Dom 16.06.2002

EL PAíS  › LA MOVILIZACION EN DEFENSA DE LA ACTIVIDAD CULTURAL ARGENTINA

Hora de movimientos culturales

Como una continuación natural del estado de movilización del país en crisis, en las últimas semanas surgieron en todo el país espacios para la defensa de la cultura. Apenas este mes, y el mismo día, nacieron dos.

› Por Marta Dillon

Como el agua del mar en perenne movimiento, así se agita el cuerpo social azotado por la crisis. Del furor del encuentro en cada esquina en que se constituía una asamblea barrial a este cauce tranquilo en el que las mismas asambleas parecen mimetizadas en el paisaje cotidiano, han pasado sólo un par de meses. Sin embargo, el movimiento continúa y la necesidad de hacer, cuando toda actividad parece amenazada por la parálisis, sigue acercando nuevos actores a un escenario social que estalla todos los días en protestas y piquetes. En las últimas semanas fueron los hombres y las mujeres del ámbito cultural quienes quisieron sumar el matiz de su voz al grito generalizado que dice que “hay una Argentina que existe y resiste”. Sin haberse puesto de acuerdo, el mismo día dos grupos distintos dieron a luz nuevos espacios para defender la cultura, que se sumaron a otras iniciativas como el Manifiesto Argentino: por un lado las organizaciones gremiales y empresarias ligadas a la producción cultural e informativa, por otro los individuos que trabajan en el mismo ámbito cultural, académico y de medios. El 11 de junio nacieron así el Foro Multisectorial en Defensa de las Industrias Culturales y el Movimiento Argentina Resiste como espacios de acción y reflexión dispuestos a aportar y desentrañar esa identidad nacional ahora en jaque pero siempre en construcción.
Fue un martes y a la misma hora. Mientras en el Centro Cultural General San Martín se reunían las asociaciones gremiales y empresarias ligadas a la producción cultural con sus objetivos ya redactados y concretos tendientes a favorecer la producción, preservar el patrimonio cultural, defender las empresas nacionales, fomentar la producción y exhibición de contenidos nacionales y propiciar la creación de un marco legal que ampare todas estas acciones, en la sala Andamio 90 las discusiones entre representantes del ámbito cultural, académico y periodístico se acaloraban para encontrar las palabras justas del primer manifiesto del Movimiento Argentina Resiste. Y es que en este caso el motivo de la reunión no era sólo la defensa de la cultura sino encontrar el modo de intervención en la realidad cotidiana desde ese ámbito. Aun emparentadas, en eso se diferencian las dos propuestas que sin duda pueden ser complementarias.
El ahora constituido MAR “empezó con una convocatoria reducida, reconozco entre los iniciadores a la psicoanalista Silvia Bleichmar y al director de teatro y también psicoanalista Hugo Urquijo. Después cada uno fue llamando a otro, con la clara conciencia de que se buscaba gente de la cultura en su sentido más amplio y no sólo su reducción a las artes”, dice Tito Cossa, uno de los que sumó a la propuesta entre nombres tan diversos como Enrique Pinti, Horacio Embón, Guillermo Jaim Etcheverry, Juan José Campanella, María Seone o Luis Felipe Noé, entre más de cien. “Fue un impulso nacido de la crisis, reunirse y ver qué podíamos hacer quienes estábamos vinculados a la cultura para sumarnos como protagonistas. Es una manera de poner en práctica nuestro compromiso. Todos los días vemos cómo los piqueteros, los trabajadores, los organismos de derechos humanos se movilizan. Era hora de sumar también nuestra voz”, continúa Cossa.
–¿Se trata de aportar un reclamo específico en defensa de la cultura?
–Acá lo que hay que defender es un país, no sólo su cultura. Pero todos estuvimos de acuerdo en el diagnóstico: esta crisis es terminal. Ha empobrecido a la mitad de población pero también habla de la caída de los liderazgos, de la representatividad. Y es también una crisis cultural porque ataca fundamentalmente a la identidad, el imaginario y las conductas culturales de una comunidad. Ahora el tema es ver cómo nos organizamos, ya surgieron ideas que ahora empiezan a ponerse en marcha, se piensa que hay dos caminos: la acción y la reflexión. Que se proyecte, se piense, se imagine un país diferente generando hechos culturales que signifiquen y que convoquen.
–¿Cuando dice que signifiquen se refiere a una producción cultural que envíe mensajes concretos a la sociedad?
–Quiere decir ni más ni menos que la gente de teatro haga teatro, que los cantores canten, que los escritores escriban. Pero lo que seguramente hay que definir es un código común. Algo similar a lo que significó Teatro Abierto, que fue emblemático, generó un significado claramente antiautoritario, de resistencia. Lo mismo pero adecuado a este tiempo.
–Se estuvo de acuerdo en el diagnóstico, se redactó un manifiesto. ¿Cuál sería el próximo paso?
–Yo creo que ahora es un problema de generar una estrategia. Están las ganas y la necesidad de intervenir en esta realidad desde nuestro ámbito. Ahora necesitamos una estrategia que nos haga sentir vivos, útiles, acciones que signifiquen, que vayan más allá del discurso. Queremos generar hechos culturales pero también sentimos la profunda necesidad de acciones concretas como la asistencia a los sectores más marginados.
–¿Son necesarios acuerdos ideológicos entre personas tan diversas?
–Nuestras reuniones incluyen la discusión política pero no quedamos atados a la coyuntura diaria. Ideológicamente tenemos un acuerdo básico: estamos juntos y pertenecemos a un arco político muy amplio. Eso es toda una carta de intenciones. Si esta misma reunión se hubiera dado en los ‘70 ya estaríamos todos a los gritos. Pero esta realidad nos obliga a un acuerdo. Después la historia dirá si son más fuertes las diferencias.

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