática argentina” en el acto del jueves pasado.
El Presidente llegó ayer a Tucumán a las 10.50 en el Tango 01, acompañado del jefe de Gabinete, Alberto Fernández; el ministro del Interior, Aníbal Fernández; el de Planificación, Julio De Vido; el de Salud, Ginés González García, y otros funcionarios. Todos evitaron hablar de la pelea con el ex presidente Eduardo Duhalde. Sucede que el viaje fue horas antes de que se lanzara la candidatura de Chiche Duhalde.
En el aeropuerto, lo recibieron el gobernador de Tucumán, José Alperovich, y el vicepresidente, Daniel Scioli, que arribó en otro avión minutos antes. Scioli esquivó cualquier alusión a la campaña: “Yo no hago comentarios en lo personal. Mi enemigo es la pobreza, después... la gente decidirá con el voto”. El vicepresidente sostuvo que no fue al acto del jueves pasado porque tenía un compromiso con empresarios en Uruguay.
La caravana presidencial salió a toda marcha hacia la Catedral de San Miguel de Tucumán. A lo largo de todo el camino, una fila de estudiantes con banderitas argentinas y globos celestes y blancos lo acompañó hasta su destino. De ambos lados de la vereda saludaban cuando pasaba la comitiva. Algunos niños corrían para intentar alcanzar la combi en la que viajaba Kirchner, que hizo parar el vehículo para saludarlos.
“Ar-gen-tina”, coreaban unas dos mil personas con bombos y redoblantes, cuando el Presidente ingresó a la Catedral para el Tedéum. Allí escuchó una homilía muy crítica del arzobispo Héctor Villalba, quien sostuvo que “están heridas las familias porque el padre carece de trabajo; la salud, por una atención cara y deficiente; la educación, por docentes mal pagos; la justicia, por la pérdida de confianza, y la política, por la pérdida de credibilidad”. Y remató: “Si el Señor no edifica la casa, en vano trabajan los albañiles”. Consultado por estas críticas, Aníbal Fernández respondió: “Estamos haciéndonos cargo de esa Argentina que él menciona, para ponerla a la altura de las circunstancias. No es el Presidente el Señor. Es Dios. Kirchner todavía no es Dios”, ironizó el ministro.
Desde la Catedral, el Presidente recorrió los 150 metros que lo separaban de la Casa Histórica de Tucumán. En el camino se dio el gusto de abrazar a la gente, que tras las vallas ondeaba banderitas argentinas (fueron una constante), y hasta se puso por un momento un gorrito celeste que le ofrendaron. Luego entró a la Casa Histórica donde, amuchados, los funcionarios escucharon el Himno, cantado por el ex rugbier de Los Pumas y barítono Omar Hasan, y les rindieron homenaje a los próceres de 1816. Seguido por un remolino de gente, Kirchner atravesó un grupo de gauchos que ofrecían vino, locro y humita. Apenas si logró probar una empanada, debido al apretado programa. En total, estuvo tres horas en Tucumán.
Detrás de la Casa Histórica, se reunió con organismos de derechos humanos, madres e hijos de desaparecidos tucumanos, que le plantearon distintas denuncias. Con su pañuelo en la cabeza, Natividad Ortiz planteó: “Nunca nos había recibido un Presidente”. Otra madre, Sara Mrad, agregó: “Estamos muy contentas por su política sobre el pasado, pero hacemos hincapié en el futuro de nuestros niños, que tienen hambre”. “Todos los reclamos son justos –explicó el secretario de Derechos Humanos, Eduardo Luis Duhalde-, avanzamos con las causas, con la excavación del Pozo de Vargas y también estamos trabajando con casos del presente”.
En medio de un gran despliegue de seguridad, pensado para evitar cualquier tipo de incidente que suspendiese el acto (como ocurrió el año pasado cuando se enfrentaron dos grupos piqueteros), Kirchner partió hacia el estadio del Club Atlético San Martín, donde se concentraron más de 25.000 personas para recibirlo. La cancha era una explosión de celeste y blanco –cada persona agitaba su banderita de plástico– bajo un cartel que decía “Bienvenido Presidente”. En las primeras filas, Sol, de 8 años, de pantalones floreados color violeta, soñaba: “Quiero que el Presidente haga una donación a los hogares de niños y... que me dé un autógrafo”.
Al comienzo del acto, se anunciaron subsidios por 36 millones para un hospital maternoinfantil y 85 mil pesos para otras obras públicas. Después de cada cifra, la gente aplaudía a rabiar. Tras los anuncios, habló el gobernador, después el Presidente y por último tocaron grupos de rock, bailanteros y folklóricos. Alperovich brindó todo su apoyo a Kirchner en la campaña: “Debemos decirles basta a los proyectos políticos individuales y apoyar fuerte al Presidente el próximo 23 de octubre. Vamos a decidir hacia dónde vamos: si seguimos adelante o volvemos atrás”.
Kirchner, que lo escuchó pensativo, le dio un abrazo al final del discurso y entonces fue su turno de hablar: “No me interesa quedar bien afuera, perjudicando a los de adentro, como hicieron muchos”, disparó el Presidente, luego de señalar que su gobierno “se plantó en la negociación de la deuda privada”. Y concluyó: “Gracias por esa fuerza que me dan. Me voy con lágrimas en los ojos, sabiendo que éste es un pueblo dispuesto a construir una segunda independencia”.
Informe: Werner Pertot.