Vie 29.07.2005

EL PAíS  › LA MARCHA POR LA NOCHE DE LOS APAGONES EN LEDESMA

La Justicia más allá de la vida

Olga Arédez no estuvo esta vez, murió el pasado 17 de marzo, pero su lucha en reclamo de justicia por la desaparición de treinta personas en 1977 en un operativo conjunto del Ejército y el Ingenio Ledesma tuvo un logro inesperado: se abrió la causa por contaminación contra la empresa que larga bagazo de caña y provoca una enfermedad mortal.

Por Luis Bruschtein
Desde Libertador General
San Martín, Jujuy

El estruendo de los bombos de esta primera marcha de la Noche de los Apagones sin Olga Arédez en Libertador General San Martín, aquí en Jujuy, más el olor agridulce del bagazo de caña y la presencia ominosa del Ingenio Ledesma se expandía en el aire de la plaza, el lugar donde durante muchos años marchó sola, empecinada, esperanzada. La gente gritaba “¡Olga está presente! ¡Olga no se fue! ¡Olga está en la plaza! ¡Como la primera vez!”. Y seguramente fue la marcha más numerosa, la más representativa de un pueblo que gracias a su influjo se abrió a su propia dignidad. Olga murió el 17 de marzo pasado de un cáncer inducido por el bagazo de caña que le provocó bagazoosis. Pero antes preparó esta marcha, habló con sus hijos para dejarles las últimas indicaciones. Y en una muestra más de que la lucha de estas mujeres trasciende sus propias vidas se supo ayer que la Justicia decidió abrir la causa contra el ingenio Ledesma que contamina y enferma. Con el trasfondo de los bombos y los gritos que la reclamaban, Luis Arédez, con un nudo en la garganta, sin decir palabra, mostró la urna con las cenizas, y en un pozo pequeño en uno de los canteros donde plantaron una Santa Rita, como la que hay en el fondo de su casa, volcó las cenizas de su madre.
María Adela Antokoletz, hija de una Madre de Línea Fundadora del mismo nombre, la primera que acompañó a Olga Arédez, en su marcha, anunció en el acto que se hizo en el Normal 9 por la mañana que los jueces habían dado curso al juicio que inició Olga contra la empresa del Ingenio Ledesma por la contaminación ambiental. En el acto se distribuyeron volantes pidiendo a los vecinos que se sumen a este reclamo. Las montañas de bagazo de caña, acumuladas junto al pueblo, desprenden esporas que se alojan en los pulmones de las personas. Estas esporas pueden causar un endurecimiento, o fibrosis de los pulmones, que a su vez puede convertirse en una causa de cáncer, como le sucedió a Olga Arédez. “El juicio no es por dinero –aclaró Antokoletz–, aunque bien podría haber sido un juicio por daños y perjuicios. Pero Olga no quiso, ella quería que la empresa asuma su responsabilidad y deje de contaminar. Esa es otra de las herencias que Olga le deja a Libertador General San Martín.” Aunque no se han hecho estadísticas, en este pueblo hay una incidencia mayor de enfermedades respiratorias. El acopiamiento del bagazo de caña a cielo abierto, como lo práctica el ingenio, produce estas esporas.

Todas las voces:

