Dom 04.12.2005

EL PAíS  › ALVAREZ CUENTA LA HISTORIA DE SU NOMBRAMIENTO AL FRENTE DEL MERCOSUR

Las razones que tiene Chacho para volver

Preocupado porque no se piense que es “un puesto”, explica la historia que lo llevó otra vez a la función desde la academia. Política, identificación con el Gobierno, ideas para aplicar. Cómo ve lo que hizo su antecesor, Duhalde. La coherencia en el pensamiento.

› Por Susana Viau

Está al filo de cumplir 57 años y la designación como secretario general de los Representantes Permanentes en el Mercosur, en sustitución de Eduardo Duhalde, lo ha reconducido a la escena pública, un dato que Carlos “Chacho” Alvarez trata de relativizar. Asegura que no se trata de un regreso encubierto a la lucha por el día a día de la política, sino más bien de una prolongación de las temáticas que lo ocuparon en este período de voluntario alejamiento y se manifestaron en las actividades de su centro de estudio y su trabajo como asesor de la delegación argentina del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo. Durante la conversación mantenida en el bar del barrio de Palermo que suele usar los fines de semana como sala de reunión, Alvarez habló de sus afinidades con el presidente Néstor Kirchner, de la importancia de la integración regional y, sobre todo, se empeñó en desmontar las especulaciones que quieren ver en el nombramiento el primer paso de un regreso pleno. Los lugares, dice, están ocupados y bien. Los clientes del “Oporto”, sin embargo, se empecinan en contradecir esas afirmaciones porque a los saludos, que cruzan habitualmente con el vecino famoso suman ahora el deseo de “suerte en la vuelta”.
–Pasó lo que tenía que pasar, tarde o temprano.
–No era inexorable, podía no haber pasado. Hay que vencer el mito de que sólo se puede aportar a la política desde el Estado o desde los cargos públicos. En un momento como el actual, en el que el sistema de partidos está tan fragmentado, en el que los partidos han perdido densidad programática y no hay deliberación democrática ni debate de ideas, desde la base de la sociedad se pueden hacer cosas interesantes. Se pueden hacer cosas que impacten. Asesorando al representante del PNUD en la Argentina y a través del Centro de Estudios estábamos haciendo cosas productivas, importantes. Por supuesto que la centralidad la tiene el Estado, ese es el eje, pero también hay que activar mucho a la sociedad para generar una mayor riqueza de ideas.
–¿El ofrecimiento contradice su decisión de retiro de la política?
–Mire, para mí lo importante de este lugar es que tiene cierta coherencia con lo que veníamos trabajando nosotros. No es un lugar improvisado, no es que encontré un lugar para volver. Nosotros construimos en el Centro de Estudios una red de relaciones políticas con dirigentes cercanos a los gobiernos de Uruguay, de Brasil o de Chile y lo hicimos pivoteando sobre la necesidad de una estrategia de desarrollo con denominadores comunes, porque así lo indica la crisis del paradigma neoliberal de los 90’. Este lugar puede potenciar muchísimo ese proyecto, un proyecto que cuenta, además, con ventajas comparativas: una es un presidente que se ha planteado profundizar la integración; otra es la buena relación que yo tenía antes con Rafael Bielsa y ahora con Jorge Taiana. Con Taiana –y también con Eduardo Sigal, que está en el área del Mercosur– se puede establecer una muy buena sintonía respecto de lo que hay que hacer. Son gente que tiene una visión estratégica similar, piensa de manera similar; la tercera ventaja es que la región pasa por un momento político muy interesante. La Cumbre de Mar del Plata y el pedido de ingreso de Venezuela ha reinstalado la potencialidad política del Mercosur, que estaba como detenido. Y si el proceso se frena pierde fuerza y comienzan a avanzar los sectores más de derecha con planteos de abandono de la utopía de la unidad regional, de la necesidad de tomar atajos, de cortarse solos. Creo que hay un momento y una oportunidad muy interesantes porque no se trata de decir que no al ALCA, sino de reafirmar una mayor integración y con ella un mayor poder de negociación.
–Su aceptación implica la formalización de su afinidad con el Gobierno.
–Por supuesto que para ocupar este lugar hay que tener una afinidad con las ideas que el Gobierno tiene acerca de cómo se debe trabajar en la región. No es un puesto aséptico, técnico. Es un cargo de responsabilidad política. Hay que tener iniciativas y es lo que me ha dicho el Presidente: que plantee innovaciones sin sentirme limitado, y hay que tener el consenso de los otros países. Pero esto no acarrea un compromiso con la política partidaria, no exige que yo me involucre en cuestiones partidarias. Nadie me lo pidió y no creo que para llevar a cabo esta tarea esté obligado a meterme en el día a día de la política.
–¿Qué piensa del desempeño de Duhalde en el Mercosur?
