EL PAíS › SEGUNDA RONDA DE TESTIGOS EN EL JUICIO POLITICO CONTRA IBARRA
Cuatro familiares de las víctimas relataron cómo fue la búsqueda de sus hijos después del incendio de Once. Hubo un fuerte cruce entre el director del Hospital Penna y uno de los padres.
Como una pesadilla recurrente, la noche del 30 de diciembre de 2004 retornó al recinto en la segunda ronda de testigos del juicio político a Aníbal Ibarra. La tercera jornada estuvo signada por los recuerdos de los familiares, que revivieron la búsqueda de sus hijos, y por los funcionarios que estuvieron a cargo de las tareas de rescate. Hubo un duro cruce entre uno de los padres y el director del Hospital Penna, Pedro Saposnik. Ante el silencio expectante de los legisladores, declaró el abogado y padre de una víctima, José Iglesias, que habló en su doble condición. “Lo que faltó esa noche fue humanidad”, dijo como familiar, mientras que como querellante sostuvo que Ibarra y Omar Chabán tenían una relación personal. Desde el gobierno porteño lo desmintieron (ver aparte).
Iglesias fue el primer testigo. A las diez de la mañana, se sentó en el estrado y miró a los familiares en la tribuna, como buscando apoyo. “Ir a buscar a un hijo a la morgue es lo peor que le puede pasar a uno”, afirmó. Esa noche recorrió hospital tras hospital: Penna, Argerich, Clínicas, Alemán pasaron sin noticias. “Uno se las tenía que arreglar. Nadie había organizado nada”, explicó. Hasta que llegó al Rivadavia. “Fui hasta la morgue, que es como una casa vieja, un lugar sucio, sin luz, con sangre en el piso. Los cuerpos estaban a oscuras, corrí uno a la luz y era mi hijo.” Iglesias tomó agua; el vaso era un respiro.
Después fue a la Morgue Judicial. “Un familiar terminó ordenando el tránsito de las morgueras (camionetas), para que se den una idea de la organización”, señaló. Contó que tuvo que reconocer dos veces a su hijo y que se lo entregaron recién el 1º de enero. Iglesias criticó al director de la morgue, Heraldo Donnewald. “Incumplió con el deber elemental de ocuparse de los cuerpos”, lanzó. “Este personaje está incluido en las denuncias de la dictadura por hacer autopsias sin orden judicial”, recordó. El director de la morgue tenía que declarar ayer, pero se excusó por estar querellado por Iglesias en una causa judicial.
Iglesias también insistió en la denuncia penal que hizo contra Ibarra por “asociación ilícita” y planteó que puede haber existido una relación personal entre Chabán y el suspendido jefe de Gobierno. Se basó en la defensa que hizo Ibarra del local Cemento cuando era concejal en los ’90 y en que su padre tiene un supuesto domicilio en el mismo edificio que Chabán.
En el mismo sentido hablaron Armando Canciani y Ricardo Righi, que revivió también la búsqueda de su hijo. “Fue un infierno, de taxi en taxi. A mi hijo lo mataron”, sostuvo Righi que leyó una carta de otra madre, Adriana Magnoli, quien denunció que en el Penna se dejó morir a cinco personas. La fiscalía pidió que se la llamara a declarar, ya que estaba en la Sala. El titular de la Sala, Julio Maier, amagó con irse. “Alguien va a juzgar nuestros actos”, advirtió. Finalmente, se la aceptó. “Vengo a pedir justicia por 193 chicos”, comenzó Magnoli, pero Maier la cortó en seco.
“Le pido por favor –la frenó–, que esto no es una tribuna política.”
Magnoli, que perdió a su hija Sofía en el incendio, contó que a otro hijo que sobrevivió, Santiago, le trajeron tres tubos de oxígeno “oxidados, que abrían con una pinza”. Luego advirtió que había cinco víctimas en el garaje del hospital sobre colchones. “Cuando salgo por última vez, estaban ahí, pero ya no había gemidos”, aseguró. Luego relató que le escribió esa carta al director y que le respondió con una llamada.
Poco después, se presentó Saposnik, que también fue admitido como testigo de la defensa, también por fuera de lo previsto. “No faltó nada y no falleció nadie en el hospital”, aseguró Saposnik, aunque sí admitió que recibió 14 cadáveres. Acto seguido, Righi lo insultó desde la tribuna. “Le pido que se serene”, dijo Maier, mientras otros familiares intentaban calmarlo y lo sacaban del recinto. La fiscalía pidió un careo con Magnoli, que ayer no se concretó cuando Saposnik terminó de hablar a las diez de la noche.
Los otros testigos que iban a declarar pegaron el faltazo y una sufrió un pico de presión. Sí les tocó sentarse en el banquillo al director de laGuardia Urbana, Gonzalo Ruanova, y al director de Defensa Civil, Alfredo Ayala. Ambos fueron sometidos a un insistente interrogatorio del fiscal Jorge Enríquez sobre si eran idóneos para su cargo. En el caso de Ayala, llegó a tal punto que se despertó el abogado defensor, Julio Golodny. “No aceptaremos que esto se convierta en un examen”, bramó. Por lo demás, la defensa hizo pocas preguntas. Luego de siete testigos, concluyó otra jornada teñida de tristeza y de tensión en el juicio al jefe de Gobierno.
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