Sáb 14.01.2006

EL PAíS

Un enfrentamiento con una banda pesada, con un policía muerto

Todo comenzó con el robo de una camioneta, en Carapachay, y terminó con un enfrentamiento en Villa Ballester, en el que murió un policía. Los delincuentes tenían un fusil M-16 y un lanzagranadas y se cree que iban a robar un blindado. Un detenido y tres prófugos.

› Por R. K.

Hace tiempo que no se veía una banda grande, poderosa, con armamento que no baja de los 30.000 pesos y con todo listo para robar un camión de caudales. Una organización de ese estilo actuó ayer a la mañana en Carapachay, partido de Vicente López, y terminó con el saldo trágico de un policía muerto, tras un tiroteo, en las inmediaciones de la Villa La Rana, en Villa Ballester. Se supone que los integrantes de la banda fueron, como mínimo, cuatro, de los cuales uno fue atrapado, otro se fugó casi a la noche con una maniobra y dos se esfumaron, aunque se presume que uno de ellos está herido porque se encontraron rastros de sangre.

Los investigadores policiales estaban anoche concentrados en el caso de San Isidro (ver aparte) por lo que al cierre de esta edición no había un análisis detallado de los antecedentes del único detenido, Ariel Osvaldo Mollar, de 28 años, domiciliado en José León Suárez, y al que se le secuestró una pistola nueve milímetros robada el 6 de octubre de 2003 en Hurlingham. Cerca de donde lo apresaron se encontró un bolso que contenía un lanzagrandas de fabricación norteamericana, un sofisticado fusil M-16, que en el mercado negro se compra a unos 5000 dólares y otra pistola con su cargador. En la camioneta que había robado, sobre el asiento, había un guante de látex, y en el piso se encontró un segundo guante del mismo estilo. Por el tipo y la cantidad de armamento, el objetivo de la banda era de envergadura, casi seguro un camión de caudales porque el lanzagranadas justamente se usa para atacar ese tipo de vehículos.

Los antecedentes de Mollar es posible que permitan delinear quiénes fueron los otros integrantes de la banda, pero las especulaciones que realizan los investigadores son dos:

- En diciembre suelen quedar en libertad muchos presos, porque al venir la feria judicial, buena parte de los abogados presionan para que los jueces definan la situación antes de irse de vacaciones. La versión es que de alguna prisión salieron uno o más hombres con mucha experiencia y que tienen la Villa La Rana como refugio, por lo que se dirigían hacia allí. El antecedente es que ese barrio fue refugio de gran parte de los integrantes de la banda del Gordo Valor.

- El otro ingrediente es que ayer era un día en el que circulaba más dinero que el habitual. Se trató de un viernes, fin de quincena. Es decir que mucha gente saca dinero para irse de vacaciones, otros buscan efectivo para pagarle a sus empleados y otros simplemente para el fin de semana. Los bancos y los camiones de caudales movían ayer cantidades de dinero que están por encima de la media. También existe la posibilidad de que el objetivo fuera alguna empresa privada en la que hubiera día de pago o una recaudación especial, aunque el lanzagranadas parece indicar que se apuntaba a un camión blindado.

Aunque no se sabe cuál era el objetivo, lo que sí está claro es que a las 11 de la mañana, tres de los delincuentes abordaron una camioneta Samyong Musso, propiedad del abogado Alberto Castro Roberts. Frente a él se plantaron tres hombres armados y vestidos de azul. “Bajé la ventanilla porque parecían policías, cargaban las armas seguros, pero me dijeron ‘abrí la puerta’ y se subieron. Los dos de adelante parecían de unos 30 años y el que se puso en el asiento de atrás más joven. A los diez minutos de andar en la camioneta me dijeron ‘negro, bajate’. No bien me bajé, escuché la sirena de un patrullero”, contó el abogado. Castro Roberts cree que los delincuentes ya venían huyendo en ese momento de algún robo, pero los funcionarios de la fiscalía de San Martín no tienen registrado un hecho de relevancia.

Lo cierto es que varios patrulleros persiguieron a los delincuentes, hubo un primer enfrentamiento en Catamarca y Paraná, frente a la Villa La Rana. Los policías no alcanzaron a responder y allí cayó muerto el oficial de la comisaría octava de San Martín, Gustavo Adrián Farías, de 36 años, padrede cinco hijos. Según parece, Farías tenía puesto el chaleco antibalas pero al dispararle con fusil, el proyectil le atravesó el chaleco. El teniente Domingo Quintana, de 55 años, quedó herido. De entrada se habló de muerte cerebral, pero al anochecer la información indicaba que las heridas no eran de tal gravedad y que evolucionaba en forma favorable.

Los tres tripulantes de la camioneta y al menos un cuarto hombre que venía en un Duna abandonaron los vehículos y continuaron la huida a pie. A uno lo apresaron y a los otros tres se los buscó intensamente durante toda la tarde. A la noche se supo que uno de los prófugos se había metido en una casa, y cuando llegó el dueño lo encañonó y lo mantuvo de rehén hasta que terminó el operativo policial en la zona. En ese momento, emprendió la huida. De los otros dos integrantes de la banda se sabe poco y nada, aunque hay un rastro de sangre que indica que al menos uno podría haber resultado herido en alguno de los tiroteos.

El fiscal de San Martín, Agustín Mozo, admitió que no es normal encontrar tanto armamento en causas penales. “Acá había un lanzagranadas y un fusil de los que se suele ver en las películas norteamericanas.”

En fuentes del Ministerio de Seguridad bonaerense destacaban anoche que no hubo inacción policial sino todo lo contrario, por cuanto hubo enfrentamientos y un efectivo muerto. Paralelamente, la aparición de una banda de semejante envergadura, con armamento sofisticado y actuando a las 11 de la mañana, reverdece los fantasmas del pasado en que organizaciones de ese tipo sólo aparecían con la complicidad de uniformados o ex uniformados.

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