Dom 18.12.2005

EL PAíS  › DILEMAS Y DEBATES POSTERIORES AL PAGO

Por un puñado de dólares

La sincronía entre Lula y Kirchner, un dato esencial. Una nueva racionalidad, impensable años atrás. La primacía del Gobierno frente a la oposición. Desvaríos sobre la deuda y el Sur. Los organismos internacionales remanentes. El lado ortodoxo del Gobierno. Sus obligaciones, en el post Lavagna y post FMI.

Opinion
Por Mario Wainfeld


“Pensé que no hay nada menos material que el dinero ya que cualquier moneda (una moneda de veinte centavos por caso) es en rigor un repertorio de futuros posibles.”
Jorge Luis Borges, “El Zahir”

“Cuando la abuela se convenció de que quedaban muy pocas intactas entre los escombros, miró a su nieta con pena sincera. ‘Mi pobre niña –suspiró– no te alcanzará la vida para pagarme este percance’. Empezó a pagárselo ese mismo día, bajo el estruendo de la lluvia, cuando la llevó con el tendero del pueblo, un viudo escuálido y prematuro que era muy conocido en el desierto porque pagaba a buen precio la virginidad.”
Gabriel García Márquez.
La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y su abuela desalmada.

La existencia de deudas descomunales y usualmente impagables es una constante en la historia de los pueblos de este sur. Los acreedores, a diferencia de Shylok, consiguen cobrarse sus libras de carne, pero la deuda, a diferencia de lo que ocurre en el edificante texto de Shakespeare, jamás queda cancelada. Nada ha sido suficiente para el afán de los acreedores ni en la crónica histórica ni en la imaginería que de ella brota. La historia de Eréndira es, a su modo, un eco de esa tradición. Más linealmente, en otro relato de García Márquez los gringos amenazan llevarse el mar si no se abona una cuota de la deuda y una mañana se lo llevan no más. Los gringos (¿hace falta aclararlo?) son siempre los acreedores, en la fantasía y en la realidad.
Esa referencia histórica está instalada en el bolsillo y el imaginario dominante. Por tanto, anunciar el pago total de lo adeudado al FMI y el fin de su intromisión en los asuntos de este país, puede juzgarse de variadas formas pero jamás como una banalidad.
Es una señal política, más vale, pero eso no le resta importancia, la potencia. Un criterio baladí cunde en estas pampas feraces, finca en proponer que “política” es sinónimo de vacuidad, de inconsistencia. Lo real, lo “concreto”, transita por otros carriles. Malas noticias para esos pragmáticos ramplones: la política es el mayor recurso que tienen los débiles para contrapesar las desigualdades provenientes de la cuna o del mercado. Sólo la política puede compensar asimetrías y modificar los escenarios y correlaciones de fuerzas vigentes.
La recuperación de una porción de la capacidad estatal para delinear la política económica no es verba hueca sino un hecho pleno depotencialidades. Cuánto se ha recuperado, cuánto se ha pagado para lograrlo, qué se va a hacer. ésas deberían ser las discusiones en trance.
Sorprendida como siempre, carente de discurso y de background informativo, relegada al rol de telebím del Gobierno, la oposición en su mayoría viene traspapelando la oportunidad de elevar el nivel del debate público. El gobierno, a su vez, se jacta de hablar sólo por sus actos, lo que en una democracia que se pretende moderna y participativa es insuficiente.

Bajo el paraguas de Lula

Todos somos parientes de nuestros contemporáneos, aunque la cercanía a veces nuble la percepción sobre los aires de familia. Néstor Kirchner y Lula da Silva, amén de parientes, son aliados. Varias cosas los diferencian, incluida su política previa respecto del FMI y sus mandas, pero ambos consideraron sensato hacer algo que tres años antes no hubiera excedido el rango de una alucinación de borracho.
La medida que ejecutaron podrá ser buena, mediocre o mala, pero está en el menú de los repertorios futuros racionales que puede tener quien atesora veinte centavos o un poco más. La magnitud de las mutaciones de época permite (tal vez, hasta algún punto, determina) un formidable cambio de repertorio futuro para aquel que gobierne por acá, sea el alumno favorito del FMI, sea el Jaimito de esa clase. Kirchner y Lula leyeron esa realidad, mucho más que sus opositores. Un punto llamativo en las discusiones cotidianas sobre una realidad mutante, al menos en Argentina, es que los gobernantes tienen un contacto a tierra mayor al de todo aquel que esté extrañado de las agencias estatales. Los opositores y una porción importante del mundo académico viven a la zaga de las decisiones y hasta la data de los gobiernos.
Las réplicas al obrar oficial pecaron de anecdóticas. Hasta reflejos faltaron respecto de una jugada cuya posibilidad venía sugiriendo, a su modo, Kirchner. Casi ninguno de sus contradictores lo tomó en serio. Sus adversarios suelen leer sus conductas en términos que aluden más a la psicología que a la política.
Pero apareció Lula y mandó parar.

