Lun 15.08.2005

EL PAíS  › KIRCHNERISTAS Y OPOSITORES EN EL CONGRESO JUVENIL

Mambo argentino en Caracas

El duelo de consignas y pancartas entre la izquierda opositora y la kirchnerista se mantuvo durante todo el Congreso de la Juventud.

› Por Martín Piqué
Desde Caracas

De nada valieron los 7700 kilómetros que los separaban de Buenos Aires. Los jóvenes argentinos que participaron del XVI Festival de la Juventud y los Estudiantes no pudieron ocultar –tampoco hicieron ningún esfuerzo– sus diferencias políticas. En un reflejo del panorama del país, la delegación que asistió a este encuentro exhibió las tensiones que dividen a los partidos de izquierda, centroizquierda o, si se quiere, “progresistas”. La mayoría expresó su bronca contra Néstor Kirchner en cada oportunidad que tuvieron. Recordaron que su administración es la que más deuda externa pagó al FMI en los últimos años, denunciaron que en la Argentina existen presos políticos y cuestionaron las diferencias “entre el discurso y los hechos”. En franca minoría, los kirchneristas argumentaron a favor del Gobierno en todos los ámbitos que participaron. Destacaron, sobre todo, la renovación de la Corte, la apertura a las organizaciones sociales y la quita record a los bonistas privados.
Los cruces entre argentinos se convirtieron en uno de los ingredientes más comentados del encuentro que pretende retomar el espíritu del Foro Social Mundial. Organizados desde el fin de la Segunda Guerra por los países del bloque socialista, en especial por la Unión Soviética, estos festivales reunían cada dos años a las juventudes políticas y estudiantes universitarios identificados con el arco ideológico que va desde la izquierda marxista hasta la socialdemocracia y el nacionalismo popular. Tras la caída del Muro de Berlín, se realizaron en Pyongyang, Corea del Norte (1989); La Habana, Cuba (1997), y Argel, Argelia (2001). Este año se realizó en Caracas por votación de la Federación Mundial de la Juventud Democrática (FMJD), el ente organizador. Asistieron 17 mil jóvenes de 144 países de todo el mundo. Venezuela puso mucho empeño –y varios millones de dólares– en la preparación de este evento: el año próximo será sede de la cumbre antiglobalización que nació en Porto Alegre.
La delegación argentina estaba dividida desde antes de comenzar el festival. La mayor parte llegó por medio del Comité Nacional Preparatorio (CNP) que funcionó en Buenos Aires. Coordinado por el PC, en ese grupo había miembros de la Federación Juvenil Comunista, del maoísta Partido Comunista Revolucionario (PCR), Quebracho, del Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST) y Partido Obrero (PO). También viajaron agrupaciones universitarias, como EVET (de Veterinaria), la CEPA (vinculada al PCR), Franja Morada y el MUI (Movimiento Universitario de Izquierda). En la comitiva estaba el presidente de la FUBA, Santiago Gima, y un representante de la FUA. El grupo se completaba con el ARI, Encuentro por la Democracia y la Equidad (el partido de Martín Sabbatella), y la Federación Agraria. Un combo heterogéneo, de unas 150 personas, unido sólo por la distancia con el Gobierno.
En mucha menor cantidad que los opositores, la delegación kirchnerista –apenas 24– estaba compuesta por militantes del MTD Evita, Barrios de Pie, MP 20, del propio PJ porteño, de la provincia de Santa Cruz, de la CGT y de Juventudes por la Patria, un espacio que están armando en la Secretaría General de la Presidencia de Oscar Parrilli. En el medio, algo incómodo por la polarización, se lo veía a un representante del Partido de la Revolución Democrática (PRD), el partido de Miguel Bonasso.
La escasa representación que tuvo el sector kirchnerista sorprendió hasta a los militantes de la oposición. En los días previos se había especulado con que la Cancillería enviaría a Caracas un Hércules C-130 del Ejército. Muchos países enviaron delegaciones oficiales que fueron solventadas por sus gobiernos: un caso sorprendente fue el de Angola, cuyo presidente envió a 800 jóvenes a Caracas para que participaran del festival. La delegación chilena también recibió apoyo estatal (el intendente deCoquimbo, democristiano pero con afinidades en la izquierda, solventó muchos lugares). Algo parecido sucedió con la uruguaya (viajaron en un avión del Ejército solventado por el Frente Amplio) y la brasileña, la cuarta delegación más numerosa.
Opositores y oficialistas convivieron sin problema en el mismo lugar de residencia –una tribuna del hipódromo municipal que se reacondicionó para hospedar a los asistentes y que se parecía al pabellón de un regimiento–. Las diferencias quedaron a la vista cuando llegó el momento del desfile inaugural. Cada delegación debía pasar ante la tribuna principal que presidía el venezolano Hugo Chávez. Cuando llegó el momento, los kirchneristas decidieron separarse del resto y marcharon detrás de los opositores, que eran mayoría y portaban la bandera oficial de la comitiva argentina. Era una imagen parecida a la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos aunque matizada por la euforia juvenil y las posiciones políticas. Lo único que pudo unir a kirchneristas y opositores fue el adelanto de que no recibirán con buenos modales a George Bush en la Cumbre de Mar del Plata: “Ay/ay/ay/qué risa que me da/con Bush en la Argentina/qué quilombo se va a armar”, cantaron a coro.
Durante el resto de las actividades, los miembros de la delegación argentina fueron protagonistas del debate más profundo que recorría el festival. Muchos delegados cuestionaban a los gobiernos de Brasil, Argentina y Uruguay –supuestos miembros del eje progresista que acompaña a Venezuela– y los acusaban de retroceder en muchos asuntos (era una crítica dirigida sobre todo a Lula). O directamente condenaban sin ningún matiz porque consideraban que esa administración estaba construida sobre una gran “farsa”. Era la crítica que la mayor parte de los argentinos le hacía a Kirchner. Lo acusaban de usar un discurso que no se convalidaba con los hechos. Así sucedió en los seminarios y talleres, como el de “Las políticas de la juventud”, “La mujer: debate desde la perspectiva de género” y “Los retos de la integración latinoamericana”. Como en una asamblea universitaria, opositores y oficialistas se preparaban para ganar la discusión argentina ante el auditorio, que representaba la heterogeneidad de las 144 delegaciones.
Los cuestionamientos generaban situaciones contradictorias. Cuando los argentinos marchaban por el Panteón de los Próceres, el público los aplaudía agitando afiches que mostraban a Kirchner y Chávez abrazados.
Las diferencias se extendieron a los cantitos de hinchada. En las largas fiestas de cada noche, entre ron, cerveza y reggeton (ritmo de Puerto Rico), los opositores argentinos cantaban “Chávez sí, Kirchner no/ Chávez sí, Kirchner no”. Quienes parecían salir en defensa de los kirchneristas eran los miembros del Partido Comunista de Brasil (PCdoB), todos de rigurosa camiseta verdeamarelha. Luego del desafiante “Pentacampeao”, contestaban con “Uh, ah/ Chávez Lulaaaaaa”. También defendían a Marco Aurelio García, el principal asesor de Lula en materia internacional.

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