Por Fernando Melillo*

Nadie nos dice qué tenemos que hacer. Tampoco lo que no tenemos que hacer. Los argentinos tenemos que decidirlo en la intimidad de nuestra reflexión. Solos, pensando desde el Sur, como lo que somos y con lo que tenemos para reconstruir”, dijo hace varios días la precandidata a presidente Patricia Bullrich en un artículo de opinión desde las páginas del matutino La Nación.
“Mi primer objetivo es que me conozcan, tener una impresión directa de lo que está sucediendo aquí para encarar un proceso de construcción de un programa serio”, dijo Patricia Bullrich luego de reunirse en Washington con el secretario de Estado para América latina, Otto Reich; el segundo del Consejo Nacional de Seguridad, John Maisto; el subsecretario del Departamento de Estado, Curtis Struble; la subsecretaria de Estado para Asuntos Globales, Paule Dobriansky; el presidente del Interamerican Dialogue, Peter Hakim, entre otros. Sí, la misma Bullrich del párrafo anterior, en el mismo diario.
Sin pretender enfrascarnos en una estéril polémica acerca de las conveniencias o no de viajar a Estados Unidos “para ser conocidos” en donde se decidan “tantas cosas”, conviene resaltar algunas de las principales razones del descrédito de la política y de nosotros los políticos: la incoherencia, la hipocresía, el doble discurso y el facilismo. Todo esto, en medio de una catarata de declaraciones, gestos, sobreactuaciones y cinismo que agobian a una sociedad harta de oír siempre las mismas palabras y sufrir los mismos hechos. El agotamiento de los discursos políticos, el agotamiento del lenguaje público no es casual. Hemos llegado a este presente porque se ha vaciado de sentido a las palabras.
El necesario sinceramiento del tablero político y la refundación institucional de nuestro país sólo pueden comenzar por la búsqueda cotidiana y sistemática de la verdad, empezando por responder: ¿Quiénes somos?, ¿qué intereses defendemos?, ¿qué ideas y valores nos sustentan?
Más allá de su prolífica historia militante, quien pretende mostrarse como “representante de la nueva política” debiera saber esto y evitar repetir la misma historia de varias décadas de decadencia nacional, donde se decía una cosa y se hacía otra diametralmente distinta. Y no parece haber empezado bien. Salvo, claro, que cuando dijo “pensando desde el Sur” haya querido decir al sur del Polo Norte.
Bullrich finalizaba su columna de esta manera: “Lo imposible en la Argentina es seguir así”. En eso tenés razón, Patricia.

* Diputado nacional
Frente-ARI.