EL PAíS
› LAS PARTICULARIDADES DEL SISTEMA ELECTORAL BONAERENSE
Malas noticias para no peronistas
Debido a la ley electoral de la década del ’40, los partidos mayoritarios en la provincia están representados por demás. Con el PJ dividido en dos listas, la oposición corre riesgo de desaparecer.
› Por Miguel Jorquera
La polarización de la elección bonaerense entre el kirchnerista Frente para la Victoria y el PJ alineado con el duhaldismo podría borrar del mapa legislativo todo vestigio opositor en la provincia de Buenos Aires –el principal distrito electoral del país– resumiendo la disputa política a las dos facciones peronistas que pelean por la hegemonía territorial. Beneficiados con una ley electoral de la década del ‘40, los partidos mayoritarios se apropian de una representación que no sólo margina a las minorías sino que, en ocasiones, deja afuera a la mayoría del electorado. Un sistema que impone altísimos porcentajes de sufragios –que van desde el 5,5 al 33 por ciento– para acceder a un escaño parlamentario, favoreciendo una concentración de poder que alcanza niveles extraordinarios en los municipios. Existen casi 80 proyectos para modificarla pero ninguno logró atravesar los filtros del Congreso provincial.
Con una proyección que –según las encuestas– le asigna al Frente por la Victoria el 40 por ciento de intención de voto y el 20 por ciento para el PJ, harían que el peronismo arrase con la mayoría de los cargos provinciales en disputa: 23 senadores, 46 diputados, 1018 concejales y 361 consejeros escolares. La UCR sólo alcanzará una expresión minoritaria si sus 42 intendentes se encolumnan detrás de sus candidatos partidarios.
También, de acuerdo con los sondeos, ni al ARI ni al PRO le alcanzarían los votos para obtener una bancada parlamentaria de peso. El kirchnerismo y el PJ se alzarían con las tres bancas de senadores nacionales. Unicamente la lista de diputados nacionales, que se reparte por el sistema D’Hont (con un piso electoral del 3 por ciento del padrón provincial) representará más fielmente, aunque tampoco equitativamente, al electorado bonaerense.
En las elecciones legislativas de 2003, Izquierda Unida y Recrear sacaron el 4,6 y el 4,4 respectivamente de los votos positivos pero no lograron ninguna banca de diputado nacional porque el piso para acceder al sistema de reparto de cargos se establece no por el total de votos sino por el total del padrón electoral (9,49 millones de electores), a pesar de que sólo votó el 73,5 por ciento (2,5 millones de personas menos). Las cuatro bancas que les hubiese correspondido se las terminó llevando el PJ por haber sido el partido con más caudal de votos. Una situación que provocó airadas demandas, algunas judiciales, para que se garantice la depuración del padrón.
Pero el tema es mucho más grave aún para la elección de los legisladores provinciales bonaerenses. Aunque se trata de un problema profundamente político, algunos ejemplos numéricos muestran como el sistema electoral en provincia deja sin representación a la mayoría del electorado. En los comicios legislativos de 2003, en la octava sección electoral (que abarca solamente La Plata) estaban en disputa tres bancas del senado provincial. El PJ, con sólo el 31 por ciento de los votos positivos (es decir, sin contar blancos y nulos), se alzó con las tres senadurías: el 100 por ciento de los cargos. Ningún otro partido alcanzó el necesario piso del 33 por ciento para acceder a un escaño, por lo que el 69 por ciento de los votantes platenses no tiene representación en el Senado.
Algo similar pasó en la misma elección pero ya en la poderosa Tercera sección electoral, que abarca todos los municipios del sur y sudoeste del conurbano –incluida La Matanza– con más de tres millones de electores. De las 9 bancas de senadores provinciales, el PJ arrasó con todas con apenas el 45 por ciento de los votos positivos, que le hubieran alcanzado para sólo cuatro senadurías. Allí tampoco ningún otro partido logró el 11 por ciento de piso necesario y el 55 por ciento de las boletas (un millón cien mil votos) se quedó sin representación legislativa.Más repartido fue el caso de la Quinta sección, con 26 municipios del sudeste provincial incluidas las comunas de la costa bonaerense, muchas de ellas en manos del radicalismo. Allí, en 2003, votó el 70 por ciento de casi un millón de electores para elegir 11 diputados provinciales. El PJ con el 35,5 por ciento se alzó con 8 bancas y la UCR con 24,5 por ciento se llevó las otras tres, aunque los votos sólo le alcanzaban para 4 y 2 diputados respectivamente. El 41 por ciento del electorado y el resto de los partidos no obtuvieron representación alguna.
De las 23 bancas de senadores provinciales que se elegirán el 23 de octubre, la UCR pondrá en juego 6 de las 10 que posee, el PJ intentará renovar 16 de un bloque de 35 y Encuentro Popular perderá la única que no pertenece a los dos partidos mayoritarios. La elección de las senadurías se repartirá de la siguiente manera: 8 la Primera sección electoral (con un piso del 12,5 por ciento); 7 la Cuarta (con el 14,6 por ciento); 5 la Quinta (con el 20 por ciento); 3 la Séptima (con el 33 por ciento).
En la Cámara de Diputados bonaerense –donde se renovarán 46 bancas– el PJ arriesgará 27 de sus 55 escaños; la UCR 8 de sus 19; y el ARI 2 de sus 4. Izquierda Unida (2) y el Socialismo (2) pondrán en juego todas sus bancas, igual que los cinco bloques unipersonales. Sólo conservarán todos sus representantes el riquista Frente Popular Bonaerense (3) y el Paufe de Luis Patti (3), ambos alineados ahora con el duhaldismo. La elección se partirá entre la Segunda y Sexta sección electoral (11 diputados cada una con un piso del 9 por ciento), la Tercera (18 diputados con un piso del 5,5 por ciento), y la Octava (6 con un piso del 16,6).
Todo indica que muy pocos partidos podrán superar en estas legislativas las exigencias de la ley electoral para obtener una banca de senador o diputado provincial, a excepción de las dos fracciones peronistas. Lo que profundizará una hegemonía partidaria que viene consolidándose elección tras elección en el principal distrito electoral del país transformándolo en un bastión casi inexpugnable que sólo se disputan las distintas vertientes del propio peronismo.
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