EL PAíS
› UN DEBATE SOBRE LOS CATASTROFICOS RESULTADOS DEL DOMINGO PASADO
Blues de la izquierda postelecciones
Fragmentado, el sector de izquierda perdió todas y cada una de las bancas que puso en juego. Los números fueron calamitosos y la primera explicación puso el dedo en la falta de unidad en las listas. Patricia Walsh, Patricio Echegaray, Christian Castillo, Vilma Ripoll y Jorge Altamira aceptaron debatir qué pasó y qué hay que hacer para que la izquierda gane un peso “y sea capaz de confrontar”.
› Por Miguel Jorquera
Admiten que la fragmentación fue una de las razones de la derrota electoral, aunque la unidad de los partidos de izquierda seguirá siendo una utopía. Página/12 convocó a distintos dirigentes para debatir cómo salen de esta crisis. Acudieron al encuentro Patricia Walsh (Unite), Patricio Echegaray (Partido Comunista) y Christian Castillo (Partido de los Trabajadores Socialistas); Vilma Ripoll (Movimiento Socialista de los Trabajadores) no pudo llegar a la cita y Jorge Altamira (Partido Obrero) prefirió no participar, aunque esta nota también refleja sus opiniones. Coincidieron en que el Gobierno logró imponer su discurso y mantener “expectativas” en la sociedad. También hubo críticas y reproches mutuos. Reconocen que volverán a coincidir en “los reclamos y las luchas”, pero descartaron la concreción de un frente político.
La última vez que Página/12 reunió a un núcleo de dirigentes de izquierda fue en 2000 y el panorama era otro: habían obtenido representantes en la Legislatura porteña con una importante cantidad de votos y mantenían una representación parlamentaria. Ahora vienen de la dispersión y de perder todas las bancas de diputados nacionales que pusieron en juego.
–¿Qué balance hacen de este resultado?
Patricia Walsh: –Soy independiente y extrapartidaria, pero tengo un compromiso, sostener la construcción de la unidad. La falta de unidad, que no es el único, pero creo que es fundamental, nos ha puesto en una situación de debilidad que nos llevó a esta derrota electoral lamentable. Podemos querer una unidad mejor y mayor, pero si para lograrla rompemos lo que tenemos, la verdad es que no estamos a la altura de la circunstancia.
Christian Castillo: –Es un momento en el que una mayoría de la población, incluyendo a la clase trabajadora, todavía tiene expectativas en que este gobierno va a darle alguna mejora. En pequeño nosotros hicimos un frente entre el PTS y el MAS, y planteamos propuestas hacia otros partidos que no fueron acompañadas. En números fue una elección mediocre: sumado, según donde se haga el corte, da entre 550 y 900 mil votos en todo el país. Si se compara con 2001 es una baja y con 2003 son un poco más de votos. Pero sería un error sacar la conclusión de que la unidad en sí misma resuelve mágicamente el problema. No hay alquimia electoral que pueda resolver la todavía débil influencia orgánica de la izquierda entre los trabajadores.
Patricio Echegaray: –Esta es una muy mala elección, porque el grado extremo de fragmentación esteriliza esa cifra y no permite exhibirla como una fuerza política de peso. Tenemos dos posibilidades, tocar fondo y seguir subsistiendo entre dos aguas en una especie de asfixia, esterilizados como fuerza de cambio; o tocar fondo, empujar hacia arriba y emerger como una fuerza capaz, sobre la base de la unidad, sin dogmatismo ni sectarismo, de articular un nuevo movimiento histórico. No lo puede articular la izquierda sola, pero sí buscando más unidad con fuerzas de centroizquierda para constituir ese movimiento capaz de confrontar por el poder.
P.W.: –Me parece que falta ponerse en el lugar de protagonista. Uno no puede quejarse de la fragmentación que uno produce. Es bueno preguntarse que aportó cada uno y si pudo aportar un poco más. Participé en los intentos que se hicieron con el PO para ver si lográbamos un acuerdo electoral, en las discusiones previas a la ruptura de Izquierda Unida y las posteriores en las que hubo una posibilidad de preservarla, y la verdad que en ese sentido me siento muy decepcionada. No entiendo a Patricio cuando hace la referencia a esa centroizquierda, de Hermes Binner, que se proclama socialista y es más oficial que opositora. Me parece que nos dividió esa propuesta de un escenario con dos fuerzas, una de centroderecha y otra de centroizquierda, que implica hacer desaparecer a la izquierda.
