Dom 20.11.2005

EL PAíS  › EL TEOLOGO UBEN DRI EXPLICA LAS CLAVES DEL DOCUMENTO DE LOS OBISPOS

“La glesia siente su poder retaceado”

Leyendo entrelíneas aparece una justificación del rol de la Iglesia en la dictadura y una advertencia al Estado: no se metan con nosotros, estamos unidos y tenemos poder.

› Por Alejandra Dandan

Hace días que repasa el último documento de la Conferencia Episcopal con la mirada clínica y cercana de un médico familiar. Recuerda lo que le dijo una vez, casi como confesión, el obispo Jorge Casaretto, una de las figuras que más respeta de aquella Iglesia de la que formó parte años atrás. “Con el radicalismo tenemos problemas de principios, de moral; con el peronismo los problemas son sólo de práctica.” Por eso, sugiere Rubén Dri, ahora la Iglesia no sólo se siente con el poder retaceado: “Deben estar padeciendo una sensación especial porque es la primera vez que les está pasando esto con alguien del peronismo”.
Dri perteneció a la Iglesia del Documento de Medellín, la Iglesia del Concilio Vaticano II que “nos abrió la cabeza porque nos permitió leer las fuentes del cristianismo de otra manera, cambiar nuestra concepción y entrar en contradicción fuerte con el verticalismo” de la institución. En aquel entonces, un sector de los curas de la región se embarcó en el proyecto de los sacerdotes del Tercer Mundo, combatido por la jerarquía eclesial. Dri dejó los hábitos, pero no el trabajo por el crecimiento de lo que llama una Iglesia de cristianos, laicos y sacerdotes comprometidos con los sectores populares que, dice, aún existen y hacen lo que pueden hacer. Filósofo y teólogo, analiza las claves del documento de la Conferencia Episcopal que desató la última polémica entre Iglesia y Gobierno.
–¿Qué significa el párrafo sobre la dictadura?
–La Iglesia no está haciendo ningún esfuerzo por interpretar los procesos de lucha de los sectores populares que comenzaron con la dictadura de Onganía. El objetivo fundamental de la dictadura era destruir el sujeto popular, destruir las organizaciones populares y el pretexto de la “guerrilla” que ya estaba derrotada en 1976 se usó para legitimar el terrorismo de Estado y para presentarlo como una violencia que respondía a una violencia anterior: el documento deja en claro que los obispos no tienen ninguna intención de hacer una autocrítica, porque no sólo apoyaron el terrorismo de Estado sino que le dieron fundamento teológico.
–¿En qué consistió el fundamento teológico?
–Aquí no se podía implementar una doctrina de Seguridad Nacional sin un fundamento teológico. No se podía por la influencia que tiene la Iglesia en la sociedad argentina y a nivel político. La teología de la dominación de los obispos posibilitó la implementación de la Doctrina de Seguridad Nacional y del terrorismo de Estado. Lo investigué cuando volví del exilio en 1984: las intervenciones de los obispos durante la dictadura lo legitimaron. Ellos nunca hacen autocrítica, seria de esto, nunca han hecho una investigación interna, ni han condenado a los que legitimaron el terrorismo ni a la cantidad de capellanes que han legitimado la tortura, han confesado a torturadores o les anquilosaron la conciencia. Después de muchos tironeos sacó un documento muy lavado, pero nunca una autocrítica completa. Habló de “algunos hijos”, pero ¿sólo eran “hijos de la Iglesia” los obispos que participaron en la dictadura? Entre ellos, Adolfo Tortolo, que era vicario de las Fuerzas Armadas y presidente de la Conferencia Episcopal, Victorio Bonamín que era pro vicario de las Fuerzas Armadas; Primatesta que después fue presidente de la Conferencia Episcopal, lo mismo Aramburu o Plaza, que era arzobispo de La Plata, o Medina que fue arzobispo de Jujuy, después vicario y finalmente obispo castrense porque Juan XXIII elevó el vicariato a Episcopado castrense. ¿Y si ésos son simplemente “hijos” de la Iglesia, entonces dónde está la Iglesia?
–¿Necesita autojustificarse porque se siente atacada por el Gobierno?
–No sólo por el Gobierno sino también por gran parte de la sociedad. Los organismos de derechos humanos se lo han hecho saber en todos los tonos o salta cada vez que sale a luz la participación de algún cura o sacerdote, en estos juicios por la verdad. Entonces, de alguna manera, tratan de minimizar ese terrorismo de Estado y lo minimizan exaltando la guerrilla.
–Durante los últimos días la Iglesia dijo varias veces que el mensaje no estuvo dirigido al Gobierno sino a la sociedad.
–Está claro que también le están hablando al Gobierno. Porque uno de los mejores actos del Gobierno es su lucha por los derechos humanos y la recuperación de la memoria histórica. Todo esto, naturalmente, lleva a un cuestionamiento de la Iglesia. Además, el embate contra el Gobierno tiene que ver también con la intervención en el caso Baseotto.
–Hay una referencia en el documento.
–Es que el Gobierno intervino, pero no quitó al obispo sino que quitó la función que ejerce el obispo y eso la Iglesia lo ve como una intromisión inaceptable y hablan de falta de libertad religiosa. Y sobre eso, después se sumó la ley de educación sexual.
–Otra intromisión, de acuerdo con la mirada de la Iglesia.
–La Iglesia se siente con el poder retaceado. Creo que ése es el gran problema y además deben tener una sensación especial porque no les había pasado nunca antes con el peronismo. Siempre sintieron que el retaceo venía del radicalismo, que lo vieron como secularista, laicista; en cambio al peronismo siempre lo vieron distinto.
–Algunos sectores creen que éste es el documento más maduro de los últimos años. Incluso con las referencias más urticantes, como el párrafo sobre la dictadura o la emergencia de la violencia por los conflictos sociales.
–Yo ahí estaría bastante de acuerdo. No es un documento exaltado, es un documento clásico de la Iglesia en el que sabe medirse y decir las cosas sin decirlas, entre líneas. Tampoco en aquellos párrafos exagera demasiado: dice primero terrorismo de Estado y después el otro terrorismo, balancea un poco las cosas. No es un documento de la derecha que rompe una política. En ese sentido me impresionó. Leyendo el documento tuve la sensación de una homogeneidad en la Iglesia, que además Bergoglio representa muy bien esa sensación de poder en la Iglesia. No esperaba un documento así, de principios. Todos los cuestionamientos los hacen a partir de la doctrina, se plantan desde ahí para decir: “Tenemos fuerzas, las vamos a jugar. No aparecen facciones, quienes estén en contra o favor”. Y le dice al Estado: “Aquí estamos nosotros y tenemos poder”.
–Se planta como veedor del Estado.
–De hecho este documento expresa el poder de la Iglesia, y por eso no puede ser un documento exaltado, es un documento medido. Que le dicen al Gobierno: “La Iglesia está firme, no se piense que hay fisuras”. Y dice que la Iglesia va a hablar cuando tiene que hablar. Por lo tanto le dice al Gobierno: “Ojo con las medidas que usted quiera poner”.
–¿Cree que es un posicionamiento del cardenal Jorge Bergoglio frente a la Iglesia universal? ¿Frente a un papado perdido?
–El problema es que no sé si es un papado perdido, creo que ha dado pasos de gigantes. Creo que está posicionado para el próximo papado y que un documento como éste lo posiciona bien, en el ámbito de lo que hoy es la Iglesia universal. Es muy de Bergoglio. Es un hombre de poder, un hombre de muñeca política, muy inteligente. Ha hecho carrera y evidentemente no le ha ido mal y aspira a mucho más.

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