Lun 19.12.2005

EL PAíS

“En vez de llorar, los opositores debemos trabajar en una alternativa”

El senador Rodolfo Terragno se define como “radical independiente”. En esta entrevista analiza el estado actual de los partidos políticos y reclama que la oposición se una. Además, critica los cambios de gabinete y el pago anticipado de la deuda al FMI.

“Kirchner tiene un poder fuerte porque la oposición está atomizada. Los partidos políticos deben servir para disputar poder, no como expresión de ambiciones personales”, provoca el senador Rodolfo Terragno. A pesar de haber sido jefe de Gabinete de la Alianza, presidente de la UCR y, más atrás aún, ministro de Obras y Servicios Públicos de Raúl Alfonsín, Terragno siempre cultivó el rol de outsider y demostró un escaso interés por las internas partidarias. Como periodista y ensayista, preside la fundación Siglo XXI y es miembro de la cátedra Julio Cortázar de la Universidad de Guadalajara, México. Terragno considera que la fragmentación de los partidos afecta especialmente a la oposición y le impide construir una alternativa de poder al kirchnerismo. “En vez de llorar, debemos trabajar para una alternativa”, acota, en favor de una política de alianzas de la UCR.
–¿Para qué sirven hoy los partidos políticos?
–Deberían servir para gobernar y como alternativa. No se puede gobernar si no se tiene una gran fuerza nacional. No se puede hacer oposición si no se tiene capacidad de sustituir al Gobierno. España, cuando estaba indignada con el PP porque los metió en Irak, votó al PSOE. Si en vez de PSOE hubiesen tenido UCR, ARI o Recrear, todavía estarían en Irak. Los partidos políticos no son expresiones de ambiciones personales. Son mecanismos para ejercer y disputar el poder.
–¿Es un problema que la escena esté dominada por figuras?
–Por supuesto. En estos momentos, tenemos un poder fuerte. Pero no era fuerte en los inicios: Kirchner perdió la elección con Menem. Habría ganado la segunda vuelta, pero por el voto anti-Menem. Llegó con el 22 por ciento, no tenía ascendiente sobre los gobernadores ni sobre el Congreso. ¿Por qué hay hoy un poder fuerte? Porque la oposición está atomizada. La última elección, el voto al Gobierno representó un 35 por ciento. El otro 65 por ciento está tan despedazado, que es lo mismo que si no existiera.
–Tras el estallido de 2001, ¿continúa la crisis de representación?
–La crisis de representación no está referida sólo al 2001. Los medios de comunicación han introducido un elemento que altera el criterio de la democracia representativa. El mandante, de manera virtual, convive todos los días con el mandatario: lo ve equivocarse y desdecirse. Ve un día a Bielsa diciendo que caminó cien cuadras y que la gente le decía que se fuera a Francia y al siguiente día habla de una señora que lo criticó. Esto hace que el mandante se sienta insatisfecho con el mandatario. Se terminó la época en la que se confiaba en alguien y después se evaluaba el cumplimiento de ese mandato. Creo que la democracia representativa se va a transformar, que los modos de revocación de mandato van a tener cada vez más fuerza.
–¿Puede reconstituirse un sistema de partidos?
–La fortaleza de los partidos políticos se vincula más con el futuro que con el pasado. Kirchner participó en los años noventa, lideró la privatización de YPF y estuvo a favor de la convertibilidad. Eso no le ha impedido reconstruir buena parte del justicialismo. Si la gente cree que un partido puede representar sus intereses, lo va a apoyar. Ahora, si ve una constelación de pequeños partidos, una feria de vanidades, donde cada uno quiere hacerse un traje a medida, entonces creo que finalmente la gente llega a la conclusión de que no tiene alternativa.
–¿Incluye en esta “feria de vanidades” al ARI o al PRO?