C.C.: –Hubo una cierta ilusión óptica que con una cooperativa electoral o que con alguna personalidad que captara el voto de izquierda y contestatario, mágicamente se iba a resolver un problema difícil. También hubo una ilusión que con la administración de los planes del Estado y la construcción de organizaciones piqueteras colaterales, que permitían ampliar la movilización callejera de columnas partidarias, se resolvía el problema de ganar la dirección de una parte de la clase obrera. Los trabajadores tienen que superar la experiencia del peronismo, las ilusiones que genera la centroizquierda en la humanización del capitalismo y avance en construir una fuerza socialista. Porque lo que Echegaray plantea no es solución para los trabajadores.
P.E.: –Lo más importante es abandonar el izquierdómetro: esa disputa entre los sectores de izquierda a ver quién es más auténticamente de izquierda, el mejor o quien tiene mayor porcentaje. La obligación de la izquierda es cambiar la correlación de fuerzas en la sociedad. Hace tiempo que la izquierda es casi marginal políticamente. La gran oportunidad se da en este período porque los dos grandes movimientos históricos burgueses, el justicialismo y el radicalismo, se han desgastado. El rol de la izquierda será no aislarse, sino participar de ese otro movimiento en gestación y garantizar su contenido.
–En 2001 se lamentaron de no tener la herramienta política capaz de direccionar la crisis que estalló en la sociedad. En 2005 proclamaron que pondrían las bancas al servicio de las luchas reivindicativas y sociales. Ahora no tienen ni la herramienta ni las bancas. ¿No es un fracaso?
P.W.: –Fue un fracaso. Fue malo perder las bancas porteñas porque ésta era una experiencia de la articulación de la tarea legislativa y las luchas, si no, los proyectos son nada más que papeles. En derechos humanos logramos articular la lucha con el proyecto, entonces éste tiene chances porque tiene historia de lucha y masivo, y se logró la derogación de las leyes de impunidad y avanzamos en la nulidad de los indultos. Insisto en esto de querer ser comentarista y no responsable. No es el izquierdómetro sino el programa, que tampoco debe ser un dogma. En el ER hay figuras que no representan a la izquierda ni a las luchas. Yo me hago responsable de este 2,01 que pierde la banca de diputado nacional y me gustaría que Patricio se hiciera responsable del ALBA-Encuentro Amplio que saca el 0,53 por ciento. Esto no cierra nada sino que tendría que abrir un proceso de crítica y autocrítica.
¿No consideran que la sociedad les dio la espalda?
–C.C.: –No me avergüenza decirlo, en parte nos dio la espalda porque tiene expectativas que este modelo es mejorable. No creemos que los trabajadores que hoy están luchando pueden llegar ya a la conclusión de que es necesaria una alternativa revolucionaria. Pero tampoco se logrará con el ER, con dirigentes como (Víctor) De Gennaro y el banquero Carlos Heller. Con la implosión de la UCR y la división del PJ, la clase obrera va a buscar otra expresión política verdaderamente socialista y anticapitalista.
P.E.: –Debe ser una gran preocupación que las luchas sociales no tengan una referencia política. Por esa razón fracasa la idea un tanto espontánea, de que como hay luchas e incluso algunos sectores de la izquierda puede haber tenido más o menos protagonismo en la lucha sindical o piquetera se saca la conclusión de que va a haber repercusión inmediata en lo político. Pero si no doy pelea por temor a mi capacidad para direccionar esos procesos, nunca podremos salir de ser una izquierda con un alto grado de marginalidad y testimonialidad más allá de la virulencia de nuestro discurso.
P.W.: –No formo parte de una izquierda marginal y testimonial, toda la tarea legislativa que nosotros hicimos es reconocida dentro del recinto y articulada con las luchas que se dan afuera del Congreso. Si bien estoyhaciendo un balance negativo, crítico y autocrítico, y que reclamo lo mismo al resto, no quiere decir que tenga una visión depresiva del futuro. Estoy convencida de que la izquierda es necesaria en la Argentina y con éstos u otros dirigentes se reconstruirá de forma no sectaria, ni dogmática, ni personalista. Y tiene compromisos inmediatos como la aprobación de la ley contra los indultos porque esa lucha es y fue siempre de la izquierda, y no del kirchnerismo.
–Ustedes respaldan esas luchas reivindicativas y políticas, pero la sociedad no los respaldó en las urnas. ¿Les preocupa que los cuestionamientos a la metodología utilizada en muchas de esas luchas también les quite legitimidad?
