EL PAíS
› OPINION
De Manifiestos y Resistencias
› Por Mempo Giardinelli
La contratapa de la siempre brillante Sandra Russo del jueves pasado, elogiando una declaración firmada por un alto número de intelectuales porteños, exige esta reflexión. Sobre todo porque Russo nos tiene acostumbrados a agudísimas notas acerca de las conductas burguesas porteñas, el comportamiento de las izquierdas y ciertos vicios clasemedieros capitalinos. Pero además porque hay muchos, muchísimos intelectuales que no firmamos esa declaración llamada “Manifiesto de la Cultura a los argentinos” porque pensamos que, como fue lanzada, no suma sino que resta.
Quizá Russo y muchos de los firmantes no lo saben, pero al ser invitados a firmar el texto algunos dijimos que cualquier intelectual podía fácilmente suscribirlo –pues allí se declara más o menos lo que casi todos pensamos–, pero lo cuestionable era la actitud soberbia y divisionista de algunos promotores, que sabían de la existencia de otras propuestas similares, muy anteriores. Formo parte de un colectivo de intelectuales argentinos –de todo el país– que hace seis meses (en enero y no en junio, y no es poco detalle) lanzamos un “Manifiesto a la Nación” y ya vamos por el tercer documento. En todo el país se nos conoce, precisamente, como “El Manifiesto Argentino”, un ideario que tiene ya varios miles de adherentes en las 23 provincias argentinas, una muy activa página web (www.manifiestoargentino.cjb.net) y un accionar abierto, democrático, amplio, rico en propuestas y extendido a todo el territorio nacional. Es una lástima que en Buenos Aires algunos todavía no se hayan enterado, o, mejor dicho, hayan hecho como que no lo estaban. Porque algunos de los promotores de esta declaración que Russo elogia sí estaban enterados, e incluso hace meses habían sido invitados a participar.
Está muy bien que gente de la cultura, valiosa y bienintencionada, se reúna en un texto en el que se hacen consideraciones fácilmente compartibles sobre la crisis nacional, y sobre todo es fantástico que se llamen a resistir en la emergencia. Pero no se pretenda que esto es representativo, porque no lo es. Para quienes desde hace mucho tiempo estamos resistiendo, en todo el país, y hemos invitado a todos los sectores y convocado de manera abierta y amplia a decenas de intelectuales, esto ha sido un golpe bajo. Porque el Manifiesto Argentino existe y resiste desde hace seis meses, integrado por miles de personas de todo el país. Por eso escribo esto en nombre de intelectuales, maestros, profesionales y personas de todas las provincias que hubieran firmado esa declaración y muchas otras, pero no se les hubiera ocurrido apropiarse de antecedentes sólidos y serios. Porque es cierto que nadie es propietario de ningún vocablo (como la palabra “manifiesto”), pero también lo es que resulta una cretinada intelectual ningunear lo que vienen haciendo otros intelectuales que se han dado ese mismo nombre y resisten a brazo partido desde el comienzo mismo de la crisis nacional.
Ahora han metido confusión donde menos hacía falta. ¿Dos manifiestos de la cultura? Miren a los intelectuales, siempre divididos... Cabría preguntarse si esto no es una muestra más de lo que precisamente Russo ha cuestionado hace poco en un texto excepcional.
Es una lástima por el país, verdaderamente, este eterno sectarismo porteño, siempre proclive a divisionismos. Es penoso que algunos pocos hayan convertido esta declaración y este esfuerzo en una cuestión competitiva, chiquita, francamente municipal. La visión cortita que siguen teniendo de nuestra república parece llevarlos a pensar (estoy seguro de que no a todos los firmantes, desde ya, pues no dudo que la mayoría habrá firmado de absoluta buena fe) que la “Argentina existe y resiste” sólo a partir de que los redactores del documento decidieron esa existencia y ahora se disponen a resistir... Pero la resistencia nunca empieza a partir de que algunos cholulos despiertan, varios años y crisis después. Acaso haya que pensar, nomás, que tal decisión y soberbia son expresión cabal del estado de la cultura argentina.
Para muchos de nosotros (y en el plural incluyo a decenas de intelectuales, la mayoría no porteños, que comparten este texto) esta declaración delata una vez más la añeja actitud soberbia de los que, desde Buenos Aires, deciden la oportunidad de las cosas, y el modo de las cosas, con una autoridad y una representación que no tienen.
Pero en fin, si realmente van a resistir –digo, si lo hacen, y en particular me refiero a algunos promotores que trabajan en grandes diarios argentinos– seguramente nos vamos a encontrar en el camino, porque muchos de nosotros llevamos mucho tiempo resistiendo, de múltiples maneras, en todas las provincias. Y me refiero a una resistencia enorme, cotidiana y concreta, que merece por lo menos respeto. Cabrá esperar, en tal caso, que no pretendan conducir procesos que no gestaron y que sean capaces de sumarse a los conjuntos, y generosamente, que de eso se trata.
Es posible que algunas voces rumoreen que este comentario es inoportuno, y no sería raro que nos digan divisionistas los que dividen y ningunean. Responderé que la inoportunidad estuvo en quienes pretenden convertirse en líderes culturales de la noche a la mañana, y que además escribo esto porque este asunto no es menor y no son tiempos de hipócritas elegancias. Con todo respeto hacia Sandra Russo y cada uno de los firmantes de buena fe del documento elogiado, quede claro que no cuestionamos su contenido, que es compartible, sino el título que se le ha dado y el sectarismo evidenciado por algunos de sus promotores.
Y nuevamente firmo esto en mi ciudad de nombre emblemático: Resistencia.