EL PAíS
› ESTUDIO SOBRE EL COMPORTAMIENTO DEL MERCADO LABORAL ENTRE 1996 Y 2004
El desafío de la reinserción en serio
Un estudio oficial señala las dificultades de quienes trabajan en negro o están desocupados para reinsertarse en empleos en blanco. Sólo una tercera parte de los nuevos puestos creados en el sector privado desde 2003 fue cubierta por personas que estaban en esas condiciones.
› Por Marcelo Zlotogwiazda
Solamente una tercera parte de los nuevos empleos en blanco en el sector privado que se crearon desde que la economía volvió a crecer en 2003 fue cubierta por individuos que habían sido expulsados de la actividad formal hacia el trabajo en negro o directamente hacia la desocupación o la inactividad. Ese resultado obtenido por un estudio oficial que acaba de finalizar muestra las enormes dificultades que existen y que muy probablemente persistirán en el futuro para reinsertar a millones de individuos que carecen de empleo o que trabajan en condiciones precarias sin cobertura médica ni previsional.
La investigación titulada Trayectorias laborales y rotación del empleo fue realizada por Victoria Castillo, Sofía Rojo y Gabriel Yoguel, expertos de la subsecretaría de Programación Técnica y Estudios Laborales del Ministerio de Trabajo que dirige Marta Novick (las primeras dos), y de la Universidad de General Sarmiento (el tercero). Como lo sugiere el título, el estudio tenía como objetivo básico extraer conclusiones del seguimiento de la totalidad de los asalariados privados durante el período 1996-2004. A pesar de que a fines del año pasado, tras una recuperación en 2003 y 2004 de 726.000 puestos de trabajo, los asalariados en blanco ocupados por empresas privadas ya superaban en número (3,7 vs. 3,5 millones) a los que había en igual condición a fines de 1996, lo que el estudio encontró es que la conformación de ambos conjuntos de trabajadores era muy diferente. Una primera e impactante conclusión es que sólo un 58 por ciento se trataba de las mismas personas. Es decir, que un 42 por ciento de los que gozaban de empleo estable y con cobertura en el sector privado ocho años atrás fueron expulsados y no reingresaron al sistema (la metodología permite obviar el efecto de los que se jubilan).
Lo anterior sirvió para probar las primeras dos hipótesis de la investigación. Una referida a que “la movilidad laboral de los trabajadores argentinos ha sido relativamente elevada”, contra los que afirman que el mercado de trabajo está sobrerregulado, es demasiado rígido al despido y está excesivamente gravado con impuestos al trabajo. Vinculada a ésta, la segunda hipótesis que queda demostrada es que “la mayor proporción de trabajadores que se desvinculan de las empresas no cambia de empleador dentro del sistema sino que sale hacia la precariedad, el desempleo o la inactividad”, señala el informe.
Lo más inquietante es que de las personas expulsadas del sistema formal son bastante pocas las que logran reingresar.
En palabras de los autores, “son pocos los trabajadores desplazados durante la fase contractiva del ciclo (1998-2002) que logran reincorporarse en el período expansivo (2003-2004)”. En efecto, sólo el 34 por ciento de las personas que se sumaron al conjunto de asalariados en blanco en empresas privadas eran personas que ya lo habían sido anteriormente. Es obvio que casi todo el resto se trata de jóvenes que ingresan por primera vez al mercado laboral.
En el seguimiento del conjunto (posible gracias a que disponen de la base de datos del sistema previsional), se observó respecto de los que fueron siendo expulsados del sistema formal que, a medida que transcurre el tiempo, la reinserción se torna cada vez menos probable. Es así que mientras a lo largo del primer año tras salir del sistema un 18 por ciento logró volver, el porcentaje disminuye al 10 por ciento para el segundo año, y baja ininterrumpida y bruscamente hasta verificarse que sólo 2 por ciento consigue reingresar siete años después de haber salido.
La elevada movilidad junto con el constante ingreso de mano de obra joven explica una parte de la caída salarial que se verificó en los primeros seis años del período estudiado. O, dicho de otro modo, “en promedio se incrementan las remuneraciones de las personas que permanecen en la misma empresa o que cambian de empresa dentro de la misma rama”.
La investigación también revela que a lo largo de los ocho años hubo un tremendo proceso de terciarización del empleo, entendido como la pérdida de importancia relativa del trabajo en industrias a manos del comercio u otros servicios. Pero para peor, lo que sucedió no fue que asalariados privados formales de cuello azul pasaron a ser empleados de comercio o de alguna empresa de servicios públicos que se encuentran dentro del sistema. Lo que ocurrió fue que los trabajadores industriales que perdieron el trabajo fueron desplazados a la precariedad o al ejército de desocupados, mientras que el crecimiento del empleo en los servicios en expansión se dio incorporando nueva mano de obra, en su mayoría joven.
Es así que del total de asalariados industriales que había a fines de 1996, hoy queda sólo el 46 por ciento; un 10 por ciento fue terciarizado dentro del sistema formal, y el 44 por ciento restante está en la precariedad, desocupado o inactivo (la metodología usada elimina el efecto de los que se jubilan).
En cuanto a la movilidad, el seguimiento arroja que las empresas retienen más a los trabajadores de salarios más altos, probablemente para conservar su dotación más calificada.
De todas maneras, uno de los interrogantes preocupantes que deja el estudio es si la altísima movilidad que se verificó en términos generales no conspira contra un deseable fenómeno de calificación y aprendizaje por permanencia dentro de los empresas.
Pero, sin duda, la conclusión más alarmante es la enorme dificultad que encuentran para reinsertarse los que quedaron fuera del mercado laboral en blanco, o lo que es lo mismo, la bajísima capacidad que tiene el sistema formal para reabsorber –aun en fase expansiva– a los que se fueron cayendo al trabajo en negro y el desempleo.