Dom 09.06.2002

EL PAíS  › LOS ESCENARIOS OPTIMISTA Y PESIMISTA DEL GOBIERNO ESPERANDO LA MISION

Se vienen Suecia y el FMI

Qué piensan en el Gobierno cuando son optimistas. Y qué en sus pesadillas. Las provincias, asignatura pendiente. Subir sueldos, un debate. Lavagna y los dolarizadores. Un país nuevo del que nadie habla.

› Por Mario Wainfeld

- Escenario optimista, dentro de lo que hay: En julio se llega a un acuerdo con el FMI. La línea del organismo, presionada por los gobiernos de Europa y Estados Unidos, ceja algo en su mala onda. Se postergan los vencimientos de pagos a organismos internacionales previstos para 2002 y, quizá, 2003. Se liberan sendos préstamos de 2000 millones de dólares para ayuda social y prefinanciación de exportaciones. Argentina sale del default y algunos de los países europeos, no por piedad sino por preservar los intereses de las empresas de sus connacionales afincadas en Argentina, otorgan algunos créditos a la actividad privada: Duhalde escuchó de los jefes de gobierno del Viejo Mundo frases durísimas pero también promesas concretas. Las actividades y las provincias vinculadas a la exportación salen de su letargo.
El Plan Jefas y Jefes de Hogar se sigue aplicando y ampliando aún más su universo. En un año, la inyección de 150 Lecops a –estimativamente– dos millones de familias ha de producir un aumento del uno por ciento del Producto Bruto Interno. Aumentar la prestación, aducen en Economía, es por ahora imposible pero el cumplimiento del Estado asegura una relativa calma social.
El peldaño inmediato superior de la clase trabajadora, los asalariados con haberes más bajos irá recibiendo algún aumento, en la actividad privada, claro, y exclusivamente en aquellos sectores que despeguen. Así y todo eso puede permitir otro respingo del PBI. El mercado interno ya se está reactivando alguito, asegura Roberto Lavagna a los allegados. Surge, a trompicones, una industria sustitutiva de importaciones, de la mano de empresarios Pyme que se rebuscan en medio de total ausencia de crédito bancario seguramente porque están habituados a esa carencia desde hace casi una década.
La salida de Mario Blejer no será especialmente traumática. Lavagna y Duhalde ya han consensuado el nombre de su sucesor. Las reservas del Banco Central son suficientes y no caerán mucho, antes del acuerdo con el Fondo. Diez mil millones de dólares equivalen a 6 meses de exportaciones y los standars usualmente requeridos por el FMI solo trepan a 3 meses.
Estamos mal y todo seguirá siendo muy duro, pero ya venimos hacia arriba, después de haber tocado fondo.
El escenario, con matices mínimos, es descripto por varios funcionarios de primer nivel del Gobierno, de su ala política y de Economía. Depende, claro, del acuerdo con el FMI. ¿Es seguro que se firme? Seguro no hay nada. Puesto a expresar lo difuso en números, Lavagna estimó ante sus pares de Gabinete: “Tenemos dos tercios de posibilidades de que se haga y un tercio...”. Un tercio es la chance que los optimistas ponderan de caer en el...
- Escenario pesimista: El FMI no quiere arreglar, le interesa más escarmentarnos, hagamos lo que hagamos. Quieren la caída de este gobierno, al que consideran corrupto, incompetente, populista y poco confiable. Lo de Jorge Batlle no fue blooper o incontinencia sino una movida agitada desde el Norte. La frase de Horst Koehler diciendo que está podrido de nosotros también. Cierto es que Batlle lloró su retractación y que Koehler lo llamó al Presidente por teléfono para disculparse pero esos gestos no borran el descrédito. Anne Krueger es una trotskista de derecha y nos quiere hacer escupir sangre. Anoop Singh sólo tiene oídos para los bancos internacionales, que vía Manuel Sacerdote y Emilio Cárdenas llenan su casilla de mail con reclamos corporativos que en verdad son políticos.
Pero, además, no hemos cumplido las condiciones exigidas por el FMI. Las provincias, en su abrumadora mayoría, no firmaron el pacto de reducción de gasto sino solo una carta de intención. Y subversión económica no salió como querían ellos.
“Los mercados” están dispuestos a ir por más y juegan fuerte. Nuestras reservas no son tantas y cualquier día puede dispararse la híper. Carlos Menem está detrás de esta movida y el circo que planea hacer la semana que viene en la Casa Blanca nos puede hacer zozobrar. Corremos contrarreloj, tenemos 30 días. Si en el FMI cavilan, después viene el verano boreal, en Washington no queda ni el personal de seguridad y para nosotros no hay tiempo de descuento.
El escenario pesimista también se relata en Gobierno, a veces por los mismos personajes, ora por otros. La discusión ideológica y hasta programática no son usuales en la Casa Rosada y aledaños. Los debates refieren sólo a análisis de la conducta o la mirada de los otros y a estados de ánimo. De todas formas, entre uno y otro escenario, media una enorme diferencia.
