Mié 29.05.2002

EL PAíS  › LA DAIA Y EL CENTRO WIESENTHAL SOBRE BRINZONI

“Provocación antisemita”

La DAIA resolvió boicotear la conferencia de Brinzoni sobre la historia del Ejército y el Centro Wiesenthal denunció la actitud del militar como “una provocación antisemita”. Silencio del gobierno ante el reclamo del rabino Goldman.

› Por Horacio Verbitsky

La Delegación de Asociaciones Israelitas de la Argentina, DAIA, resolvió no concurrir a una conferencia que su jefe, Ricardo Brinzoni, pronunciará en el Jockey Club con motivo del Día del Ejército, que se celebra mañana. De este modo repudiará el mensaje antisemita contenido en una carta enviada por Brinzoni al periodista Héctor Timerman. La decisión fue adoptada en una reunión plenaria que la DAIA convocó de emergencia y que pasó a cuarto intermedio hasta el viernes. En su reanudación, el organismo escuchará a Héctor Timerman.
Por su parte el Centro Simón Wiesenthal expresó su “profundo malestar” por lo que consideró “provocación antisemita” de Brinzoni, quien recomendó a Timerman la lectura de la obra de William Shakespeare El Mercader de Venecia, en la que un judío es amenazado con la confiscación de sus bienes si no se convierte al cristianismo. El padre de Héctor, Jacobo Timerman, fue secuestrado en 1977 por el Ejército, torturado y despojado de sus bienes, entre ellos el diario La Opinión. El Centro Wiesenthal, que expresó su solidaridad con Héctor Timerman y su familia, es un organismo judío internacional de derechos humanos, con más de 440.000 socios en todo el mundo. Tiene status de ONG ante la ONU, la UNESCO y la OSCE. La declaración fue emitida luego de una consulta con los rabinos que conducen el Centro, con sede en Los Angeles.
Cuando Jacobo Timerman fue secuestrado hace 25 años, la conducción de entonces de la DAIA no lo defendió, asumiendo el discurso oficial según el cual no era perseguido por judío sino por presuntos vínculos con los montoneros. La propia justicia militar desechó luego esos cargos y el coronel que lo interrogó hizo escuchar en conferencia de prensa las cintas grabadas, en las que Timerman no respondía preguntas acerca de la política argentina de la época sino de su condición de judío. A raíz del desinterés de la DAIA, Timerman comparó a su conducción de entonces con aquellas dirigencias judías de Alemania que colaboraron con el nazismo. La actual directiva, encabezada por el abogado José Hercman, está atenta a no reiterar ahora aquella conducta vergonzosa. La DAIA dedicó una página entera a Brinzoni en su “Informe sobre antisemitismo en la Argentina 20002001”. Allí recuerda que cuando 662 oficiales del Ejército y el propio Brinzoni presentaron recursos de hábeas data ante organismos de derechos humanos, Brinzoni eligió para representarlos como abogado de confianza a Juan Enrique Torres Bande, “apoderado de la agrupación política neonazi Partido del Nuevo Triunfo, liderada por Alejandro Biondini”. En aquella ocasión, por orden del ministro de Defensa Horacio Jaunarena, Brinzoni había pedido disculpas a Hercman. No obstante, la publicación de la DAIA destaca que nuevos pedidos se cursaron luego “con igual tipografía y diseño que los presentados por Torres Bande”. Según la DAIA, “este episodio cobra un carácter de gravedad institucional” por la “desobediencia a las órdenes del Ministerio de Defensa y la falta a la verdad”.
Para el Centro Wiesenthal la respuesta de Brinzoni a Timerman “refleja que los prejuicios antisemitas están profundamente arraigados en personas importantes de la Argentina” y “se contrapone a los esfuerzos de su predecesor, el general Martín Balza, orientados a revisar el rol de las Fuerzas Armadas durante la dictadura militar y manifestar públicamente el pedido de perdón por las atrocidades que las mismas habían cometido. La invitación a debatir sobre El Mercader de Venecia constituye un acto de provocación antisemita, particularmente grave en las circunstancias que hoy atraviesa la Argentina”, señaló Sergio