EL PAíS
“Kirchner es transición, pero no es progresismo”
Rubén Giustiniani es el único socialista en el Senado y preside su partido recién unificado. Santafesino, tiene en el centro la candidatura de Binner y sus chances para hacer un “verdadero progresismo”. Kirchner y las posibilidades hegemónicas del peronismo.
› Por Eduardo Tagliaferro
El retrato en blanco y negro de Alfredo Palacios no deja dudar de que se está ingresando al despacho de un socialista. El retrato es infaltable si además el socialista es el único senador que tiene su fuerza política. No por nada Palacios es el primer senador socialista de América latina. Además de senador, el santafesino Rubén Giustiniani ostenta el cargo de presidente del partido luego de su unificación. Medido y meticuloso, en esta entrevista con Página/12 dice: “Kirchner no es Menem”. Claro que también señala que no hay política progresista sin una reforma tributaria, sin planes sociales universales y sin libertad sindical.
–¿Cuáles son los ejes de la campaña del Partido Socialista?
–El Partido Socialista hace un mes atrás, en el recuperado Hotel Bauen, realizó un congreso en el que se define el escenario internacional y nacional. La hegemonía de los Estados Unidos y el pisoteo al derecho internacional exigen poner un freno a este avance. Es imprescindible la integración regional. En nuestro país estamos en una etapa de transición.
–¿Transición hacia qué?
–Una transición indefinida. Creemos que es necesario poner en la agenda la cuestión social. Contar con un plan universal es imprescindible para una política progresista. Sin reforma tributaria tampoco hay política progresista. Los grandes ganadores siguen siendo los mismos. La naturaleza del modelo no ha cambiado, pero no se puede analizar la realidad en blanco y negro. Kirchner no es Menem, es necesario una oposición más responsable. Hay una gran cantidad de temas que el socialismo viene reclamando y el gobierno no puso en agenda.
–Usted define que una política progresista debe encarar una reforma tributaria y planes sociales universales. Con sus parámetros, ¿Kirchner es progresista?
–Es un gobierno de transición. Como tal ha aplicado políticas progresistas. Por ejemplo, la renovación de la Corte, algo que reivindicamos como positivo. Para consolidar este proceso positivo tendría que dejar en siete a los miembros de la Corte. Ha aplicado políticas progresistas como la de derechos humanos. Es importante la nueva relación que se ha planteado con los países sudamericanos. La quita de la deuda con los bonistas privados es progresista. En los aspectos institucionales, para que haya una política progresista y democrática es necesario el funcionamiento pleno del Parlamento y la independencia de los poderes.
–¿El discurso político del Gobierno da cuenta de su práctica?
–El discurso da cuenta de una parte, de otra no. Cuando fustiga al FMI y lleva adelante una política de quita. El discurso no explica cuando usando un eufemismo como el desendeudamiento se soslaya que se está pagando una parte importante de la deuda externa con los organismos de crédito internacionales. Sería positivo que, en algún momento, todos aquellos que impulsaron la privatización de YPF hagan un mea culpa y le pidan disculpas al país. El regalo de YPF es un símbolo de la destrucción nacional.
–¿El peronismo puede convertirse en un partido hegemónico como el PRI mexicano?
–En nuestro país salimos del peligro de que la crisis institucional corroa los cimientos de un país normal y entramos al riesgo del hegemonismo. El fracaso de la Alianza, entre los muchos efectos negativos, lleva a la percepción de que los únicos que pueden gobernar son los peronistas. Mientras eso no se erradique, la interna del peronismo seguirá ocupando la escena principal. La izquierda debe constituir un polo que dispute ese hegemonismo.
–¿Qué cosas lo impiden?
–La cultura hegemónica no sólo es del justicialismo. Es una cultura de nuestro país. Cuando se llega a un frente político, muchos partidos, si no lo dirigen, lo parten. También eso es hegemonismo. Desde el socialismo,nuestro gesto fue unirse luego de 50 años de división. Desde Rosario no sólo apostamos desde el discurso sino también desde la gestión. En Rosario hace 15 años y medio estamos tratando de demostrar que se puede gobernar con decencia, con eficiencia, con transparencia y sobre todo con la práctica de la solidaridad. También participar, tal como lo definió el congreso del Partido Socialista, de un frente amplio, progresista. La construcción de ese frente amplio es una de las principales tareas que nos debemos los socialistas. No buscando cuáles son las diferencias con quienes piensan parecido sino buscar las coincidencias. Ganar en Santa Fe, con Hermes Binner a la cabeza de esto, puede ser un paso importante. El grupo de Rosario marca un intento positivo, apostando no sólo a lo político-partidario sino también a lo social. La presencia de Víctor De Gennaro así lo demuestra. No hay construcción de lo nuevo sin un nuevo sindicalismo en la Argentina. Que esté la FAA, que esté el movimiento cooperativista con Carlos Heller, son los embriones para construir esa fuerza alternativa. Hay que tener paciencia y no perder el rumbo.