Josefina Aragón y Damiana Florencia Valdez, dos mujeres mineras, indígenas, menuditas, comenzaron a cantar coplas y Olga y Ricardo, sus otros dos hijos, echaron agua sobre la tierra y mezclaron las cenizas con sus manos. Había un círculo de amigos, compañeras de Madres Línea Fundadora, el Premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel, el intendente de Morón Martín Sabbatella, el secretario de Derechos Humanos de la intendencia de Jujuy Carlos “Perro” Santillán, Hermelinda, el secretario de Derechos Humanos de la Nación Eduardo Luis Duhalde, Nando Acosta y decenas de amigos de todos lados que la acompañaron en sus marchas, que seguían en silencio, algunos con lágrimas en los ojos, el proceso en el que las cenizas de Olga se mezclaron con la tierra de la plaza donde marchó desde que los militares secuestraron a su marido, el intendente Luis Arédez. Los lamentos de las copleras encomendaban a Dios el alma de Olga y le pedían que les diera fuerza para seguir luchando.
Josefina Aragón dice que Olga “nos está dando fuerza para seguir luchando, por nuestra dignidad, por nuestra libertad, contra los más poderosos, que cada vez están más arriba ¿y qué vamos a hacer nosotras más que seguir lalucha? Por eso Olga nos da esta fuerza”. Josefina participó en la huelga durísima de la mina El Aguilar, en plena Puna, en los años ’70. “Yo era la única mujer dirigente –dice con orgullo– y el que dirigió esa huelga fue Avelino Bazán, que después lo desaparecieron como al doctor Arédez.”
El miércoles fue una sucesión de testimonios de mucha gente que se acercó a Libertador General San Martín desde distintos lugares. Josefina y Damiana vinieron desde Maymará, en La Quebrada. Damiana también fue obrera del surco, obrera “golondrina”, y andaba en la zafra cuando conoció al doctor Arédez, que era médico rural, y tiene agradecimiento y devoción por ese recuerdo. Josefina y Damiana permanecieron en el pequeño balcón cerrado de la casa de Olga, que era su lugar preferido y donde estuvieron sus cenizas sobre una mesita con su retrato hasta que ayer fueron depositadas en la plaza.
Y también había un grupo de mujeres wichi, con Hermelinda, esposa del cacique de colonia Embarcación. “Yo no sabía qué era la marcha, ni qué eran las Madres de Plaza de Mayo –recordó el miércoles en la misa en la Vicaría de Solidaridad, con voz muy suave y de tono apagado–, algo había visto por televisión, pero no sabía y entonces Olga me preguntó cómo era la vida de nuestra comunidad y cuando le conté, así, tímidos como somos nosotros, ella me dijo: “‘Hermelinda, tienes que ir con la cabeza alta y luchar por la dignidad de tu gente’, y yo le agradezco ahora ese consejo de madre y le digo que vamos a seguir en la lucha, como las Madres de Plaza de Mayo”.
Y ayer a la mañana, en la escuela Normal Número 9, donde Olga fue profesora de Historia, los chicos le hicieron un homenaje. Entraron los abanderados con la Marcha a la Bandera, con los guardapolvos relucientes y almidonados, se cantó el Himno, y se bautizó a la biblioteca de la escuela con el nombre de Olga. “En la biblioteca está la memoria –dijo la directora María Dionici– y Olga Arédez fue la memoria de este pueblo.” Hablaron ex alumnos y depositaron flores en la placa que recuerda a los 17 estudiantes desaparecidos en la Noche de los Apagones. Hacer un acto en la escuela había sido un sueño para Olga, porque allí había sido profesora de Historia, igual de Dora Weiss, viuda de Jorge Weiss, el dirigente que había organizado el sindicato combativo en el Ingenio y que también está desaparecido, y también la historiadora Olga Dimitrópulos, su íntima amiga que sufrió largos años de cárcel y que esta vez no pudo participar porque está postrada en una silla de ruedas. Hace algunos años se pudo hacer el primer acto en la escuela y gracias a su empeño se instaló la placa en homenaje a los estudiantes desaparecidos.
Y más que eso, le hubiera gustado ver a los chicos de la escuela primaria que se pusieron junto a la ruta con sus maestros y que llevaban banderas argentinas que decían “En defensa de la vida” o “La vida es lo primero” y que se asomaban con los ojos agrandados por la curiosidad para ver las pancartas y los murgueros que participaron en la marcha por la ruta nacional 34 desde Calilegua.
A la mañana fue el acto en la escuela, había una exposición de fotos de todas las marchas, donde se la veía a Olga, caminando, abrazada con sus compañeras de Madres, con sus hijos, con el barbijo que usó en las últimas, cuando ya estaba enferma y a pesar de todo seguía empeñada en caminar los cinco kilómetros porque esos cinco kilómetros eran nada más y nada menos que la obra de su vida, la distancia que mide la conciencia de la propia dignidad de un pueblo.
Atrás quedaron las marchas solitarias, cuando las otras Madres de Ledesma y Calilegua se hicieron viejitas, se enfermaron, se murieron o se fueron mudando hasta que quedó ella sola, invisible, en un pueblo que todavía sentía el peso aplastante del ingenio todopoderoso de los Blaquier. Ayer, los amigos decían que era la marcha más numerosa. Es probable que así fuera por las cerca de diez mil personas que asistieron, pero más importante fue que se trató de una marcha muy representativa. Al llegar a Calilegua, antes de que empezara la caminata, estaban los grupos aborígenes, wichis y guaraníes, sentados en la vereda, esperando, mientras llegaban contingentes piqueteros de la CCC, del MTL, del Teresa Vive, de Barrios de Pie y de la CTA, que también marchó con sus gremios. Grupos de convivencia inestable en cualquier otra situación, menos allí. Había gente de La Quebrada, de la ciudad de Jujuy, de Salta, de Tucumán, Buenos Aires y hasta de Mendoza.
La marcha fue encabezada por el cartel de las Madres de Desaparecidos de Ledesma, Jujuy, que lideró todas las marchas, llevado por los hijos de Olga, por Adolfo Pérez Esquivel, por Taty Almeida, Nora Cortiñas y otras Madres de Línea Fundadora, por Familiares de Detenidos Desaparecidos, por Abuelas e HIJOS y por familiares de víctimas del gatillo fácil, encabezados por la familia Bordón y por quienes fueron sus amigos más cercanos. Estaba Sarita, una maestra rubia y muy jovencita, de Los Angeles, que llegó hace varios años para hacer un trabajo académico sobre Olga y nunca más pudo dejar de venir. Y ahora caminaba con los ojos rojos de llorar.
Pero delante de todo marchaba un grupo de Picus que había venido de La Quebrada, era una delegación del Hospital de Tilcara, del que Luis Arédez fue director. La música dulzona y melancólica de los sicus transmitió el sentimiento de esta marcha que ha sido la primera sin Olga Arédez.
Olga Arédez con su empeño de realizar tareas aparentemente imposibles, en situaciones totalmente desfavorables, fue despertando poco a poco, sin estridencias y con un estilo sereno pero firme, las conciencias de las personas y es difícil que ella tuviera una idea acabada de las semillas y disparadores que estaba sembrando.

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