Lo rumiado y el impromptu

La necesidad de desendeudarse para recuperar autonomía recorría la mente de Kirchner desde hace más de un año. Un objetivo posible no equivale a una acción concreta hasta tanto no se consideren cumplidas una serie de condiciones. Queda claro, ahora, que Kir-chner esperaba la convalidación electoral de su legitimidad. Y que dudaba de exponerse al diluvio si no contaba con un precursor más presentable que él ante “el mundo”, ese modismo delicado que tienen ciertos relatos para nombrar a la selecta minoría de los dueños del mundo.
Kirchner necesitaba poder, legitimidad, tener los fondos que había abarracado obsesivamente. Y un paraguas, que fue lo que le suministró Lula. Sabedor de que se le endilga asemejarse a Hugo Chávez, Kirchner quería impedir que se leyera su desendeudamiento como un salto al trópico. El pago realizado por Brasil le dio un aura de respetabilidad al anuncio del jueves.
La medida, concebida como estratégica, fue rumiada desde hace meses, tematizada en la intimidad o ante algunos oídos periodísticos. La táctica se urdió al modo que le place al Presidente: de un día para el otro, cuando apareció la ventana de oportunidad. El folclore de Kirchner, muy peronista en esto, apela siempre a la sorpresa y el vértigo. El silencio, el enigma, la elección del momento inesperado son recaudos para duplicar la imagen de dueño de la iniciativa que Kirchner valora tanto como a un container lleno de dólares. La cantidad de integrantes del Gabinete nacional que no sabían de qué se trataba “el acto de las 6 en el Salón Blanco” al que debían concurrir “sí o sí” fue impresionante. Casi todos los ministros, y ni qué decir los secretarios (incluidos algunos con buena entrada a Kirchner) estaban desprevenidos. Ese modo acuciante de presentación no es obra de la improvisación, sino de la teatralidad grata al Presidente.

Ortodoxias y heterodoxias

Lo que sorprendió en esta semana, no hace falta ser adivino para vaticinarlo, ha de repetirse en otras latitudes y circunstancias. O acá mismo, quién sabe, en un futuro posible respecto de la deuda privada. El signo de los tiempos viabiliza ciertos medios, lo que debería inducir a oficialistas y opositores a una incursión en la modestia. Algo que, a la luz de los estilos dominantes, se parecería bastante al turismo de aventura.
En la Rosada y zonas de influencia brotan fenomenales alabanzas a la heterodoxia y se exagera la autonomía lograda. Con los pies sobre la tierra valga recordar que Argentina adeuda una cifra ciclópea por el canje de deuda privada. Y que nada hay de heterodoxo en cancelar un crédito pagándolo... salvo la opinable decisión de anticipar el vencimiento.
Además, el desenganche con el FMI no ha puesto fin a la relación del estado nacional con los organismos internacionales de crédito. Anne Krueger y Anoop Singh, gente agria y poco recomendable, no vendrán por acá pero sí seguirán campeando por sus fueros los representantes del Banco Mundial y del Banco Interamericano de Desarrollo. Y Paul Wolfowitz no es, precisamente, Francisco de Asís. El país sigue debiendo mucho dinero a esos organismos, en muchas reparticiones se han acrecentado las acreencias de los organismos durante la gestión Kir-chner. Una referencia que debería computarse cuando se dice que este gobierno no acudió al endeudamiento externo.
Por otra parte, las políticas sociales nacionales siguen siendo focalizadas, tal como prescriben esos organismos. La universalización de algunas prestaciones es rechazada por el BM y el BID con argumentos que se calcan en los principales despachos oficiales, cuyos ocupantes lucen muy ortodoxos cuando se menta la hipótesis de ampliar la agenda de derechos ciudadanos.
No está claro cuál será la conducta de esas agencias internacionales, de trato diario con funcionarios locales, tras el mutis del FMI. Es factible que sean más restrictivos. Argentina, una vez despojada de las condicionalidadas del FMI, puede ser consideraba menos confiable por los primos hermanos del Fondo.
Ya que de gasto social hablamos, será interesante ver si el Gobierno (que ha achicado su colchón de reservas y debe empezar a pagar a los bonistas privados en 2007) considera que el esfuerzo respecto del FMI amerita o no contención del gasto. Una de las críticas más racionales fue formulada por Claudio Lozano. El diputado de la CTA señaló que es injusto destinar a un fondo anticíclico las partidas presupuestarias que se destinaban al pago al FMI. Mocionó que se sumaran a los recursos del presupuesto del año que viene, lo que permitiría mejorar la asignación a gasto social.
Este planteo, formulado en el Congreso, justificaba un debate referido a políticas concretas. Los diputados oficialistas, que llevan el flamante lema de Frente para la Victoria, obraron al clásico modo de las huestes del PJ. Carentes de letra y de experticia sobre el cambio acaecido (que conocieron al mismo tiempo que cualquier ciudadano), levantaron la mano sin hacer comentarios.

