EL PAíS
› SUSANA PEREZ GALLART RECUERDA LOS 30 AÑOS DE LA CREACION DE LA APDH
“Acá el pueblo sabe qué cosas ocurrieron”
Es una de las fundadoras de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, que acaba de cumplir 30 años. En esta entrevista recuerda aquellos comienzos y menciona los logros alcanzados en el país en materia de derechos humanos.
“Nacimos como un organismo multisectorial, con católicos, metodistas y laicos, radicales, peronistas, intransigentes, democristianos. Todos luchábamos contra el terrorismo de Estado y por la verdad y la Justicia”, recuerda Susana Pérez Gallart, una de las fundadoras de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH), cuando se cumplen 30 años de su creación. Nació y creció en Santa Cruz, donde su padre, Bartolomé Pérez, fue senador por la UCRI. Siguiendo esa tradición, Pérez Gallart se sumó a las reuniones previas a la creación de la APDH por el Partido Intransigente. Participó del encuentro en el que se fundó la APDH, el 18 de diciembre de 1975, con la amenaza de la Triple A sobre sus cabezas. La integraron Alicia Moreau de Justo, Simón Lázara, Alfredo Bravo, Raúl Alfonsín y los obispos Jaime de Nevares y Miguel Hesayne, entre otros.
–¿Cómo era el clima en 1975, cuando nació la APDH?
–El 18 de diciembre de 1975 fue el nacimiento público, pero veníamos reuniéndonos desde hacía diez meses. Era la época en que aparecían los coches quemados al lado de la ruta, los cadáveres en las plazas, los Ford Falcon haciendo ostentación de armas. Se vivía un clima de terror. Los familiares de los que no estaban iban a los hospitales, la policía, las morgues. ¿Dónde terminaban? Si eran creyentes, con los sacerdotes, pastores o rabinos. Si tenían afinidad política, en el comité.
–¿La idea de la Asamblea fue reunir estos espacios?
–La inquietud estaba en todos estos ámbitos. Entonces, fuimos reuniéndonos. Nos juntábamos en la sede de Ctera –el secretario general era Bravo– y en las iglesias.
–¿Quiénes estaban en las primeras reuniones?
–Estaban Bravo, el pastor (José) Míguez Bonino, el obispo metodista Carlos Gattinoni, Alicia Moreau de Justo, monseñor Jaime de Nevares. Yo me sumé porque estaba en el bloque del PI. Cuando supimos que empezaban a reunirse, los diputados me pidieron que fuera.
–¿Cómo recuerda el 18 de diciembre de 1975?
–Hicimos una asamblea en la Casa de Nazareth, detrás de la Iglesia de Santa Cruz. Queríamos nombres que nos sirvieran de cobertura. Y vino mucha gente: Oscar Alende y Raúl Alfonsín, entre otros. Moreau de Justo decía que la declaración de los derechos humanos tenía que ser como el catecismo y que se debía enseñar en las escuelas. Salimos con una declaración exigiendo que se diera un listado de los presos políticos, que nos oponíamos a la violencia de cualquier signo. Se veía venir algo muy duro.
–Y vino el Golpe.
–El Golpe fue a los tres meses, pero de esa asamblea salimos con nombres de mucho peso que fueron nuestro paraguas. De todas formas, tuvimos dos secuestrados que aparecieron. El primero fue Alfredo Bravo, por el que hicimos una movilización muy grande a nivel nacional e internacional. Y el otro fue (Adolfo) Pérez Esquivel, que también estuvo desaparecido. Nosotros tuvimos algunas entrevistas con el gobierno para exigir que se conociera el paradero de los detenidos.
–¿Quién los recibía?