Widder, representante del Centro para América Latina. “Esperamos que el general Brinzoni revise públicamente su respuesta, y lo invitamos a que visite, junto a un grupo de oficiales, nuestro Museo de la Tolerancia en la ciudad de Los Angeles,donde podría interiorizarse acerca de los programas educativos que el Centro desarrolla para fuerzas armadas y de seguridad de los Estados Unidos; la educación es la clave para desterrar los estereotipos antisemitas medievales”, agregó. Según el Centro Wiesenthal “sólo la educación para la tolerancia puede desterrar prejuicios antisemitas en las Fuerzas Armadas”.
Brinzoni había invitado a Héctor Timerman a dar una conferencia sobre Comunicaciones para oficiales del Ejército. Timerman le respondió que sólo podía aceptar si antes Brinzoni pedía perdón en nombre del Ejército frente a la tumba de sus padres. Brinzoni no le respondió hasta que Timerman divulgó el episodio en una revista y un programa de televisión. Recién entonces le envió una despectiva misiva en la que lo acusa de no albergar “sentimientos conciliadores”, tergiversación con la que eligió ignorar el pedido de perdón. Al mismo ciclo que Timerman habían sido invitados el subdirector de La Nación, José Claudio Escribano, el director del Centro de Estudios Unión Para una Nueva Mayoría, Rosendo Fraga, la consultora Graciela Römer y el publicista Rodolfo Diez. Hasta ahora el diario La Nación ha ignorado el episodio.
Escribano fue el más entusiasta detractor de Timerman en la prensa de la época. En la Asamblea de la SIP de 1981 pronunció un discurso descalificatorio del colega perseguido y despojado por la dictadura militar. “No te pedían tanto, Claudio”, le respondió Timerman. En la columna política de mitad de la semana, Escribano afirmó el 9 de julio de ese año que el general Ramón Camps estaba preparando un libro para contrarrestar la conmoción internacional que había causado el libro de Timerman Prisionero sin nombre, celda sin número, que acaba de editarse en Nueva York. Añadía que colaboraban con Camps los directores de La Prensa, Máximo Gainza, y de El Día de La Plata, Raúl Kraiselburd. La participación de Kraiselburd, decía, “es un golpe de doble efecto para el Sr. Timerman: lo alcanza en su propio terreno, el del periodismo, y termina rematándolo en la lona de su propia raza”. Ocurre que Kraiselburd es judío. La información era vil, pero falsa: Gainza colaboró con Camps, que se lo agradece en el prólogo, pero Kraiselburd (cuyo padre fue secuestrado y asesinado por un grupo de montoneros) no. El secuestro y las torturas de Timerman y la confiscación de su diario no ocurrieron en el vacío. Igual que en la Alemania nazi o la Italia fascista, sin los pusilánimes que callaron y los oportunistas que aplaudieron nada de lo sucedido hubiera sido posible. Redimirse de esa culpa requiere de un esfuerzo moral que sólo algunos se han tomado. La vergüenza no se borra con censura.
El lunes el rabino Daniel Goldman reclamó a Jaunarena, como “responsable político de las Fuerzas Armadas”, por el contenido antisemita de la carta de Brinzoni. Goldman declaró allí su “inquietud por la sutileza de dos detalles alarmantes. En un pasaje de la carta el general Brinzoni dice: ‘Como jefe de esta institución, pero principalmente como hombre, déjeme expresarle algunas pocas ideas. Los cristianos perdonamos sin mirar a quién...’ Como maestro de la ley judía –agrega Goldman–, considero que este párrafo no deja lugar a dudas sobre la falta de pluralidad interreligiosa, ya que el general Brinzoni define al Ejército Argentino como un ejército confesional cristiano. Si esa es la visión del jefe del Ejército, considero que deberíamos introducirnos en un debate nacional al respecto, que con profundidad permita remitirnos a los reales fundamentos institucionales que desliza el general Brinzoni en su misiva”. Hasta el cierre de esta edición, Jaunarena no había contestado la carta del rabino Goldman.

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