Juguemos en el bosque

El Gobierno ha ganado coherencia tras la salida de Roberto Lavagna, también se ha aliviado de las intromisiones del FMI y ha atenuado mucho la vocinglería de los holdouts. El Fondo era el paladín de los bonistas que rehusaron la oferta del canje, que ahora están más solitos, muy debilitados en su capacidad de lobby.
El FMI y Lavagna podían ser escollos pero también valer de coartada para justificar deudas, sus demoras y sus inconsistencias internas. La de las políticas sociales es una. La falta de una política nacional de desarrollo podría ser otra. Los anuncios de créditos a Pymes, augurales en la gestión Miceli, nada hubieran afrentado a Lavagna. Se lanzan al mercado sin más, para ser capturados por quienes tengan interés y recursos. No hay mayormente orientación preferencial del Gobierno, ningún sesgo a sectores o regiones que se considere necesario potenciar.
La batalla contra la inflación obliga a una mirada más audaz. El Gobierno se afana en acciones para manejar el esquema de precios. En Economía, de puerta para adentro, se reconoce que son acciones de relativo efecto que jamás podrá trascender la coyuntura. Para colmo, despotrican, la destartalada realidad de la organización y los cuadros del estado conspira contra las virtualidades de la nueva cruzada K. Cualquier modo activo de intervención en precios requiere un estado que por acá, por ahora, no se consigue.
Los feroces aumentos de productos básicos, en especial alimenticios, derivan a un enigma clásico de la economía local que el actual “modelo” no ha resuelto, más bien lo contrario. La dieta básica de los argentinos se integra con buena parte de los productos más exportados. La tensión entre su necesidad de que cuesten poco en el mercado interno y el afán de lucro de los productores no es sencilla de resolver. Menos, en un esquema donde se procura que se exporte mucho y a precios siderales en pesos, ya que de ese modo el estado puede capturar (vía retenciones) las rentas extraordinarias. Si las exportaciones exitosas revirtieran, por así decir, al mercado interno, el Estado perdería importantes ingresos y los productores, grandes incentivos. Ese escenario, empero, sería deseable por muchos otros motivos. Los precios de productos básicos que se obtienen con ventajas comparativas inigualables son una privación de justicia.
Puede haber llegado el tiempo de pensar, como ya hacen varios economistas, incluidos algunos muy afines al oficialismo, en eventuales políticas que orienten la producción de varios productos alimenticios al mercado interno y desalienten las exportaciones. Un giro de campana respecto del frenesí exportador que enriquece a algunos, engorda las arcas estatales y deja desprovistas a las mesas más humildes.
También cabría reducir de una vez la alícuota general del Impuesto al Valor Agregado. O fijar una muy reducida para una canasta básica. Lavagna era muy reacio a bajar la tasa del IVA. La consideraba justa pero lo difería a un futuro impreciso porque temía abrir una caja de Pandora. Kir- chner, hasta ahora, pensó lo mismo. Miceli creía en la imperiosa necesidad de la reforma impositiva antes de llegar a ministra.

La fuga de Eréndira

Suponer que el FMI es un usurero cuya principal pulsión es juntarse con su dinero (un argumento muy socorrido por estas horas) es una ingenuidad que desconoce la lógica de la dominación política. Al Fondo, sin duda, le conviene mucho más injerir en el rumbo de los países socios que quedarse fuera del juego. El Gobierno no yerra al señalar que una refinanciación que impusiera doble comando a la política económica local hubiera sido un escenario más gravoso.
Se han recuperado márgenes de decisión nacional y no carece de sentido ni es inocuo que se haya hecho con gestos llenos de simbolismo. La retórica presidencial, la alusión a las necesidades populares y a la autoestima no son palabras azarosas sino consignas que cosechan amplia adhesión y a cuya luz será juzgado Kirchner en los próximos años. El desafío al otro es también una promesa, des-honrarla tendría su castigo.
Siguen existiendo deuda externa, organismos internacionales entrometidos y limitaciones tremendas. El poder político, moderado por las reglas de la democracia y confinado a un territorio retrocede frente a poderes líquidos que desconocen todo tipo de límites. No ya Kirchner, que conduce un pequeño país, sino la mayoría de los gobernantes de la tierra a menudo parecen un petiso gordito colado en un partido de la NBA. Aun así, la ampliación de los escuetos márgenes de la política y el estado es un resquicio interesante. El repertorio de futuros de Argentina es más sugestivo, lo que torna más acuciante discutir el proyecto de país que se persigue. Si los enemigos externos y los aliados internos menos convencidos han sido radiados, es hora de asumir que falta cambiar mucho y ser más coherente en la praxis cotidiana.
Eréndira, la de la cita inicial de esta nota, dedicó su vida a pagarle a su abuela prostituyéndose y jamás redujo un céntimo la deuda. Consiguió convencer a Ulises, su amante, para que la matara. Entonces optó por huir y “jamás se volvió a tener la menor noticia de ella ni se encontró el vestigio más mínimo de su desgracia”. Argentina, en cambio, no mató a su insaciable acreedor, le abonó cash. De su historia se seguirá sabiendo. Será interesante conocer qué ha hecho su gobierno con la relativa libertad que logró. Con el tiempo, los argentinos de a pie (los que se pusieron) podrán evaluar si el precio fue leonino o si hicieron una inversión satisfactoria.

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