C.C.: –Una cosa es que la clase media que ha vuelto al consumismo de los ’90 viene solicitando, en medio de una campaña de los medios de comunicación, una política de orden que el Gobierno alienta y apoya. Se trata de un sector social al que la derecha dirige su discurso en contra de los que luchan, pero de ninguna manera va a voltear el motor del conflicto de los últimos tiempos, que es la lucha por el salario y los trabajadores no van a dejar de reclamar. Una posibilidad de unidad hubiese sido poner como candidatos a todos esos compañeros que la gente le confía la primera línea de trinchera en las luchas y ahí hubiésemos estado más fuertes. No se dio. ¿Por qué? Porque la idea de que lo que la izquierda acumula se va a potenciar poniéndola detrás de tipos de centroizquierda nos lleva al desastre. ¿Dónde estuvo Mario Cafiero en las luchas previas?, en ninguna. Lo mismo digo de Binner y De Gennaro que no expresan una perspectiva clasista y de izquierda.
P.W.: –Creo que Mario Cafiero no se merece esa referencia que se acaba de hacer. Más allá de que si haya o no estado en todas las luchas, fue una voz de denuncia en el tema de la deuda externa muy lúcida dentro del propio recinto. Las luchas van a seguir a pesar de que tengamos un recurso menos sin la tarea parlamentaria para apoyarlas. Pero esas luchas tampoco van a estar expresadas en los diputados de centroizquierda que ahora van a ocupar algunas de esas bancas, como Hermes Binner. Y de esas luchas seguramente van a surgir los futuros diputados y legisladores de la izquierda porque ésta no es más que una derrota coyuntural y la izquierda va a recomponerse si usa sus propios recursos de crítica y autocrítica para superarlo.
P.E.: –La carencia de una referencia política no favorece a las luchas. Sin embargo, las luchas que se están dando en la Argentina, que son económico-sociales, se alimentan de la objetividad de los problemas y creo que esos problemas no sólo se van a mantener sino que se van a potenciar. Se trata de unir a la izquierda, pero aun así, esto no va a alcanzar para cambiar la correlación de fuerzas en el terreno del Gobierno y del poder. Mi planteo no es que la izquierda se rinda y subordine ante nadie, sino que la izquierda se una para poder articular un gran movimiento que pueda aspirar a desafíos políticos en el terreno del Gobierno y del poder. No creo que para alcanzarlo haya que demonizar a Binner ni a De Gennaro ni Heller.
–Pero muchas de esas luchas no sólo enfrentaron a distintos sectores sociales sino también a los propios trabajadores.
P.W.: –Me preocupa y es motivo de discusión y debate interno, y cuáles son los sectores afectados cuando, por ejemplo, se producen paros como los del transporte. Pero eso no le puede quitar justicia al reclamo de recomposición salarial. Eso se llama lucha de clases, y estamos obligados a discutir cómo se legitiman las luchas, reciben solidaridad y respaldo, pero no se puede plantear no luchar. Sí hay un debate entre las organizaciones de desocupados, de trabajadores del transporte, de la educación, de cómo darse formas de lucha para no comprometer, por ejemplo el año escolar, los exámenes. Tampoco se puede decretar una ley de obligatoriedad de 180 días de clase si los salarios docentes están por debajo de la línea de pobreza, es un contrasentido.
C.C.: –Hay distintos casos. Zanon consiguió la cesión hasta lograr expropiación definitiva de la fábrica, en medio de una gran solidaridad de la población de Neuquén. En otras, como el conflicto del Garrahan fue demonizado por el Gobierno y los medios de comunicación, pero también contó con una enorme solidaridad y hasta boicoteado por la CTA que no llamó a un paro nacional de respaldo. Lo que pasa que un triunfo de los trabajadores allí hubiese sido un ejemplo que al Gobierno no le convenía. Hay que tratar de ganar la hegemonía sobre los usuarios y otros sectores sociales.
P.E.: –De 2001 ahora se perdió el 30 por ciento del valor del salario y los 150 pesos de ayuda social no alcanzan ya para mantener no a una familia sino a una sola persona. Por lo tanto estas luchas son totalmente legítimas, a pesar que algún ministro haya tratado a los trabajadores del Garrahan de “terroristas sanitarios”. Insisten en cuestionar la metodología para quitar legitimidad a las luchas y enfrentar al pueblo. Hay que alertar sobre este discurso que pretende transformar a las víctimas en victimarios.