EL PAíS
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Pronóstico obvio
Por Eduardo Aliverti
Lo ocurrido en estos días ratifica cuáles son las dos escenas que le esperan al país, e incluso sucedió que la forma de expresión de ambas tuvo la carga de ridiculez, advertencias y juegos dobles que, de todos modos, eran esperables para cualquier analista que no confunda los deseos con la realidad.
En la escena del Fondo que continúa jugando su juego e inventando cualquier excusa para no cerrar el acuerdo, no ocurrió todavía el pedido de examen proctológico para los treinta y pico de millones de argentinos. Pero sí que varios voceros del organismo señalasen que, ahora, hace falta la no incorporación al Código Penal de algunos artículos derogados de la ley de Subversión Económica, para evitar que pueda perseguirse judicialmente a banqueros y delincuentes varios de guante blanco. Más salvaguardas respecto de la forma en que se saldrá del corralito, más el cuidado con el manejo de las reservas del Banco Central, más...
La segunda escena –el FMI aceptando sentarse a estudiar algún tipo de arreglo, por temor al contagio de Argentina sobre Brasil en términos políticos y económicos– registró dos episodios. Las cifras y vaticinios respecto de que el enorme vecino está a punto de ingresar en emergencia financiera, primero, y consecuentemente el anuncio de que una misión del Fondo llegará a Buenos Aires a ver qué pasa y si se puede hacer algo (es importante resaltar esa advertencia, porque no faltaron ni los ingenuos ni los operadores que interpretaron el arribo de la misión como sinónimo de que el acuerdo ya está concretado).
Tanto se trate de que Estados Unidos terminó de bajar el pulgar como de que, asustado por alguna explosión brasileña, resolvió impulsar gestos de acercamiento a la Argentina, no varía en absoluto el hecho de que la inexistencia total de un plan económico de reactivación conduce al país al mismo punto de partida de esta crisis espantosa.
A propósito de esa obviedad, es aconsejable prestar atención a la forma desembozada en que un sector del Gobierno ya impulsa el refuerzo de los mecanismos de represalia y control, por temor a los “desbordes sociales”. Esa historia conocida de memoria: en algún momento, estos modelos no cierran sin represión.
Y así será.