Señales
Es viernes, la melancolía de raíz futbolera se hace sentir, pero a metros del despacho de Duhalde, uno de sus hombres más confiables rehúsa deprimirse. “La ayuda va a llegar. El FMI registra que una de sus teorías más apreciadas, la del cordón sanitario, viene fracasando. Nuestra crisis se contagia a Uruguay y Brasil. Uruguay perdió el 50 por ciento de sus reservas y Brasil viene en picada. No basta con apuntalarlos a ellos. El gobierno norteamericano lo sabe. Colin Powell se lo explicó a Carlos Ruckauf. Ah, y no dijo ni jota sobre la Ley de Subversión Económica. Los que cuestionan la derogación lo hacen desde acá. O asesorados desde acá. Es la coalición dolarizadora y el Fondo, en la embajada se dan por conformes.”
–No tenemos puntos débiles... –chicanea Página/12, que tiene el penal favorable a los ingleses atragantado en la garganta y el ánimo.
Claro que los tenemos, asume el funcionario y confiesa que el flanco más débil son los acuerdos con las provincias. Buenos Aires es la única que firmó un cabal compromiso de reducción del déficit. Aunque eso equivalga a la mitad, peso más, patacón menos, del déficit agregado de todas las provincias queda mucho por hacerse. En verdad, precisa, si se suman otras cuatro provincias –Córdoba, Mendoza, Chaco y Entre Ríos– se llegaría al 90 por ciento de ese déficit y hasta Anne Krueger, la trosca de derechas, tendría que darse por conforme. Pero tal parece que solamente Chaco está ahí nomás de firmar por fin el compromiso en estos días. Entre Ríos solo podría hacerlo emitiendo una parva de bonos, quizá 300 millones de pesos, una cifra que –comparativamente– deja reducida al rango de una propina la miríada de patacones que transitan Buenos Aires.
Los negociadores del FMI, confían en La Rosada, serán exigentes en materia monetaria y fiscal y dejarán pasar alguna excepción. Desde luego, discurren, los enviados solo firmarán si demostramos –por una, primera vez– que nos proponemos cumplir lo que concertamos y si emitimos señales.
¿Por ejemplo? Por ejemplo, no conceder aumentos salariales más o menos masivos hasta que se firmen las escrituras. Aunque parezca ajeno a la experiencia de la mayoría de los trabajadores dependientes han habido algunos incrementos en sectores exportadores, la industria frigorífica en especial. Importantes industriales están dispuestos a analizar algunos ajustes para mejorar el nivel de consumo en el mercado interno. “Si se mira bien –calcula un funcionario de primer nivel que conoce el tema– sindicatos que representan a tres millones de trabajadores de actividad privada podrían conceder un aumento fijo de 50 a 100 pesos.” Pero ni en Hacienda ni en Gobierno quieren ponerle el gancho a una “gran paritaria” de ese jaez. Temen a las reacciones del FMI, que ve por doquier el fantasma de la híper y de los gobernadores. Una suba en el sector privado incita al sector público, maquinan, y los gobernadores pondrían el grito en el cielo.
“Un aumento de sueldos mientras esté la misión sería una mala señal”, dice un peronista histórico. “¿Un aumento sectorial de 30 dólares, máximo?”, picanea este diario. También. Así están las cosas. Tal vez puedan urdirse entre cámaras empresarias y sindicatos, algunos cambios sectoriales que no tengan el aroma de una decisión oficial.
–¿Y las declaraciones de la ministra de Trabajo que dice que el tema está en estudio y avanzando?
No representan al Gobierno, aseguran en Economía y en casi todas las áreas de Gabinete que no sean Trabajo.
Lo que escapa a la regla
Convencer a los negociadores que bajan del Norte será, lo reconocen aún los optimistas, una tarea ciclópea. Máxime si se piensa, como lo hace el propio ministro de Economía, que algunos de los criterios del FMI son, a fuer de errados, inaceptables.
Así como Lavagna ha recuperado cierta retórica mercado internista (hasta se permite deslizar la pecaminosa expresión “sustitución de importaciones”) su pensamiento íntimo es que Argentina sigue conservando algunas características atípicas para los criterios internacionales. Una de ellas, determinante en esta instancia, es la ligazón indisoluble entre la cotización del dólar y los precios y costos internos. “Ellos no pueden entenderlo, creen que es un embuste nuestro, no hay otros ejemplos en el mundo. Pero acá es así y no hay con qué darle. Si sube el dólar se disparan los precios internos, aún los de productos que no tienen componentes importados”, explica el Ministro a sus allegados. Y por eso no está dispuesto a consentir una liberación total del dólar. “Liberar el dólar es jugar a la híper y a la dolarización”, dicen en Hacienda y, aunque rehuyen decirlo con todas las letras, ven detrás de esos reclamos a la troupe de Carlos Menem y Pedro Pou.
