Era su segundo discurso de la campaña y se cumplía un nuevo aniversario de la muerte de Evita. La ecuación, entonces, fue sencilla. Cuando llegó su momento, el más esperado del acto en el club La Unión de Berazategui, Cristina Fernández de Kirchner comenzó con una pregunta en voz alta: “¿Qué hubiera hecho Evita si no hubiera muerto el 26 de julio de 1952?” El ejercicio era una versión actualizada del eslógan de la militancia de los ’70, y como entonces, resultaba provocador: permitía ubicar adversarios en el pasado y también en el presente. “En esta Argentina de tantas tragedias, de tanta devastación cultural, ¿qué haría Evita? ¿En qué vereda la imaginan, junto a quiénes estaría? ¿Pidiendo no volver al pasado? ¿O al lado de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo?” La frase, que apuntaba claramente a Chiche Duhalde, generó una ovación. Sentado en primera fila de un palco lateral, el Presidente aplaudió con entusiasmo.
El ejercicio de imaginación de la primera dama –lo que se llama historia contrafáctica– continuó con una durísima carga contra el menemismo. “¿Cómo trataría Evita a quienes en nombre del peronismo se abrazaron con los que derrocaron a Perón en el ’55, o quienes se abrazaron a las ideas del capitán ingeniero y su hija (por Alvaro y María Julia Alsogaray)?”, se preguntó desde el micrófono. La multitud, compuesta por familias pobres, militantes del PJ y también por piqueteros de las organizaciones vinculadas con el kirchnerismo, festejó la pregunta con otro estallido. Aunque la respuesta estaba implícita, Cristina Kirchner lanzó la estocada final con una cita bíblica: “¿Se abrazaría con el capitán ingeniero o, como Jesús, echaría a los mercaderes del templo?”
El clima de confrontación se respiraba en el aire. Antes y durante el discurso de la candidata se escuchó el clásico futbolero: “Un minuto de silencio/ para Duhalde que está muerto”. La mayoría del público se sumaba a los cantitos pero sin el entusiasmo que mostraba un grupo de jóvenes del MTD Evita, una de las organizaciones sociales kirchneristas. Los piqueteros agitaban banderas y vivaban al Presidente como si estuvieran en un recital de rock. Aunque también se permitieron lanzar consignas tal vez desafiantes para una parte de la dirigencia: “No queremos un partido/ un partido liberal/ queremos un movimiento/ nacional y popular”. También aportaron una sorpresa. Cuando Cristina se preguntó qué sería Evita si viviera, desde el fondo del salón se escuchó una voz solitaria: “¡Sería piquetera!”.
El ejercicio de imaginar a Evita en la actualidad terminó con una exhortación de apoyo al Presidente. La primera dama dijo que se “imaginaba a Evita junto al resto de la Argentina que lo acompaña a usted (por Kirchner, ya que la candidata no tuteó a su esposo en ningún momento) en la construcción de un país donde el trabajo vuelva a dar dignidad a todos”. Flanqueado por el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, y el gobernador Felipe Solá, el Presidente aplaudió con una sonrisa. Su imagen era reproducida en pantalla gigante: antes se había proyectado un video sobre la biografía de Evita que incluyó fragmentos de sus discursos.
Los primeros oradores fueron Cristina Alvarez Rodríguez, sobrina nieta de Evita, y Jorge Taiana, vicecanciller e hijo del médico personal de Perón. Los dos cargaron contra el duhaldismo, pero Taiana coincidió con Cristina en la importancia de Evita para la generación de los ’70. En ese punto, la primera dama incluyó entre los elogios a aquellos militantes una referencia algo autocrítica. Dijo que las imágenes que perduran de Evita son “en blanco y negro”. “Evita era así, en blanco y negro, todo o nada. Y así fue, en cierta manera, nuestra generación.”