EL PAíS
› 33º ANIVERSARIO DEL CORDOBAZO
“Hoy más que nunca se necesita la unidad del pueblo”
Jorge Canelles es uno de los últimos gremialistas vivos que junto a Agustín Tosco participaron en la organización del Cordobazo, el 29 de mayo de 1969, la movilización que marcó el principio del fin de la dictadura de ese momento. “Si en aquella época fue importante la unidad de acción de los sectores populares –afirma–, hoy es más necesaria que nunca.”
› Por Luis Bruschtein
“Son más de 60 años de lucha y nunca pensamos en el beneficio personal, ni siquiera tengo casa propia, ni la tenía Tosco cuando murió”, reflexiona Jorge Canelles, compañero del legendario gremialista cordobés en las luchas obreras. Canelles es el último de los dirigentes gremiales que participaron en el Cordobazo, el 29 de mayo de 1969, que está vivo. Era dirigente de la construcción y militaba en el Partido Comunista desde 1945. A Tosco lo conoció en 1955 y estaba junto a él cuando murió en la clandestinidad por una septicemia que se podría haber curado en condiciones normales. A los 75 años, Canelles es empleado en la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires y sus compañeros de ATE acaban de realizarle un homenaje al bautizar con su nombre el local donde se reúnen. “En el Cordobazo no hubo una sola consigna partidaria, todo fue un ‘muera la dictadura’”, recuerda junto a un retrato de su compañero de lucha, en el pequeño departamento que alquila.
–¿Qué recuerdo tiene de Agustín Tosco?
–Creo que Tosco fue el dirigente más importante que ha tenido el movimiento obrero argentino. Por su honestidad, por su consecuencia en la lucha y por haber sabido dirigir el levantamiento popular más importante que se ha dado en la Argentina con un contenido de cambio social político profundo. Nos conocimos en la CGT luchando contra la intervención a todos los gremios que quería realizar el golpe de Aramburu-Rojas. Ellos querían intervenir todos los gremios. En esa lucha nos conocimos y tuvimos no sólo muchas coincidencias sino también una amistad muy grande. Yo estaba en el PC desde el ‘45 y Tosco era un tipo muy abierto, había leído mucho sobre cuestiones sociales.
–¿Y los otros dirigentes que participaron en el Cordobazo, como Elpidio Torres?
–En ese momento nosotros no coincidíamos con la táctica de la CGT de los Argentinos, que estaba muy enfrentada a la CGT de Azopardo. La realidad de Córdoba era distinta. Nosotros planteábamos la unidad de todos los sectores populares para derrotar a la dictadura. Planteábamos la unidad de las dos CGT y eso no le gustó mucho a Ongaro. Logramos que se unieran las dos CGT en Córdoba para hacer un paro. Ha muerto hace días Elpidio Torres y tengo que decir que cumplió lo pactado para el Cordobazo. Después, cuando volvió de la cárcel, fue a verlo al interventor general de la provincia, se abrazó con él y le dijo que nunca más iba a hacer paro. Eso es otra cosa. En cuanto a las acciones del Cordobazo, fue leal. Y el que lo fue a hablar para que se sumara a la lucha fui yo, porque Tosco no quería saber nada. Pero al final Tosco aceptó hacer una cena conjunta donde se planteó el plan de acción para el Cordobazo.
–¿Y qué objetivos se plantearon?
–Además de las reivindicaciones concretas, nosotros queríamos darles un escarmiento a las fuerzas policiales y represivas porque la represión se había ensañado con el movimiento obrero. Esta vez, dijimos, vamos a resistir y vamos a responder. No hubo ninguna cosa mesiánica de toma del poder. Aunque hubiéramos podido hacerlo a la una de la tarde porque ya no quedaba un solo cana en la calle, ni guardia en la Casa de Gobierno. La declaración de Córdoba al país que hicimos al convocar al acto tenía catorce puntos. En el Cordobazo no hubo un grito partidario, fue todo un “Muera la dictadura”, por la democracia y la vigencia del régimen constitucional.
–¿Y Atilio López, que después fue tan amigo de Tosco?
–El participó, igual que René Salamanca, como militante, pero ninguno de los dos estaba como dirigente gremial todavía. A López lo habían despedido de una empresa de transporte y con la indemnización se había puesto un negocito. Después, ya en 1971, en el Viborazo, que fue elsegundo cordobazo, ya estaban como dirigentes. Salamanca no trabajaba en IKA-Renault cuando fue el Cordobazo.