La dolarización, aseguran quienes conocen bien al ministro, es un paso que no está dispuesto a dar.
En Olivos suele hablarse de una conspiración menemista. En Economía se usa otro lenguaje, pero leen con idéntico recelo ciertos diarios de la city y miran con sospecha los misiles que ciertos comunicadores de derecha prodigan a Lavagna.
Dentro de lo delicado de la situación, Lavagna y su equipo temen más a los embates sobre el mercado (en buena medida políticos) de una derecha que definen como dolarizadora e irresponsable que a los datos de la economía real. La inflación minorista, al decir del ministro, sigue reflejando fielmente la suba del dólar. Y la mayorista es muy superior porque el índice respectivo tiene otra composición. Por lo tanto, pontifican, no es inexorable que se traslade pronto al minorista.
Las reservas, calculan, se mantienen en niveles razonables y sólo una jugada cruel y deliberada de “los mercados” podría alterar ese delicado equilibrio.
Un trapito azul y oro
“Mirá este trapito, argentino.” El cronista no puede creer lo que ve. El politólogo sueco que escribe una tesis de posgrado sobre Argentina entra a la redacción de este diario envuelto en una bandera de su país, que podría albergar tranquilamente a media Universidad de Estocolmo. El invitado ha incorporado los códigos tribuneros locales y hace ostentación de aguante y arrogancia. “El miércoles que viene los dejamos afuera del Mundial”, mortifica y luego, ligeramente más compuesto, lee el texto de esta nota. “Necesito merca para mandar a mi capo”, implora, repantigado en la silla del cronista. Las coronas, devaluación mediante, valen mucha más vida que hace unos meses pero igual se le están terminando. La lectura de esta columna lo conforta: “Las provincias firmaron primero los 14 puntos y después otro convenio y todavía no firmaron nada?”, se solaza. “Unico en el mundo.” Sus superiores lo van a valorar. “¿Y Batlle? ¿Les podré vender que es argentino y mandarles un video?”, maquina mientras hace sonar una insufrible corneta azul y oro.
Muchas más novedades podría registrar el visitante si la pasión por el fútbol no le ocluyera parte del cerebro. Aunque, cabe convenir, no es el único que tarda en percibir todo lo que ha cambiado esta comarca en apenas un semestre. La estabilidad monetaria y la institucional se hicieron añicos, la representatividad política es una quimera. Por primera vez se recusa en block a una camada política que gobierna sin proponer ni tener a la vista otra de recambio. La indignación ciudadana es, lejos, la mayor y la más insaciable de que se tenga memoria. “Que se vayan todos,” dicen y lo piensan, y su cólera resulta difícil de contener dentro de la lógica republicana. Esa lógica que es la única que permite –y aun así en condiciones muy especiales– que los ciudadanos puedan patear las puertas de los bancos y los traseros de ciertos funcionarios y mandamases sin mayores costos.
La pobreza crece exponencialmente y también la organización de los más sumergidos. Al mismo tiempo, bien o mal, algunos tratan de encontrarle la vuelta a eso de vivir con lo nuestro. Un mercado interno enclenque trata de ser viable a fuerza de garra y fiado. Segunda calidad en el almacén de al lado no está tan mal, pasan a pensar algunos ex clientes de hipermercados. El trueque también prospera y despunta como para ser algo más que un rebusque destinado a parar la olla.
La existencia del subsidio universal por desempleo, discutible en su importe e implementación, pero determinante de un cambio cualitativo que muchos opositores no terminan de registrar, forma parte de ese nuevo escenario. Nadie podrá desbaratar ese programa, sin provocar un estallido social formidable. Y nadie podrá bancarlo si sigue creciendo el número de pobres sin cobertura.
Recordemos los escenarios del comienzo. El pesimista es precondición de una fuga veloz y no necesariamente ordenada de un gobierno que nadie quiere pero que no tantos quieren shotear afuera.
El optimista es prerrequisito de una salida prolija. También una modesta ancla para una realidad ominosa pero con vetas de novedosa que merecería mejores abordajes de analistas y sobre todo de dirigentes oficialistas y opositores. La vida social, bichoca, genera conductas, instituciones, culturas de supervivencia en distintos tramos sociales y el lenguaje político (no sólo el de los despachos oficiales) rezuma naftalina del país del siglo pasado.
¿Qué pasará con la misión del FMI, en los inminentes días por venir? Final abierto, imagina el cronista, mientras le prende velas a Marcelo Bielsa, implorando que sus muchachos, en el rectángulo de juego, transmuten en silencio las bravatas del politólogo sueco.

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