–Yo distinguiría: hay dirigentes que provienen del radicalismo y que sintieron que la UCR era muy cerrada. No soy quien para criticarlos, pero mi idea ha sido que un partido nacional es, por definición, policlasista y multirregional. Yo pensaba qué sería un partido hecho a mi imagen y semejanza: un personaje urbano, de clase media, que ha vivido en el extranjero y que escribe libros. Entonces, pensé que a un minero de Jujuy, a un agricultor de La Pampa o a un pescador de la Patagonia le costaría mucho identificarse con ese arquetipo. Esto les ha pasado a otros quecayeron en la tentación de un partido a su imagen. Y me parece que ha llegado el momento de reflexionar sobre la necesidad de aunar fuerzas.
–¿Cómo volver a los partidos desde la atomización actual?
–Los partidos pueden servir, en la medida en que le den más importancia a la concertación que a sus necesidades internas. Me dan tristeza y mucha bronca los opositores que se quejan del poder de Kirchner. Los culpables somos nosotros, los que no hemos sabido construir una alternativa. En vez de llorar, debemos trabajar para esa alternativa.
–¿Piensa que se puede avanzar hacia dos grandes bloques de centroizquierda y centroderecha?
–Me parece que los partidos nacionales son más amplios y no responden a estas categorías, que son más propias de politólogos que de pueblos. No se da en los países europeos que a menudo se toman como ejemplo: en el laborismo británico hay un ala derecha y una izquierda. Lo mismo pasa en el PSOE. Es cierto que, en general, hay dos grandes partidos, uno con tendencia a la centroizquierda y otro a la centroderecha, pero hay muchas diferencias internas. Los partidos o son amplios o no son nacionales. Si no se convierten en pequeñas ONG políticas, que tendrán coherencia en el pensamiento, pero incapacidad para la acción.
–¿El peronismo juega hoy el rol de un partido nacional?
–El peronismo nunca dejó de jugarlo, con todas sus contradicciones. Se puede decir: ¿qué tienen que ver José López Rega, Carlos Menem, Eduardo Duhalde, Néstor Kirchner? Expresan la pluralidad de un movimiento ahora muy disgregado. No hay un único justicialismo. En esa forma un tanto aluvional, tiene una fuerza que los otros partidos no supimos mantener.
–¿Cómo analiza los cambios en el gabinete de Kirchner?
–Hay mucha gente que dice que es un giro a la izquierda, pero se ocupa sólo de las apariencias: Taiana, Garré. Lo más significativo es la designación del secretario de Finanzas (Alfredo Mac Laughlin). Ponen a manejar la deuda a alguien que fue funcionario de la dictadura, asesor de Cavallo, que perteneció a los directorios de las privatizadas. Para mí, es un giro a la derecha. Hay que ver en qué cambian las políticas de Estado.
–¿Puede haber un cambio en las políticas económicas?
–Felisa Miceli tiene algunas ideas interesantes: es industrialista y sostiene que la redistribución del ingreso, aparte de ser una necesidad impuesta por la justicia social, forma parte de la reactivación económica. No sé qué margen tendrá. Mi impresión es que el presidente quiere cumplir su sueño de ser su propio ministro de Economía. En los hechos, y no en las palabras, no lo veo a favor de una redistribución del ingreso.
–¿Cómo ve la decisión de desendeudarse con el FMI?
–Rodrigo Rato pidió que la Argentina siguiera el ejemplo de Brasil y 24 horas más tarde la Argentina le hizo caso. Para no estar sujeto a condicionalidades, bastaba con no pedirle más dinero. Pero pagarle por anticipado es una sobreactuación inconducente. Además, si la Argentina entró en default con los acreedores privados fue porque no podía pagar. Ese fue el fundamento de la reestructuración de la deuda. El reclamo de esos acreedores es abusivo, pero el Gobierno acaba de regalarles un argumento: ¿cómo decir que la Argentina es insolvente si, de pronto, anuncia que le sobran 10 mil millones de dólares? Brasil puede hacer esto porque no entró en default, ni hizo una reprogramación compulsiva de la deuda privada. Copiarse de Brasil sin pensar es peligroso.

Reportaje: Werner Pertot.

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