Dom 02.10.2005

EL PAíS  › LO QUE VA DE LAS ENCUESTAS A LOS VOTOS

Entre lo virtual y lo tangible

Proyecciones sobre el peso político y parlamentario futuro del duhaldismo. Las movidas de los candidatos tras su lectura de los sondeos. El kirchnerismo de visitante: la transversalidad por arriba y el frentismo opositor. Un vistazo sobre la lógica del sistema político. Y algunas cosas más.

Opinion
Por Mario Wainfeld

Una vieja sabiduría justicialista desaconseja dejar herido al enemigo. Néstor Kirchner ha de conocerla, pero asumió ese riesgo con el duhaldismo. La magnitud de la victoria en el terreno simbólico dependerá de la diferencia electoral y tendría su clímax en el (improbable) caso que Hilda González no lograse ser senadora por minoría. Pero, como asumen los estrategas más sensatos del oficialismo, el adversario interno será duro de matar. La magnitud del padrón provincial, más de 9.600.000 ciudadanos inscriptos, potencia su peso, aun jugando a la defensiva. Si el duhaldismo rondara el 20 por ciento de los sufragios bonaerenses podría ser el segundo partido en suma de votos a nivel nacional.
En la Cámara de Diputados, el duhaldismo tendría el tercer bloque en importancia. Primará el oficialismo. El radicalismo atesora 45 bancas, renueva 25 (se renueva la mitad de la Cámara) y aunque todo sugiere que se le escurrirán unas cuantas, conservará el segundo lugar en el podio.
Los diputados que se van fueron elegidos en 2001, año en que hubo muchísimo voto bronca y en el que los partidos tradicionales sufrieron una mengua de adhesiones. El duhaldismo superó por poco el 37 por ciento de los votos útiles, que igualmente le sobraron para ganar. Las encuestas en danza proponen que el Frente para la Victoria y el PJ bonaerense tendrán un acumulado no menor del 60 por ciento de los votos válidos. Es patente que el FV no crecería exclusivamente a expensas del duhaldismo, también lo haría en detrimento de otras fuerzas, el radicalismo en especial. Y de partidos como el Polo Social de Luis Farinello que pintó algo en 2001 y ahora es pasado.
El duhaldismo tendrá el 10 de diciembre no menos de 25 diputados, una cantidad suficiente para incordiar al Gobierno. Más que el ARI, más que el PRO, acercándose al radicalismo.
Todo ejercicio de profecía electoral es arriesgado porque, en el justicialismo y en otras fuerzas, las lealtades mutan y migran con relativa facilidad. Y no es fácil proyectar conductas actuales porque duhaldistas y kirchneristas han sido, literalmente hasta hace horas, una coalición parlamentaria. Claro que esa foto no quedará cristalizada sino que será objeto de tensiones ulteriores. La verdad justicialista número 21 prescribe que, tras una batalla, corresponde correr presuroso en auxilio del vencedor y que el derrotado es un traidor, algo que induce a pensar que habrá más afiliaciones K que duhaldistas en el 2006.

Su majestad, las encuestas

Nadie puede aseverar que las (bastante similares) encuestas referidas a Buenos Aires que vienen circulando sean correctas hoy día y, menos aún, que el escenario que proponen sea irrevocable. Pero es notorio que todos los protagonistas de la política nacional y provincial les creen bastante, lo que se infiere más de su conducta que de sus palabras. Sin ir más lejos;

- El duhaldismo empezó a buscar unos pocos votos en el interior provincial, en el que tiene poca virtualidad.

- Ricardo López Murphy asumió el riesgo de deslucir su perfil de estadista presentable apelando a una publicidad agresiva, plebeya y hasta machista en un gesto que trasunta garra de político, pero también desesperación por ver que se le escurre el capital que acumuló en las presidenciales de 2003.

- Los radicales, confirmando una temprana intuición de Luis Brandoni, apuestan en sus spots a avivar el orgullo boina blanca. Esta táctica, análoga a la del duhaldismo, asume que el voto propio es un techo y se lanza a mantenerlo, renunciando de modo tácito a interpelar a “independientes”.
La raigambre de las pertenencias partidarias es el argumento común de duhaldistas y radicales bonaerenses para sugerir que están subestimados en los sondeos. Los justicialistas también apuestan fichas al aporte que puede realizar Luis Patti cuya candidatura a diputado “cuelga” de la boleta de Chiche Duhalde. El represor traccionaría votos en pro del PJ, se ilusionan. Ese eventual envión tendría una obvia contrapartida en la cantidad de diputados duhaldistas puros que acompañarían a Chiche: algunos se perderían en favor del Paufe de Patti.
Los sondeos no sólo inciden sobre las conductas de los candidatos, también impactan en la de los votantes y en las lecturas del resultado final. Ya nadie duda de la victoria de Cristina Fernández de Kirchner, que podía ser un enigma hace un par de meses. Ahora se ha instalado que primará por amplio margen. Si la brecha se estrechara respecto de las previsiones dominantes, sus adversarios festejarían. Si se votara hoy y el duhaldismo fuera superado por menos de 20 puntos presentaría esas cifras como un logro. Y, aunque diga lo contrario, es seguro que López Murphy –que ambiciona(ba) ser senador por minoría– hoy “firmaría” salir tercero con el 10 por ciento de los votos, dos objetivos de mínima, que de momento no tiene garantizados.
A su vez, la tendencia a la baja de Chiche y López Murphy insufla ilusiones de crecimiento en los radicales y el ARI. El tercer puesto es su objetivo actual. El segundo, una hipótesis fascinante, improbable. Una excitante zanahoria para el último tirón de la campaña.