–¿Después del Cordobazo los meten presos a usted, a Tosco y a otros dirigentes?
–Sí, nos metieron presos a mí, a Tosco, Alberti, Di Toffino y otros compañeros. Después, en el Viborazo a mí no me agarran y Tosco volvió a caer porque fue a comer al restaurante que en ese entonces tenía el periodista Sergio Villarruel, en Olmos 50, que era muy amigo mío. Cuando salió de cenar lo detuvieron a Tosco y estuvo casi dos años preso.
–¿Cuánto tiempo estuvieron presos después del Cordobazo?
–Estábamos en una especie de cuartel en Rawson, en un galpón. Los presos del Cordobazo éramos doce, pero había varios que no tenían militancia. Les habían dado cinco años por tirar una piedra. A mí me habían dado diez, a Tosco diez y cuatro meses. Salimos a los seis meses.
–¿Qué diferencias ve entre aquellos años y la situación actual?
–Es muy distinto. Una diferencia es que hoy no existen los dirigentes que había en aquella época, no existe un Agustín Tosco, no existe un activismo sindical como en aquel entonces. Fue diferente al cacerolazo. En el Cordobazo, quince mil activistas se lanzaron a la calle a las once de la mañana. Hubo resistencia con la policía, pero a las doce del día se sumó todo el pueblo y la policía perdió el control. Entonces nosotros avanzamos y tomamos los lugares fundamentales. No quedó una sola comisaría sin quemar. Estábamos luchando por un cambio de régimen, contra una dictadura. En cambio ahora muchos están luchando por la plata que le quedó en el corralito. Además está todo muy disperso y no hay programa ni conducción clara.
–¿Entonces no ve que haya una perspectiva parecida?
–Sí, en un sentido. Porque la unidad de acción se tiene que dar. Es la forma de cambiar la situación y se va a concretar. No sé cuánto tiempo demorará. Si en aquel tiempo la unidad de todos los sectores populares era importante, hoy hace falta más que nunca, porque hay un enemigo mucho más poderoso. Si no hay una confluencia de los sectores populares más esclarecidos, el 80 por ciento de los sectores populares, digamos, no vamos a poder derrotar a este enemigo. Tenemos que esforzarnos por unificar a todos los sectores populares, como lo está haciendo la CTA, para derrotar a los sectores reaccionarios que han entregado nuestro país.
–Una diferencia muy grande es que ahora hay mucha desocupación a diferencia de los años ‘70...
–En esa época el poder adquisitivo del salario era mayor. Usted iba a la casa de un obrero de IKA-Renault o de IME, de la fábrica de aviones, y no les faltaba nada. Con el salario de un día del peón de la construcción se podían comprar 21 kilos de carne. La gente hambrienta no es más luchadora que los que tienen la conciencia de los cambios necesarios.
–Bueno, antes del Cordobazo y de la serie de rebeliones provinciales que se produjeron en ese momento daba la impresión de que en el país no pasaba nada...
–Ahora se puede contar, pero en febrero, antes del Cordobazo, una vez estábamos tomando un café con Tosco y él me dijo: “En este país no pasa nada, qué te parece si le metemos un caño a un banco a ver si se mueve la cosa”. Nosotros seguíamos trabajando para organizar, para movilizar a la gente y, al final, ese trabajo rindió frutos. No hay que pensar que todo está perdido.
–Cuando se murió Tosco, ¿usted dónde estaba?
–Yo estuve 20 años con Tosco, del ‘55 al ‘75 y me tocó organizar su traslado de Córdoba para que lo atendieran en Buenos Aires. Con Di Toffino y Alberti formábamos una especie de comando y organizamos su traslado porque ya estaba muy enfermo. Todos estábamos clandestinos. Córdoba sehabía puesto muy dura después del golpe de Lacabanne contra Obregón Cano en marzo del ‘74. Ya lo habían matado a Atilio López.
–¿Si no hubiera estado clandestino lo hubieran podido curar?
–Sí. No tuvo la atención suficiente. Pensaban que tenía un tumor cerebral, pero tenía una septicemia que se podía curar con antibióticos. Lo llevamos a Buenos Aires porque en Córdoba no se podía hacer centellograma. Solamente lo hacían en un sanatorio privado y en el Clínicas. En cualquiera de los dos lo hubieran metido preso. Resolvimos llevarlo a Buenos Aires, logramos que a los quince días empezara a caminar, pero se demoraron los análisis y en el medio le falló el corazón.