–Creo que Duhalde hizo una buena tarea, pero el conflicto se desató al seguir planteándose como un referente político que mantenía su propia construcción, una construcción que termina enfrentada al Presidente e invalidándole a Duhalde mismo la posibilidad de convertirse en un dirigente que aprovecha su experiencia para volcarla en otro lugar. Un hombre puesto a trabajar en temas de integración regional no es un jubilado. Más jubilado es alguien que después de la experiencia de la jefatura del Estado termina hablando con los punteros de un distrito para mantener una cuota de poder. A diferencia de Duhalde, yo no tengo ni voy a tener ese compromiso con la política interna, no voy a participar de ella. Eso facilita mucho.
–Usted dijo recién que aceptó porque compartía los objetivos de Kirchner. ¿Habían hablado previamente de esta posibilidad?
–No, no lo habíamos hablado, pero yo lo tenía claro porque las actividades del Centro de Estudios no eran académicas. Tenían un nivel de interacción y diálogo con funcionarios del Gobierno y con dirigentes de otros países que mantenían contactos con el gobierno argentino. De hecho, había un grupo de personas del Gobierno, entre las que estaban Cristina Kirchner y Alberto Fernández, que mantenía reuniones con dirigentes del socialismo chileno y la izquierda uruguaya y brasilera para ir definiendo una postura común. Obvio que aquella tarea del centro de estudios era de otra dimensión en lo político e institucional, pero vamos a poder aprovechar ese capital de relacionamiento e ideas construidas de conjunto. Que Brasil resigne ese lugar que podría haberle correspondido porque Duhalde cumplía su mandato, es en parte producto de lo que está construido.
–Hace poco comentó que en este equipo de gobierno hay más “frepasos” que en el gobierno de la Alianza.
–Es que los núcleos originarios de lo que era nuestro pensamiento están ligados a lo que en la actualidad se intenta hacer. Kirchner ve un momento de fragmentación, de destrucción de identidades, de pérdida de sentido de las tradiciones históricas de los partidos. Se reformula ese tablero y se empiezan a reconfigurar otras identidades políticas. Yo creo que Kirchner está atento a manifestaciones políticas y partidarias con las cuales se puede acordar sin prejuicio, sectores radicales, de izquierda, de los derechos humanos, del Frepaso. En ese contexto, Kirchner puede estar identificado hacia atrás con lo que fue la izquierda peronista y hacia adelante con lo que se puede denominar un proceso de centroizquierda bastante familiar a lo que intentó hacer el Frepaso. Es un hombre que trabaja con un sistema de convicciones muy fuerte y al que no le importa qué sectores, incluso del peronismo tradicional, podrían sentirse afectados.
–¿Cuánto le cambia esta vuelta a la actividad pública?
–Espero que no mucho. Se hubiera producido un cambio brusco si me hubiera propuesto regresar a la construcción política. Eso no está más en mis planes, ni en mi cabeza ni lo siento interiormente. Si lo hice antes fue porque había un espacio vacante, una expectativa que no llenaban ni los radicales ni los peronistas. Ahora ese espacio está ocupado y bien. Lo que ocurre es que nosotros estamos acostumbrados a las ideas sin política o a la política sin ideas y a mí juntar esos mundos me resulta muy estimulante. Yo sé que, por supuesto, hay flotando una idea respecto de “la vuelta”, pero esa idea de vuelta hay que aclararla. En el promedio del sentido común la vuelta es la de un tipo que se fue de la actividad política y vuelve para ser candidato en una opción partidaria. Esa es la idea mayoritaria de “vuelta”. No creo que se compadezca con esto. No tengo interés en regresar a la lucha por el poder en ningún nivel. Descubrí que hay vida al margen de la lucha por el poder político. Por suerte lo descubrí. De lo contrario hubiera vivido muy angustiado. Por otra parte, nunca tuve una relación de dependencia económica con la política, Digamos que, en términos existenciales, lo pude llevar bien.
–Ninguna nostalgia, entonces...
–No. Porque una cosa es el Presidente, la primera línea, que se siente y se sabe protagonista de una etapa muy fuerte. El presidente Kirchner relegitimó la política. Pero la política partidaria en la Argentina sigue muy mal. Entonces no es que uno se vea fuera y diga: “¡Qué lástima que no estoy!”. Aparte debo ser consciente de que he perdido una cuota muy grande de legitimidad: una cosa es hacer política con un gran acompañamiento y otra es tratar de ver cómo se lucha contra la adversidad para recuperar un espacio perdido. Hay que sentir las cosas que se hacen, internamente. Yo no tengo una relación superficial con la política. Me vinculé a la política a los quince años, pero no tengo una relación con la política como profesión. No me da igual que los espacios no tengan la intensidad de otros, en los que la vida me colocó.
–¿Podría bancarse un segundo error?
–¡Ay! No abra esa ventana de inoportunidad. Trato de hacer un aporte a partir de cierto capital que he construido y de una generosidad del Presidente. Pero no, no me gustaría pensar en otras equivocaciones. Ya cometí demasiadas.
–¿No teme poner en juego esa cierta armonía que ha logrado recuperar en su vida personal?
–Sí, por supuesto. Yo estaba... “¡Yo estaba!”, mire lo que digo: “estaba”. En fin ¡qué se le va a hacer! Bueno, lo cierto es que yo estaba bien con lo que hacía en el PNUD, sobrellevando bien mi asma, sobrellevando bien mi sufrimiento por Racing.
–Eso es casi peor que el asma.
–Sí, pero es constitutivo. Es orgánico.

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