EL PAíS
› DECLARO QUEVEDO, EL POLICIA QUE ARRASTRO A SANTILLAN
Fanchiotti se llamó a silencio
› Por Laura Vales
Fue una sorpresa para todos. Después de su verborragia del martes, cuando había hablado durante cinco horas seguidas, ayer el comisario Alfredo Fanchiotti se negó a continuar con su declaración. “Por consejo de mi abogado, voy a dejarla aquí”, anunció al reanudarse la audiencia del juicio oral por los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki. En la sala sólo había unos pocos periodistas; tras los incidentes ocurridos en el primer tramo de su testimonio, los jueces habían dispuesto que no ingresara público.
La novedad de la jornada fue que otro de los acusados, Carlos Quevedo, pidió hablar. Es el policía que quedó fotografiado levantándole los pies a Kosteki, mirando a cámara con una sonrisa. Quevedo le dijo al tribunal que no se estaba riendo, sino pidiendo que “reclamen una ambulancia”. Le sacaron la foto, dijo él, “en la primera sílaba”.
El policía está acusado de encubrimiento agravado, porque estuvo presente en el hall de la estación de trenes durante la agonía de Kosteki y el asesinato de Santillán y ocultó esa información (como se recordará, en las primeras horas hubo un intento de instalar la versión de que los piqueteros se habían matado entre ellos).
Ayer, Quevedo alegó que no fue testigo del crimen: en ese momento, sostuvo, estaba mirando hacia otro lado; cuando volvió a girar la cabeza y observó a Santillán, agregó, éste ya estaba caído en el piso. Tampoco notó que estuviera herido. “Fanchiotti lo estaba cacheando, así que pensé que se trataba de una detención más.”
En la sala de audiencias, a pedido del propio Quevedo, se proyectaron las fotografías donde él, junto al cabo Lorenzo Collman, arrastra el cuerpo de Santillán hasta la vereda. El acusado insistió en que no se había dado cuenta de que Santillán estaba lastimado. “No tuve contacto visual con sus heridas.”
En cuanto a Kosteki, argumentó que le levantó los pies “no para que desangrara más rápido, como me acusaron algunos, sino para que la sangre fuera a los órganos vitales”.
Resultó evidente que el testimonio no convenció al tribunal. El juez Roberto Lugones le preguntó cómo podía ser que, habiendo escuchado los disparos en el interior de la estación, viendo los dos cuerpos caídos y habiéndolos acarreado hasta la vereda no se hubiera dado cuenta de que podían estar heridos de bala. Quevedo repitió más o menos lo mismo. La semana que viene se terminarán de escuchar las últimas declaraciones del juicio. Sólo faltan dos testigos, aunque habrá que ver si algún otro de los policías imputados pide también ampliar su declaración.