EL PAíS › EL GOBIERNO RECLAMA CAMBIOS EN LA ARQUITECTURA FINANCIERA INTERNACIONAL
Después de cancelar la deuda con el Fondo Monetario, el Gobierno busca instalar un debate sobre la necesidad de reformar la estructura de los organismos de crédito. La primera misión es balancear la representación con las potencias industriales, que terminan definiendo sus políticas.
El pago de la deuda al Fondo Monetario tuvo, hasta el momento, más impacto político que económico. No hubo alteraciones en el frente financiero ni se generó incertidumbre en el futuro de la marcha de la economía debido al giro a Washington de un tercio de las reservas del Banco Central. El dólar subió algunos centavos porque el Ejecutivo quiso empezar a recuperar los 9500 millones de dólares lo antes posible. La decisión tuvo como objetivo cambiar de manera estructural la relación de la Argentina con el FMI. Y más que con el Fondo, con los organismos financieros en general. Una muestra de esa resignificación política la dio ayer el representante argentino ante el directorio del Banco Mundial, Alieto Guadagni. El funcionario reclamó una reforma tanto de ese organismo como del FMI. Una definición que dejó establecido que, tras el desligamiento del Fondo, ahora el Gobierno incluyó al BM en su reclamo de reformulación de la arquitectura financiera internacional.
Desde su asiento en el directorio del BM, Guadagni reclamó una mayor presencia de los países periféricos en los organismos multilaterales. Dijo que era una exageración el poder de decisión que acumulan los estados más poderosos en los distintos directorios. “Los países desarrollados hoy controlan alrededor del 60 por ciento de los votos en el FMI y el Banco Mundial, lo cual excede su participación en la economía mundial y está muy por encima de su peso demográfico, dado que albergan a menos del 15 por ciento de la población mundial”, sostuvo el funcionario.
A pocos días de haber cancelado sus pasivos con el Fondo, queda claro que el Gobierno está dispuesto a mantener en la agenda el reclamo de cambios estructurales en los organismos. “Las naciones emergentes deben tener una mayor representación en las instituciones internacionales claves, que debería reflejar la emergente configuración del nuevo poderío mundial”, suscribió Guadagni.
Desde la explosión de la crisis hasta acá, el funcionamiento de los organismos fue severamente criticado por la Argentina. El Fondo y el Banco Mundial quedaron bajo la lupa por las recetas que no hicieron más que profundizar los males económicos y sociales. Expertos internacionales como Joseph Stiglitz reclamaron, incluso, que lo más justo hubiese sido que, en el caso argentino, los organismos aceptaran una quita de la deuda. Hubiese sido una manera de pagar las culpas por la crisis.
Desde que asumió, Néstor Kirchner puso énfasis en reclamar cambios profundos en los organismos. Fue muy duro con el Banco Mundial, por ejemplo, cuando lo acusó de poco transparente en el manejo de sus gastos y en su corresponsabilidad en el estallido de la crisis argentina.
El Presidente remarcó el día en que anunció el pago de la deuda al FMI que Argentina no quiere romper con los organismos, sino empujar para su revisión. En aquella oportunidad señaló que “este pago anticipado no podrá ser interpretado como un obstáculo en la relación con el Fondo, sino que nos dará más fuerza y autoridad para seguir reclamando una profunda reestructuración” de la estructura financiera.
El principal reclamo, en base a la experiencia de la última década, es que estas instituciones dejen de actuar de manera pro-cíclica. Es decir, que en momentos de crisis colaboren con financiamiento barato y planes reactivantes en lugar de insistir con el reclamo del ajuste fiscal y la suba de tasas de interés. El colmo de esta situación se vivió con todo el proceso previo y posterior a la caída de la convertibilidad. Cuando era evidente que ese modelo ya estaba agotado, el FMI y el BM dieron más créditos que nunca, que terminaron financiando la fuga de capitales. Por el contrario, luego del estallido del uno a uno se negaron tozudamente a prestar ayuda y pusieron todos los obstáculos posibles. Fue en ese período cuando la Argentina giró más plata a Washington, proceso que acaba de culminar en relación con el FMI.
El planteo que eleva el Gobierno en cada una de sus participaciones en las asambleas del Fondo y el Banco Mundial, y que ahora refuerza desde una postura de fortaleza, es que cumplan con las finalidades para las cuales han sido creados. “Que aumenten el grado de transparencia de sus operaciones, reduzcan el costo de su funcionamiento y mejoren su capacidad de préstamos”, según las expresiones de Kirchner. Otro pedido, que ahora ya no será necesario para Argentina pero sí para otras naciones en desarrollo, es que terminen las condicionalidades cruzadas. Esto es que el Banco Mundial no restrinja su apoyo financiero en función de la opinión del FMI. El Banco de Reconstrucción y Fomento, como en realidad se llama el Banco Mundial, termina actuando más como un agente privado que como un socorrista para situaciones de crisis y de apoyo para el desarrollo.
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