La transversalidad por arriba

El duhaldismo, con mínimas indisciplinas, apoyó sin desmayos al Gobierno en diputados. El kirchnerismo deja de contar con alrededor de 35 diputados que fueron “un fierro”. Si las huestes de Cristina Fernández llegan al 40 por ciento de los votos (el sistema D’Hont no permite cálculos definitivos) ingresarían al Congreso 20 diputados muy propios. Para conservar la mayoría ajustada que le permitió legislar sin traumas, el oficialismo tendría que “recuperar” 15 bancas en otros distritos. No luce nada sencillo.
Seguramente, aun en caso de lograr una victoria aplastante, el Gobierno deberá buscar alianzas parlamentarias caso por caso, con más asiduidad que la que precisó desde 2003. En ese rumbo y en el imaginar arcos de alianzas posibles para las elecciones presidenciales es interesante registrar la praxis que desarrolló Néstor Kirchner desde que asumió. La primera transversalidad que pensó el Presidente naufragó por variadas inconsistencias de sus aliados. Desde la Rosada, sin desamparar del todo a sus compañeros de ruta, el Presidente alumbró un nuevo arco de alianzas que, de modo precario y a falta de bautismo legal, podríamos apodar “transversalidad desde arriba”. Los socios tentativos más nuevos no son ya frepasistas, fuerzas provinciales como la de Luis Juez o peronistas disidentes sino radicales con implantación territorial. Armados de esta naturaleza se perciben ya en Santiago del Estero y en Corrientes, con cuyos gobernadores Kirchner dialoga mientras abre generosa la mano del Estado nacional en lo que hace a recursos y obras públicas para las susodichas provincias.
En Mendoza, los estrategas oficiales no se privan de especular con alquimias audaces. El actual gobernador radical Julio Cobos no tiene posibilidades legales de reelección ni control de su partido. Su antagonista interno, Roberto Iglesias, tiene todos los ases para procurar ser su sucesor. Así las cosas, operadores oficiales imaginan que la excelente relación entre Kirchner y Cobos podría catalizar una sorprendente coalición bipartidista en 2007. El primer candidato a diputado nacional por la UCR, Alfredo Cornejo (ex ministro de Seguridad de Cobos), sería un avanzado en el Congreso de esa alianza virtual. La voluntad presidencial es firme, pero es bien duro articular esos acuerdos en el interior donde la rivalidad entre peronistas y radicales no tiene nada que envidiarle a cualquier River-Boca.
Como fuera, Santiago, Corrientes y a su modo Mendoza, ilustran un cambio en el magín presidencial. Kirchner se ha fatigado de los “librepensadores” con pocos votos y sin poder institucional y se viene volcando a los gobernadores “con los que se puede hablar”.
En otras provincias donde el peronismo es oposición (y no “se puede hablar”) como Río Negro y Neuquén, el frentismo ilustra otro modo de armado, reiterable en 2007. En Río Negro, bastión radical, el oficialismo lleva como cabeza de lista al frepasista Julio Arriaga, intendente de Cipolletti. En Neuquén, el arco incluye ex frepasistas y a un radical de peso, el intendente de la capital provincial Horacio “Pechi” Quiroga. Ganar haría levitar al oficialismo, propiciar un escenario de paridad para la elección de gobernador dentro de dos años lo conformaría.

A cambiar las lecturas

En país hiperpresidencialista, las elecciones parlamentarias de medio mandato se nacionalizan de pálpito, más allá de lo que enuncie o deje de enunciar el inquilino de la Casa Rosada. Puestos a dilucidar el montante nacional de los votos, algunas provincias sobredeterminan el resultado, Buenos Aires más que ninguna.
En lo que hace a la composición del Parlamento, la tendencia es inversa. Los pobladores de provincias chicas están algo sobrerrepresentados para Diputados. Y las provincias chicas valen igual que las grandes para el Senado.
Diputados cambia su plantel por mitades, senadores por tercios. Consiguientemente, el Parlamento es de reacción lenta a los cambios de humor social. La presencia institucional del radicalismo y la escasa potencia de fuerzas nuevas (incluidas las de la diáspora radical) son una consecuencia y un testimonio de esa tendencia que también influirá en el saldo del 23 de octubre.
Muy presidente-céntricas, las votaciones en la Argentina nunca son inocentes de sentido. Por estímulo de la Ley Sáenz Peña y de sanas costumbres que persisten, son muchos los argentinos que aún se dedican a meditar su voto y a ponerlo en la urna. Cuando millones de ellos se pronuncien, determinarán límites y mandatos para muchos protagonistas. Todos los protagonistas que hoy leen encuestas deberán leer los guarismos, menos etéreos, ineludibles. En primer lugar las leerá el Gobierno, que deberá resolver si acomete una nueva etapa, recuperando los bríos con que comenzó su mandato. O si gerencia, innovando lo menos posible, lo que acumuló en dos años.

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