–(Albano) Harguindeguy, el ministro del Interior. Nos decía que habían venido a asegurar la vigencia de los derechos humanos. Con las denuncias que recibíamos de los familiares hicimos el primer hábeas corpus masivo en favor de (el secretario general de Luz y Fuerza) Oscar Smith, el 11 de abril de 1977. La Corte Suprema se declaró incompetente, pero le pidió al Ejecutivo que hiciera saber la lista de los detenidos. Después hubo un allanamiento en nuestra sede cuando vino la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). Teníamos una lista de cinco mil denuncias.
–¿Cómo era la convivencia entre los distintos sectores en la Asamblea?
–Nosotros nacimos como un organismo multisectorial, nuestros presidentes eran un católico, un metodista y un laico. Y en las vicepresidencias estaban un radical, un peronista, un intransigente, un demócrata cristiano. Había debate político, pero teníamos un enemigo común. A veces, nos íbamos a cenar y ahí nos agarrábamos de los pelos como ocurre siempre. Pero todos luchábamos contra el terrorismo de Estado y por la verdad y la Justicia. Me acuerdo una reunión en una Iglesia metodista, estaba sentada Alicia Moreau de Justo entre monseñor De Nevares y monseñor Gattinoni y, sobre su cabeza, el crucifijo. Y dijo: “Si a mí hace 20 años me hubieran dicho que iba a estar en una Iglesia, entre dos obispos y bajo un Cristo, les hubiera dicho que estaban locos”. Lo que hemos conseguido en la APDH es que todo sale por consenso. Muy pocas veces hemos votado. En 30 años, serán unas cuatro veces.
–¿Cómo cambió el debate en la Asamblea con el regreso a la democracia?
–Abrimos otras áreas: el derecho a la salud, a la educación, al trabajo. Nacimos con la idea de tomar toda la declaración de los derechos humanos, pero las circunstancias nos llevaron a tomar sólo el derecho a la vida.
–Además, apoyaron la investigación de la Conadep.
–Claro, Alfonsín era miembro de la APDH. Estaba la idea de que la investigación la tenía que hacer el Parlamento. Pero Alfonsín nos decía que las comisiones del Congreso nunca llegan a nada. Por eso, iba a formar una comisión con personalidades indiscutibles. De la APDH participaron monseñor De Nevares y el rabino Marshall Meyer y fueron secretarios Raúl Aragón y Graciela Fernández Meijide. Por supuesto, aportamos nuestro archivo.
–¿Cómo reaccionaron cuando Alfonsín impulsó las leyes de impunidad?
–Hubo distintas reacciones, porque nos dábamos cuenta de que la situación no daba para investigar en ese momento. Con el Punto Final, los jueces apuraron los procesamientos al punto de que Menem indultó a procesados. Con la Ley de Obediencia Debida, todos acordamos en oponernos. Algunos querían incluso expulsar a Alfonsín de la APDH. Y Alfonsín fue el único presidente en el mundo que fue capaz de juzgar a las juntas militares.
–Ahora que se anularon esas leyes, ¿cómo ve los juicios?
–Los juicios están avanzando. La causa del Plan Cóndor es importantísima, así como otras que se reabrieron. Depende de que los jueces tengan la voluntad de llevarlas adelante y no estirarlas al infinito.
–¿Qué propuesta tiene la APDH para el Museo de la Memoria de la ESMA?
–Creemos que hay que ocupar ese lugar ya, porque si llega a ganar en unos años el que ganó las últimas elecciones de Capital, se nos terminó todo. Creo que tendríamos que ocuparlo con los documentos de la memoria, una biblioteca, un cine para las películas de esa época.
–¿Cuál es el balance a 30 años de creada la APDH?
–Hemos logrado muchas cosas. Decíamos que había que juzgar a los dictadores y en ese momento eran sueños, pero se juzgó. Yo fui veedora en Uruguay cuando se hizo el plebiscito para derogar la ley de caducidad. Y ganó el “No”. Lo mismo pasó en Chile. Aquí tuvimos la Conadep, el Nunca Más y los Juicios a las Juntas y el pueblo sabe lo que ocurrió.
Reportaje: Werner Pertot.