–Gane el socialismo o pierda, en cualquier escenario en Santa Fe, desde no pocos medios se pretende minimizar la probable derrota del oficialismo diciendo que Binner es un transversal. ¿Sienten esa presión?
–Estamos acostumbrados a desayunar con presión y acostarnos con presión. El socialismo representa un valor cualitativo por su tradición en el país. Más por historia que por nosotros mismos, tal vez. El partido todavía hay que ganarlo. El probable triunfo del socialismo en Santa Fe importa cómo lo visualizará la sociedad, más allá de cómo se lo presenten en los medios o cómo lo presenten algunos dirigentes. Lo importante es cómo lo lea la sociedad. En Santa Fe hay una buena propuesta programática para votar, un muy buen candidato y una experiencia de gestión.
–En las primarias de Santa Fe, los medios destacaron que hubo más votantes en el peronismo que en el socialismo. ¿Es así?
–Fue una elección obligatoria, no una interna abierta. Lo que no se dice es que no se votó en toda la provincia. Acabo de presentar un proyecto de ley en el que se impide cambiar las reglas de juego antes de una elección, por lo menos hasta un año antes. En Santa Fe, 20 días antes de la elección, el justicialismo votó una ley para que en las localidades en las que hubiera lista única no hubiera elecciones. Hacer un conteo y decir que hubo más votos para el justicialismo que para el Frente Progresista es antojadizo. Si hay un dato para destacar es el de las dos grandes ciudades de la provincia: Rosario y Santa Fe. En Rosario, donde gobernamos, ganamos bien. En Santa Fe, el lugar más fuerte del justicialismo, el Frente Progresista tuvo 15 por ciento más de votos.
–¿Cómo vive desde un bloque minoritario no poder dar pelea a algunas expresiones mayoritarias fuera de toda lógica?
–Los candidatos son electos por el voto popular. De lo que hay que salir es del círculo perverso que tiene la sociedad, que no tiene expresiones nuevas para poder votar. Lo dramático es el tiempo. Las urgencias de la sociedad son muy grandes. La mayoría del país no llega a fin de mes, no tiene para educarse, no tiene salud, la mayoría de los jubilados no tiene para alimentarse. ¿Cuántas buenas noticias le da el Parlamento a la gente? Encima se delegan facultades. Es importante la renovación de la Corte porque, por ejemplo, se sancionan cuestiones como el cumplimiento del 82 por ciento para los docentes. Fíjese si es importante tener una Justicia independiente.
–¿Qué le está faltando a la política para ser concreta y poder cambiar la realidad?
–Falta una fuerza política y social alternativa. Una fuerza que marque una dinámica diferente. Si se miran los procesos históricos de América latina, se ve que se dan de abajo hacia arriba. Sin una fuerte participación popular no hay cambio. Si los trabajadores no llevanadelante un proceso de fuerte participación, es muy difícil que las cosas cambien. El poder que logra cada gobierno durante cuatro años es muy efímero frente al poder económico.
–¿Cómo ve las reacciones del Gobierno frente a los conflictos sindicales y sociales?
–El año pasado se compensaron a los bancos por la devaluación y no se compensó a los trabajadores. El gobierno tomó la determinación de acordar con los sindicatos tradicionales y no darle la personería a la CTA. Decisión negativa. El conflicto social no se contiene con represión, se necesita diálogo y respuestas concretas.
–¿Es acertado tener una política de alto superávit fiscal?
–Es otro eufemismo. Tener 18 mil millones de superávit representa un fuerte ajuste de la economía. Con tantas carencias sociales nunca puede ser positivo que sobre ese dinero. En mi familia no podría hacer alarde de ahorrar 500 pesos por mes si no puedo comprar zapatillas a los chicos. El superávit no nos da gobernabilidad. La gobernabilidad nos la da que la sociedad esté mejor, mayor capacidad de consumo, mejor salud, mejor educación.